Esa sensación en la nuca

Te has calmado. Bebes poco; trabajas, en algo; pero se te escapan las ideas. Mientras, llenas los días con cosas que no quieres hacer.

Tienes pareja; y ella y tú no sois el problema: os lleváis bien; todo es la leche, aunque aún era mejor cuando la gente no os decía todos los pasos que esperaban que siguierais.

Te levantas, trabajas, vas a comer, sacas al perro. Después intentas darle vueltas a qué hacer; o prescindes de ello, y miras hacia otro lado, hasta que cierras los ojos; y repites.

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Al ver el grafiti, alguien preguntó: «Cuando se acaben los árboles, ¿cuál será su dieta?«

El perro ladra, y te preocupa que el perro ladre, porque estás haciendo cosas; estás haciendo cosas que antes no te preocupaban en absoluto. Entonces suspiras. Pero ni tú sabes por qué suspiras. Quizá porque el perro se aburre, y no podéis salir a pasear. O porque ya son las once de la noche, y sigues con ese proyecto en mente. Ese, sí, el de la gran empresa, el de la empresa que te asegura continuar alzando tu propia infraestructura. Sigue leyendo «Esa sensación en la nuca»