Los gastos hormiga son nuestras vacaciones

gastos-hormiga

¡Felices fiestas! He sacado un rato de las vacaciones para hablar sobre los gastos hormiga, la brecha salarial y generacional y cómo la resiliencia se ha convertido en la única opción para seguir creciendo en un mundo donde vivir y sobrevivir se tocan más de lo que deberían.

Hay un discurso muy manido y rancio sobre la importancia del ahorro y del esfuerzo. Dice así: esforzarse es básico para conseguir lo que uno quiere.

Vale, te lo compro.

La putada es que (el discurso) está muy manido y es muy rancio porque es una de esas medias verdades. No lo fue siempre, pero, hoy, no es más que retrotraerse al pasado: es lo contrario a un acto de presentismo, diría yo. Para la mayoría, esforzarse es una obligación para la propia supervivencia diaria, y nada más.

Mientras nuestros padres y abuelos podían pagar alquileres y, a la vez, ahorrar de sus sueldos para una casa, un coche, unas vacaciones… y, años después, una segunda residencia, buenos colegios para los críos, etcétera, aquí nos encontramos con que, aunque tengamos la suerte de haber construido una vida de retazos, solo podemos mirar embobados los huecos de la escalera (social) que tenemos frente a la napia.

Hablo de compartir un piso entre cinco, de comprarse un coche de quinta mano (por obligación, sino no seas idiota: no lo hagas), de no poder tener hijos más que como deporte de riesgo, y de (casi) responsabilizarse económicamente de un animal por los pelos… Al final, lo que tenemos son los gastos hormiga.

Los gastos hormiga son nuestras vacaciones; son los gastos que nos dicen los expertos que evitan o imposibilitan el ahorro, porque el dinero no se escapa en alquileres desproporcionados, ni en la luz, el agua o la gasolina, se va en las cervezas que te tomas con los amigos después del trabajo, en el detalle para la novia o el novio o en ese videojuego que te hace tanta ilusión y te compras cuando has cobrado.

Falta entender que la mentalidad se ha desplazado al presente por una buena razón: la incertidumbre —en la calle, en la prensa, en tu casa— no trae buenos augurios y, además, nos encontramos con que los gastos hormiga son lo único a lo que podemos aferrarnos en una sociedad, en una cultura y en una época en la que ser mileurista es lo habitual para la gente en edad de trabajar. Está también el tema de que a los jóvenes se la sopla todo, pero, con el panorama aquí descrito, ¿eso es un acto de egoísmo o de resiliencia? No sé, dale dos vueltas.

Publicado en Instagram el 16 de abril de 2022.