Manuales de escritura

Este año lo despido enfrascado en un curso de novela; lo despido, y así comenzaré el siguiente. Si no recuerdo mal, confesé que el salto entre el relato y la novela me había jugado una mala pasada, y, en mis jornadas de escritura, parece que lo estoy empezando a subsanar. Claro, uno no es objetivo, pero alrededor —en casa, amiguetes, colegas y en los talleres de escritura— lo confirman. Así, de golpe y porrazo, se me ocurren cuatro grandes razones:

  1. Ilusión/diversión, que parece una soberana tontería, pero es como la gasolina: te pegas un chispazo y, ¡cagüentó!, qué forma de pegar un buen esprint.
  2. Encontrar un espacio para la crítica; o llámalo evaluación y corrección, que no siempre se tiene a mano y, cuando se tiene, a unos les puede el ego y a los otros la moderación.
  3. Saber qué leer, y leerlo (y hacerlo bien), y seguir empapándote y descubriendo nuevos autores, estilos, historias… Y esto se resume en una cita brutal de Stephen King que dice así: «Si no tienes el tiempo para leer, no tienes el tiempo o las herramientas para escribir.»
  4. Descubrir los manuales de escritura, y… ¡Agh!, ¡ya vale! ¡Dejadme! ¡Que no, joé, que no me he vuelto loco!

Comprendo la aversión frente a los manuales de escritura: soy el primero que cree que a escribir se aprende escribiendo (y leyendo), pero, tras agenciarme tres o cuatro (y hojearme en profundidad otros diez o doce), me he dado cuenta de que muchos de los típicos errores de narración son mucho más fáciles de comprender y, por lo tanto, de corregir con un par de estos textos cerca. Dicho esto, cada cual sabrá si le motiva la idea, o le parece una pérdida de tiempo, pero ahí va esta entrada con recomendaciones por si algún (intento de) escritor o escritora como yo se anima a darles una oportunidad.

Hace un tiempo, encontré un artículo (Los mejores manuales de escritura) sobre este tema en el blog del escritor argentino Alejandro Soifer, por si os sirve, pero la mayoría de los mismos están en inglés, habiendo «bastante» buena bibliografía en castellano. Por mi parte, la mayoría de los títulos los he sacado de las clases que estoy cursando en el Laboratori de Lletres:

Manuales de escritura en español

#1. Escribir. Manual de técnicas narrativas (Enrique Páez, 2005)

Es un manual centrado en cuento y novela, pero vale la pena porque es justo lo que no te imaginas cuando piensas en un manual de escritura. En serio. Muy ameno de leer y de fácil relectura; tiene sugerencias y ejercicios prácticos a los que, personalmente, no les he hecho ni puñetero caso, pero, en la distancia, parecen bien pensados.

Cómo no escribir una novela (Paidós)
¿Qué clase de MONSTRUO ha diseñado esta portada?

#2. Cómo no escribir una novela. 200 errores clásicos y cómo evitarlo (H. Mittelmark, y S. Newman, 2010)

Vale, la portada de la edición de Seix Barral es de lo peorcito (¿¡por qué coj*** quieren matar a ese gatito?!). Dicho esto, me pareció una idea brutal recoger y explicar las típicas pifias al escribir una novela: tópicos, argumentos mal planteados, realismo frente a verosimilitud… ¿Lo mejor? Que te echas unas risas y lo asimilas el doble de rápido.

#3. Libros peligrosos (Juan Tallón, 2014)

Tallón mola. Cómprate el puñetero manual.

Vale, alguna razón objetiva. Vamos a ver… Primero, vuelve a ser humor (bueno, casi siempre ironía); segundo, se dedica a diseccionar obras de la literatura universal (si no crees que te las vayas a leer todas, quizá puedas aprovechar los análisis que él hace); tercero, encontrarás cientos de textos comentados/evaluados en menos de 300 páginas.

#4. Los mecanismos de la ficción (James Wood, 2016)

Un manual reciente que todavía no he leído, por lo que no puedo recomendarlo. Para quien no lo conozco, Wood es una eminencia en lo que se refiere a crítica literaria, pero en sus obras más teóricas se ha criticado, en numerosas ocasiones, su prosa vaga y metafórica (aquí un ejemplo). Ahí va la sinopsis: «Uno de los críticos más destacados y elegantes de nuestro tiempo analiza la maquinaria de contar historias para plantearse algunas preguntas fundamentales: ¿Qué queremos decir cuando decimos que «conocemos» a un personaje de ficción? ¿Qué detalles son reveladores? ¿Cuándo funciona una metáfora? ¿Es el realismo realista? ¿Por qué algunas convenciones literarias quedan obsoletas mientras que otras se mantienen frescas?»

#5. Mientras escribo (Stephen King, 2016)

Vaya por delante: ni este ni los otros dos títulos que citaré a continuación son, técnicamente, manuales (¿no tienes bastante con los cuatro anteriores para empezar?). En lo que se refiere al autor de It (1986), leí por ahí que él era muy consciente de que una obra así se vería como si la puta del pueblo quisiera enseñar modales a la gente decente. Bueno, seguro que esa señorita podría enseñar un par de cosas sobre la decencia a cualquier mujer, y en lo que se refiere a King, lo borda. Sin embargo, ha habido muchas críticas sobre este libro, que no pretende ser un manual, pero mucha gente así lo cree; en cualquier caso, no difiere de aquel segmento del público que cree que va a encontrar la fórmula mágica del escritor en un único texto.

#6. Cómo se cuenta un cuento (Gabriel García Márquez, 2003)

En la misma línea que King, aunque mejor considerado por ser quien es. Gabriel García Márquez habla sobre el oficio y sobre aquellas claves básicas en la construcción de una historia. Lo tengo a medias, y, por ahora, solo diré que las divagaciones sobre el proceso creativo no me han terminado de atrapar. ¿Vale la pena? Sí, pero, aquí, me quedo con King.

#7.  Clases de literatura (Julio Cortázar, 2016)

Se trata de una obra que recoge las transcripciones de algunas de las clases de literatura que el escritor dio en Berkeley (California, EEUU) en 1980. El texto trata cuestiones en las que Cortázar era experto (cuento realista y fantástico, fatalidad…), así como otras con las que suele ser difícil de trabajar: humor, erotismo o ritmo y musicalidad del texto.

Otros manuales de escritura en español

Hace poco me facilitaron una lista bastante más extensa, por lo que la comparto aquí algunos títulos más para todos aquellos a quienes les pueda interesar. Estos últimos también son manuales teóricos, existiendo otros cientos o miles, con una importantísima diferencia con los aquí señalados: estos están escritos por autores consagrados y que, en su mayoría, viven o han vivido de la escritura, lo cual no es decir poco.

Pintarse las sonrisas

La niña surgió entre las calles del casco viejo como una exhalación. Alrededor, una decena de hombres vieron cómo permitía que un par de lágrimas la venciesen antes de desaparecer en dirección al mercado central. Tras ella, alguien disfrazado de payaso blandía un hacha y acariciaba suavemente la cuchilla. Ante la mirada estupefacta de los viandantes, soltó una débil carcajada y se perdió en el oscuro laberinto de calles que había expulsado a la pequeña.

Días después, la prensa internacional se inundó —en papel, y también en digital— de este tipo de sucesos. Payasos maléficos siembran el caos en una decena de ciudades francesas, podía leerse. Los payasos siniestros se inspiran en los vídeos de DM Pranks. Psicosis con los payasos en Estados Unidos: el escritor Stephen King ha dicho que… La moda de los payasos llega a España con el próximo Gijón Clown.

Payasos (vídeos DM Pranks)

—Los embajadores de la alegría, la COAI, Clowns of America International, dicen que la culpa de todo esto es de una serie de terror que está de moda —explica un hombre de pelo cano vestido de militar. Su mujer asiente, acariciando suavemente el pelo a la niña de las dos lágrimas.

A continuación, un hombre se acerca a la mesa. Pregunta si la pequeña quiere una figura hecha con globos. La niña pone los ojos como platos, salta de la silla y echa a correr lejos de la escena. Su padre se lleva instintivamente la mano hacia el muslo y grita palabras que mueren contra el laberinto de calles que les rodea.

Una niña de nueve años. Una niña de nueve años sola al atardecer, y problemas. Esta vez, aparecen con el fulgor rojizo del REC de una cámara semiprofesional y muy pocos escrúpulos. En escena, el payaso carga el hacha entre sus manos y camina tras ella; ella emite un grito ahogado y corre. Corre muy rápido, y cuanto más rápido corre la joven, más rápido se mueve el payaso. Cuantos más nervios impregnan las pequeñas calles vacías del centro histórico, más gritos, y más carcajadas, y quejidos, suben por las paredes.

Al pasar de los minutos, la niña encuentra  abierta la puerta de un edificio, y se lanza contra el interior. La niña no tiene tiempo de despistar a su perseguidor. La niña ve una máscara que se presenta entre las grietas de la entrada. La niña empuja la puerta resquebrajada con todas sus fuerzas.

Payaso Wasco (California)

Al otro lado, los rizos pelirrojos del payaso golpean la madera creando una armonía rítmica. Encerrada en el portal, busca posibles salidas: el edificio, a medio derruir; el edificio, sin electricidad, ni ascensor; solo un hueco oscuro y un entramado de cables amenazantes; las escaleras apenas son un recuerdo, cuyo único superviviente es un incierto camino hacia el sótano.

Entonces, echa a correr hacia la oscuridad. Mientras, el payaso abre la puerta sumergido en la misma melodía de golpes cadenciosos. Ella mira hacia la puerta: él ya no corre, solo arrastra los pies; los pasos se extienden por el suelo y una espiración entrecortada repta bajo la máscara. Se detiene. Golpea el hacha contra el suelo. No parece muy pesada, ni sólida, pero la joven jamás percibe eso.

Otra figura brota de la oscuridad del sótano un segundo antes de que la niña se lance a la carrera. Otro ser siniestro disfrazado de payaso. Su máscara es todavía más terrorífica: enseña los dientes, y unos grandes colmillos, y, por un instante más, se halla repleta de alguna sustancia que imitaba la sangre y acompañaba la caracterización que completa una motosierra Husqvarna de gasolina.

Aparece también el hombre de la cámara, otro Vértov prostituido al servicio de YouTube. Esta vez, la niña no llora. Solo coge una pequeña Walter PPK 380 del bolsillo de su chaqueta blanca y destroza la cara del payaso del sótano. Tiembla. El primer payaso se detiene, en seco. La imagen se congela, dentro y fuera de la cámara; la niña mira, inexpresiva, y el payaso deja caer el hacha; suena como el plástico, y, a continuación, como el plomo deformándose contra la carne.

El payaso cae al suelo, con una herida en el estómago; la niña corre hacia el exterior, y mira incrédula a ese devoto de un deformado cinéma vérité. La trama avanza, de improviso, con dos golpes más del percutor contra el fulminante. El primero, destroza la mano del Vértov; el segundo, atraviesa limpiamente el esternón.

Una voz dice:

—¿Por qué estos chicos tan dulces tienen que pintarse las sonrisas?

It (Stephen King)