La vida no debería ser un viaje hacia la tumba con la intención de llegar a salvo con un cuerpo bonito y bien conservado, sino más bien llegar derrapando de lado, entre una nube de humo, completamente desgastado y destrozado, y proclamar en voz alta: ¡Uf! ¡Vaya viajecito!
Hay películas que me gustan más que sus respectivos libros. El Padrino es una de esas películas y, Miedo y asco en Las Vegas, otra. En el libro, que no en el film (quizá me equivoco, pero no me pienso levantar a por la edición que tengo de Anagrama), el capítulo siete empieza así:
Restando algunas cosillas —paso de alucinógenos, de escapar de la pasma en descapotables y de excesos alcohólicos, por ejemplo—, no puedo estar más de acuerdo. Hay que hacer lo que a uno le haga feliz. El año pasado, a mí me hacía feliz (bueno, menos desgraciado) hacer borrón y cuenta nueva y, este año, volver a los orígenes. Por eso, el año pasado «chapé» el blog y abrí otro por si me apetecía escribir columnas de opinión (aunque no me apeteció demasiado). Supongo que, además, pervertí un poco este sitio, el blog, con lo que yo llamo masturbación literaria: la prueba la tenéis en las dos últimas entradas que quedaron por aquí.
En definitiva, que, no hace mucho, me picó el gusanillo y me puse a darle vueltas a este tema a lo persa.
Me pregunté: ¿Qué me gusta a mí de esto, de los blogs?
Rajar de todo quisqui.
Vale, sí. Eso está bien, pero no es lo único. Ya tenemos a un porrón de famosetes y de influencers pa’hablar de cualquier cosa de la que no tienen puta idea.
Descubrí que era tan simple como echar un cable. Cada vez que sorprendía a alguien con un tema que no conocía, o trataba de transmitir mi pasión por un escritor (o escritora), o tenía la certeza de que podía entretener un rato, eso ya me sacaba una sonrisilla idiota. Y no se necesita más, en realidad.
Por ello, a partir de 2021, reservo Doblando tentáculos para seguir rajando, principalmente, sobre literatura y mundo editorial, por un lado, y lo que me rote (y no entre en Metepatas), por el otro. Así, me curo en salud. Y eso es todo, hoy. Ya daré la lata por Facebook (aunque está la cosa muy generación X por ahí, sin intención alguna de ofender a mis lectores y lectoras de esas añadas), por Instagram y por donde haga falta…
En fin, que, a veces, parece que todo se ha ido a tomar por culo, pero te levantas, te recolocas los trozos y vas de cabeza a chocar contra el siguiente capítulo (yo no sé ir de otro modo a los sitios). Ya os mantendré informados de qué viene ahora. Aunque no me voy a quejar, porque vaya 2020 nos ha tocado a todos, ¿eh?
It’s alive!, como decían Mary Shelley y Bobby Pickett.