Estos días he hecho lo que todo «quisqui» en vacaciones. Descansar, beber alguna birra de más y mirar Netflix como si el mundo se fuese a acabar; y, bueno, aunque me he visto de todo, también reservé un ratillo para dos de los blockbusters de los que más se ha oído hablar en estas fechas: Don’t look up (No mires arriba) y Death to 2021 (A la mierda el 2021).
Los dos títulos utilizan la comedia y la sátira para tratar el cambio climático. Vale, ninguno hace excesivo hincapié en el tema (el segundo, algo más, por razones obvias al ser un falso documental), pero uno mira hacia un enorme meteorito destrozaplanetas que casi nadie quiere ver —ya lo dice el título: no mires arriba— y el otro repasa desgracias (Covid, covid, geopolítica, cambio climático, covid) con el calendario en la mano.
Ambos son productos de ficción, aunque muy reales; en los dos aparecen, de una u otra forma, las gorras de Trump, las consignas pseudoreivindicativas a la espera de que las rellenemos de significado, las grandes fortunas que viven ajenas al 99 % de la población mundial; también remiten a lo mismo: el negacionismo, el mirar hacia otro lado (¡que no mires arriba!), los ciudadanos de primera, de segunda y de tercera división y, por supuesto, el poder de las redes sociales.
Para no repetirme, ni hacer spoilers, este es el segundo tema que me gustaría tocar, porque tras tantos años como autónomo buscavidas, este año me ha salpicado muy, muy cerca. Cuando paramos, si podemos o nos permitimos alejarnos un poco, ¿somos conscientes de cómo nos estamos sumergiendo en realidades alternativas? En el día a día, está claro que no; pero incluso en el tiempo de ocio, cada vez resulta más difícil. Da igual que lo hagas desde tu avatar del futuro metaverso de Facebook, como en el feed de Instagram o en los tiktoks. Ni en vacaciones desconectamos: épocas que, en teoría, guardamos para nosotros y, aun así, ¿cuántas veces olvidamos esto y trasladamos el foco a una segunda vida virtual?; cargando con el peso de dos identidades: la personal, y la virtual.
Como a mí también me da mucha rabia que me destripen pelis y documentales, solo diré que el final de No mires arriba no puede ser más real, pese a ser ficción, y ¿el final del falso documental? Ese está por ver, aunque la previsiones no son muy favorables. Sea como sea, míratela de principio a fin, para saber qué cojones es un bronteroc y porque ya está bien de mirar hacia otro lado, que la hostia nos la vamos a dar igual parece.