2020 en el horizonte (Feliz Año, y esas cosas)

A nivel personal, esta no está siendo una época fácil para mí, por lo que me-cuesta/no-me-apetece mucho sacar tiempo para escribir (tanto en el blog, como en el resto de proyectos que tenía, o tengo, en marcha). En cualquier caso, quiero compartir unas cuantas ideas que me guardo para el nuevo año. Si queréis verlos como propósitos de Año Nuevo, pues aceptamos pulpo como animal de compañía, supongo.

Línea 1. Toca empezar a explorar vías complementarias al blog: hace varios años que siento que este medio (los blogs) está envejeciendo mal, sobre todo, desde la aparición de algunas redes sociales. Y no, no seré yo quien intente hacerse instagrammer. Y sí, voy a seguir escribiendo por aquí.

Línea 2. Es probable que este 2020 empiece con un servidor propio para Doblando tentáculos y una buena limpieza de entradas, que ya casi hay 500 y un buen puñado no dejan de ser poco relevantes.

Línea 3. Si trabajáis en el sector (socio)sanitario o colaboráis muchas horas con causas sociales o animalistas, entre otras, leed sobre el síndrome de fatiga por compasión y cuidaos. Esta es una de las razones por las que se me ha visto menos el pelo (creo).

Línea 4.  Aunque grandes cineastas como Woody Allen se hayan empeñado en convertir la psicología en cliché, si sentís que necesitáis ayuda, pedid ayuda y buscad a quien pueda ayudaros. Por cierto, me vi ayer Día de lluvia en [la] Nueva York [de Woody Allen] y, ¡bueh! Problemas inventados de la clase alta neoyorquina y las mismas ideas que pululaban desde los tiempos de Mia Farrow y Diane Keaton.

Línea 5. Devolved siempre la pasta que os presten y los libros, ¿eh? Esto, cuantos más años pasan, más me cabrea. Por lo demás, no hay que preocuparse tanto de hacer las cosas «por obligación» y de «saldar» hasta el más pequeño de los favores, que parece que si uno/a no entra en esa espiral del «quid pro quo» y el ser felices por obligación («happycracia», que ya todo tiene un nombre, y nos lo ponen en inglés), tu vida no funciona.

Línea 6. Tengo varios proyectos (literarios) en marcha, pero llevo un tiempo bloqueado como escritor. Así que, primero, a vivir, a leer, a echarle unas cuantas horas a la PlayStation o al ordenador, a los perros, a lo que me apetezca; una vez desbloqueado, ya volveré a traer más cosas por aquí y por otros lados.

Línea 7. En estos meses de menor actividad (en el blog) que auguro que vienen, iré subiendo, principalmente, algunas entradas sobre literatura como esta, esta o esta, pero será trampa, porque ya las tengo en borrador.

Línea 8.  Como decían los estoicos: «Los acontecimientos no te molestan, tus creencias sí.» Si nos dejamos de contextos o situaciones bizarras en los que viene un «tontolculo» y le pega una patada a un bichejo inocente o de gente cabrona, me vale. Qué importante es preguntarse a uno mismo ¿quiero? y dejarse de tantos tengo que.

Terminad de pasar unas felices fiestas, que las mías (por ahora) no han sido tan buenas como me hubieran gustado, pero seguro que la cosa mejora de un modo u otro. Al fin y al cabo, en un buen porcentaje depende de nosotros.

¡Feliz Año!

(¿Habéis visto arriba el graffiti que me encontré ayer paseando por Altafulla? 😅)

Todo tiene su tiempo

Todo tiene su tiempo: este blog también. Vaya frasecitas, ¿eh? No, no se acabó lo que se daba; todavía no. Sonaba un poco a eso, ¿verdad? Por lo menos, no es mi intención, sino que, tras darle muchas vueltas, toda apunta a que los temas sobre los que me apetece escribir están cambiando. Este 2019 ha sido un año de mucho trabajo en la novela que tenía que cerrar del todo (ya lo comenté en diciembre y en abril, así que no es plan de ponerse pesado: ahora, bajo mi criterio ya puede publicarse y voy a empezarla a moverla en serio), pero también de replantearse las cosas: de pensar por qué equis temas sobre los que uno mismo tenía la necesidad de escribir mucho (y que siguen siendo importantes) ya no te incitan a juntar letras tan a menudo; de encontrar otros asuntos de los que escribir (el triste retorno de la heroína a Barcelona, el macromatadero ese que pretende cargarse casi doce millones de cerdos al año, de las sensaciones que le producen a un fan acérrimo y tardío de Vázquez Montalbán que hayan sacado a Carvalho de la tumba).

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Fotografía que acompañaba una noticia de El Periódico de 2017 que trataba la vuelta de la heroína y heroinómanos al barrio del Raval y la presencia de narcopisos donde operan narcotraficantes. Foto: ©Ferran Nadeu

Yo qué sé, muchos bichejos por cojones han tenido que pasar por crisálida, y eso es lo que suele pasarme a mí por estos derroteros. Llega un día en el que desacelero por una razón y, entonces, me resisto a parar del todo y mirar alrededor, como si hubiera algo malo en eso. Pero esta vez no. Esta vez me he dicho: «qué cojones, quizá es lo que necesito, y punto». No voy a engañar a nadie tampoco: he ido a un ritmo —cosas de la vida— que tampoco permitía largas noches pulsando teclas: no es el quid de la cuestión, pero no me apetecía pasarme por aquí. Ya me sabe mal. He leído que mucha gente que escribe (si me tildo de escritor, me va a salir un sarpullido, pero bueno) y publica suele dejar otros canales aparcados (sus blogs, redes sociales, columnas de opinión, lo que sea) hasta tener finiquitado aquel proyecto al que le viene dando prioridad; no obstante y, aunque me serviría de excusa, no creo que haya sido eso. Solo es que no me apetecía, como ya he dicho, y no tenía ganas de descubrir por qué.

Ahora, en cambio, me parece evidente: hay equis temas que ya no tengo ganas de tocar aquí: de perros, hablo de vez en cuando en el blog de un negociete que me he montado con dos colegas; si tengo tiempo y ganas (y algo interesante que aportar) sobre animalillos y putadas que les hacemos en general, me siguen aguantando por El caballo de Nietzsche, ¿y qué me queda para Doblando tentáculos? Pues la literatura y sus destilados: el cine, las series de televisión, los videojuegos. Si me apuras, alguna columna de opinión en la que cagarme en la madre (pobres, las madres) que los parió a todos —a los políticos corruptos, a la gentuza que justifica, permite y perpetúa acciones como las de la Manada en sanfermines, a los cabrones de los fachas que se han hinchado a procrear estas dos últimas décadas parece, al imbécil del ciudadano medio y las grandes corporaciones, que les suda un huevo cargarse el planeta mientras puedan meterle una planta más a su mierda de chalet de siete millones de dólares en Beverly Hills, Dubái o Marbella—.

De todo eso iba esto desde el principio, de lo que a mí me diera la gana, y ahora me da la gana escribir más; luego quizá menos, pero seguiremos en la brecha: sobre todo, porque aquí me aguanto yo y me aguantáis los que me leéis, pero, en otros lares, a un tocapelotas de libro (como un servidor) no le aguanta cualquiera. En fin, pasa a la entrada siguiente, porque de esto ya he dicho todo lo que venía a decir…

Ahogado de faena

Llevo un par de meses bastante ahogado de faena, y, como no es mi estilo pasarme por aquí y escribir cualquier cosa por eso de actualizar, pues paso menos, aunque me cueste. No es que coja el blog con menos ganas que antes, en realidad, todo lo contrario; se me hace complicadísimo no dedicarle el mismo tiempo, pero se han ido sumando una serie de proyectos que lo han dificultado un poco, y, por qué no decirlo, en algunos momentos, también me han hecho algo más feliz.

Para empezar, a finales de abril, la periodista Melisa Tuya —que escribe En busca de una segunda oportunidad Madre reciente me pegó un toque para prologar su salto a la novela juvenil: Mastín y la chica del galgo, que saldrá este año a la venta y cuyos beneficios irán destinados a ayudar a la Fundación Amigos del Perro (Oviedo).

Por esas fechas (mediados de abril, según recuerdo), también me escribieron de Diversa Ediciones —que no llevan un buen año tras la muerte de su perro Coco— para que participe en una antología de relatos animalistas para la que tengo en la recámara un relato breve muy, muy especial.

Nevermind

A la novela ya le estoy limando las aristas, pero seguirá llevándose bastante del tiempo de las primeras semanas del verano. Eso sí, todo aquel que se ha podido leer el primer borrador, me ha enviado, entre sus consejos, muy buenas energías e impresiones, por lo que estoy cien por cien convencido de que ahora sí.

¿Y más cosas? Pues sí, más cosas. Por un lado, tengo dos artículos para El caballo de Nietzsche a los que he dedicado bastantes horas de trabajo; sus títulos, aún provisionales (o no) son: La influencia de los medios en la normalización del maltrato animal, que será el primero en salir publicado (y su título define bastante bien de qué trata, ¿verdad?), y Defendamos la alegría como una trinchera, en el que hablo de positivizar el movimiento animalista y de algunas estrategias que (creo que) pueden hacer esto posible.

En esta línea, hoy es recomiendo la carta abierta de Ruth Toledano al ministro Màxim Huerta, y la lección de escritura que daba el sábado Juan José Millas en El País, de título: El hijo del joyero.

Y si de veras me echáis de menos (¿en serio?), junio es el último mes de «poco blogging». 

Abrir una caja que ya estaba abierta

En la casa de Zeus había dos jarras, una encerraba los bienes, la otra encerraba los males.

Ilíada, Homero

Hefesto forjó a Pandora por orden de Zeus. Pandora fue la primera mujer: la Eva ateniense, la madre, y la causa de todos los males del mundo, según la mitología clásica. Esto ocurrió después de que Prometeo traicionase a Dios por los hombres, tras el hurto del fuego, y de que Zeus encontrase el modo de vengarse del titán.

Lo hizo a través de Pandora, mujer de su hermano, quien recibió, como regalo de bodas, un arma de doble filo: una curiosidad divina y la vasija que portaba todo el mal del mundo. La historiografía convertiría al recipiente en una caja, pero en su interior, se mantuvo la condenación eterna y un poso de esperanza.

Pandora, de J. J. Lefebvre
Pandora, de Jules Joseph Lefebvre (1836-1911)

Sin embargo, aquello que no querían asumir los hombres de la Antigüedad es que el mal campaba a su alrededor por una única causa: la suya propia. Eran sus congéneres aquellos que se condenaban entre sí, que elegían el mal por encima del bien, y la espada a la pluma. Siempre fue más sencillo crear un Edén imaginario que destruir, y antes, a una mujer —siempre a una mujer— que trasladaba todo el destino de los hombres entre sus manos.

A menudo, mucha gente me cita la expresión «cajón de sastre» para referirse a este blog; argumentan que el título no termina de englobar todos los temas que trato —lo sé— y sus categorías son demasiado heterogéneas para enviar una idea unívoca, como muchos otros hacen. Yo prefiero ver este espacio como una caja de Pandora, donde se esconden miedos, errores, faltas e incluso golpes, pero que miles de años después, sabemos que nunca están en el recipiente, que nunca lo estuvieron, sino que pertenecen a nuestra realidad.

En las últimas semanas, llevo dándole vueltas a varios temas. Una de esas preguntas recurrentes era: ¿hacia dónde mira este blog, y hacia dónde debería hacerlo? Mi respuesta es que no hay blog, sino caja; un constructo teórico que no existe y, a la vez, mientras esta se encuentre cerrada, contiene todo un universo en su interior.

Pero debemos ser personas adultas, bebemos de miles de años de historia tras la caída de los imperios clásicos, y tenemos la obligación de impregnar a ese mismo relato de la madurez suficiente para entender que no hay dentro y hay fuera, sino males intrínsecos en nosotros mismos, en nuestros actos, en sociedad, y que ni dioses ni titanes tienen relación alguna. La caja puede ayudarnos a entender el mundo, pero, como mucho, solo contiene el mundo en la medida en que este la contiene a ella. Y, entonces, ¿a quién culpar?

Eva Prima Pandora, de Jean Cousin el Viejo
Eva Prima Pandora de Jean Cousin, el Viejo (1490-1560)

Hay una última idea que me gustaría tratar, y es que la caja es mía. Me ha costado mucho entenderlo, pero el minimalismo —o quizá individualismo— de un blog personal solo es comparable con un ápice de egoísmo necesario. Los males que hay en su interior, aquí, son míos, y también la esperanza, que duerme en el fondo, pero sois libres, y estáis invitados, a seguir compartiéndolos. ¿Qué quiero decir? No tengo del todo claro si lo sé. Sé que el blog cambiará en este 2017, porque debe hacerlo; planteo ese cambio como una ampliación, una redistribución, un nuevo capítulo… Mantendrá el corazón, pero crecerá, como ya lo hizo antes; como ya lo ha hecho. ¿Hacia dónde? Bueno, pronto lo veréis.


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