¿Entonces nosotros no vamos? ¿Vais solas?

Parece ser que el esquema que han difundido las plataformas organizadoras para la manifestación de mañana ha levantado ampollas. No mentiré aquí, se veía venir, pero las opciones que ha ofrecido el movimiento feminista me parecen muy correctas. Si eres hombre y quieres ayudar, puedes facilitar la incorporación de cualquier mujer que, de otro modo, no podrá asistir: hacer la comida para que tu madre se vaya para el centro, o tu pareja, o cuidar a los hijos de tu hermana, lo que sea.

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Viñeta de Flavita Banana sobre la manifestación de mañana.

Hay muchos supuestos que no todos compartimos: yo no comparto esa locura, a mis ojos, de convertir la paridad de género en paridad lingüística, ni de quitar arcaísmos o vulgarismos de un diccionario porque la actualidad nos dice que nuestros antepasados se equivocaron. Tengo serias dudas sobre si es justo que un hombre que pueda ir a apoyar el feminismo tenga que quedar relegado a un espacio concreto, o que tenga lógica la propuesta de ceder el sueldo del día de ellos a ellas: las huelgas son huelgas, y cuestan lo que cuestan. Pero no perdamos lo que sí es evidente: no se trata de postureo, ni debería tratarse de un día, y esto quizá es lo más importante. Mañana habrá aciertos y habrá errores, pero el objetivo está claro: la lucha por una igualdad real.

Quitémonos de la cabeza que hay que ayudar a empoderar a alguien, coño, que ya se empoderan ellas solitas (y lo hacen de puta madre). Si queremos y podemos ayudar, fantástico; ¿que somos hombres y no queremos? Bueno, en ese caso, nadie nos ha pedido nada, porque esto no va de nosotros, sino de ellas: solo va de nosotros en la medida en la que podemos facilitar la igualdad. Y ¡qué coño!, en todo caso, como mucho de mí, que ya nací feminista de libro un ocho de marzo de hace, mañana, treinta y dos años.


NdA: Para no «contaminar» la columna, que, además, hoy, es bastante breve, no he hablado sobre el tema de la prohibición de Matar a un ruiseñor de Harper Lee (1960) y Las aventuras de Huckelberry Finn (1835) de Mark Twain por contener la palabra nigger, pero me parece un ejemplo «clarisísimo» de corrección política mal aplicada, que, desde mi punto de vista, también se está haciendo con el lenguaje en España con iniciativas por el uso de castellano no sexista con las que no estoy de acuerdo. Aquí más sobre el tema.

Y también ser heroínas

Y también ser heroínas es el vigésimo séptimo relato de mis 52 retos de escritura para 2017. Pero es mucho más: es un grito contra el machismo y la violencia que muchos malnacidos y malnacidas creen que sigue siendo una opción. #NiUnaMenos

Julia se sentía morir por dentro a cada instante. Sentía el líquido blanco mojar sus bragas y gotear contra el suelo. Sentía las muñecas amoratadas y doloridas; las lágrimas secas y la hinchazón de sus ojos. Se sentía sucia, y rota, y no se sentía ella: lo que sintió aquella noche, lo sintió todas las noches.

En esa marabunta de pensamientos que la acorralaban como hizo aquella cuadrilla de fieras en un callejón, ella ya no era ella. Cuando se hizo realidad, cuando se sentó a testificar por primera vez en comisaría frente a dos policías que también odiaba sin saber cómo no hacerlo, se sintió deshacer desde el interior, licuarse a sí misma, desaparecer. El mundo dejó de ser el mundo, y se convirtió en un lugar que se alejaba tras una pantalla, pero ya no era mundo: había expirado el color, y mostraba su cara más negra.

En los meses siguientes, su vida terminó de derrumbarse: su novio la dejó: no sabía encajar algo así (¿y ella?), su familia…, ¿qué podía hacer su familia? e incluso el suicidio solo remitió un nuevo fallo: otra imperfección. Mientras tanto, mientras se deshacía, mientras moría en vida y se llenaba el estómago de somníferos, el juez vio pruebas suficientes para encarcelar a sus cinco verdugos. Estos y sus cómplices le enviaron un detective privado nada más salir por la puerta de su casa; nada más sonreír tímidamente, u olvidar, por un instante, que había sido víctima. Querían conseguir pruebas tras una cerveza, una sonrisa o un chico que la cuidara; querían salvar sus asquerosos culos. El egoísmo en estado puro; el egoísmo que viola en grupo a una chica de dieciocho; el egoísmo que pregunta por qué habló con ellos entonces, por qué no opuso más resistencia, por qué había bebido: por qué.

Soy la mujer de mi vida

Julia sabe lo que es el miedo; no puede empatizar, no con ellos, no ahora, quizá nunca, pero sabe que esa estúpida pregunta es fruto de ese miedo que se percibe frío, como un espasmo de incertidumbre en la columna, un miedo tan atroz que ni las bestias merecen sufrir: ese miedo que le insertaron a la fuerza en un portal de Pamplona; antes de violarla, mientras la violaban, por siempre jamás.

Y aun con ese miedo, Julia camina firme meses después en el Tribunal de Justicia; y quizá por ese miedo responde fría y certera a todas y cada una de las preguntas. No es cuestión de ser una heroína para el pueblo, ni de dejar atrás lo que ocurrió (eso nunca sucederá), sino de encontrar algo de paz en nuestra imperfecta justicia. De alcanzar cinco condenas ejemplarizantes que trabajen, de veras, para mitigar una parte del mal que corrieron a hacer la semana en que bestias más nobles habían muerto en el ruedo; y de un precedente que, poco a poco, se convierta en la senda que degüelle el machismo y la violencia. Quizá es soñar aún, pero compartir este ideal mantiene viva a Julia, y a todas las mujeres, a las que temen, y a las que son violadas, asesinadas o agredidas. Mujeres que solo son mujeres, y, en este puto mundo, también son heroínas.

El cumpleaños de un feminista

Sería bueno mirarse el ombligo y reconocer ese pequeño lazo ya invisible que nos une a unos y a otros; recordar que todos debemos la vida a una mujer. Recordarlo; respetar lo que somos —lo que fuimos—, y matarlas, pero a besos, y comprenderlas, solo entre caricias, y sorprenderlas, esforzándonos por ser mejores personas.

Es el Día de la Mujer Mundial – Javier Ruiz (2015)

Hoy, Twitter resplandece bajo hashtags como #NosotrasParamos o #DiaInternacionalDeLaMujer. También la prensa y la blogosfera; ¡el WhatsApp incluso! Las mujeres toman literal y metafóricamente las calles, para evitar que sigan arrebatándoles más vidas, más derechos, más libertades; y los hombres de verdad, ahí deberían estar: junto a ellas, apoyándolas; respaldando cada una de sus reivindicaciones. No por necesidad, sino por justicia. Gritando con todas ellas por un cambio real; un cambio que cada vez está más cerca y que, henchido de las desgracias que nos legó el 2016, ha levantado el vuelo para alcanzar el lugar que le corresponde a la mujer en nuestra sociedad.

Graffiti de Laila Ayawi: WOW Unchained
Graffiti de Laila Ayawi en el encuentro de 2015 en El Cairo, bautizado como WOW Unchained.

Hay quien sigue pensando que la brecha salarial es un cuento; que el «iba provocando» es un atenuante, y que el feminismo que exige su papel en sociedad nos remite al hembrismo, y no a una justicia e igualdad real que, poco a poco, conseguiremos alcanzar entre todos. Hay hombres y mujeres que piensan así; que piensan que solo hay un tipo de feminismo, y que no se puede ser feminista vistiendo un hiyab o enseñando los pechos; personas que creen que pueden domesticar el feminismo, adaptarlo a sus cánones: simplificarlo.

A mí el feminismo me ha enseñado que somos libres. Libres para acertar y para equivocarnos, para cambiar el mundo o para invertir todas nuestras energías en aquellas batallas que decidimos librar; me ha enseñado que las diferencias son escasas o enormes dependiendo de cada hombre y de cada mujer, y casi siempre maravillosas; y que aquello que nos define e, indefectiblemente, nos une a todos es inmensamente más importante que lo que nos diferencia.

Existen distintos tipos de feminismo: asúmelo ;-)Hoy es mi cumpleaños. Cumplo 31. Nací en 1986, a las tres de la madrugada, por lo que mi madre siempre dice que ya llegué dispuesto a dar por saco a todo quisqui. Y, además, tengo fama de ser «criticón» y puntilloso, pero si hay algo que nunca me ha molestado es compartir mi día con una lucha que, a medida que todos crecíamos, se volvía más necesaria, más fuerte, y más imparable.

Supongo que hoy es mi día, pero me alegra sentir que también es el día de mi la mujer que decidió pasar sus días junto a mí, de mi madre, de mis amigas, y compañeras, y de todas aquellas que, lo sepan o no, ayudan a construir un mundo más justo para todos y todas.

Leia y el sexismo

Santiago Segura se despedía de la princesa Leia con una fotografía de su bikini dorado. Sobre ella, había un texto escueto como corresponde a todo buen tuit: «No, por favor, Carrie no…»

Saltaron todas las alarmas. Una sirena sonó en el centro de operaciones de Locas del coño y otros cientos de blogs y asociaciones feministas, y algunos de sus miembros se lanzaron por una barra de bomberos dejando atrás gritos de indignación. Se dirigían a Twitter, y a otras redes sociales, a quejarse de la despedida de Santiago: machista, cosificadora, irresponsable; para muchos, incluso de mal gusto.

Carrie Fisher (tuit, Santiago Segura)Una prenda metálica sobre la que Carrie Fisher tuvo durante tres décadas sentimientos encontrados. Una fotografía hipersexualizada que se encuadra en una época y que, hoy, no tendría sentido aceptar; pero también una parte de la historia de todos, y sobre todo de Fisher, que sería muy imprudente cubrir.

Disney entendió que la Leia esclava del bikini dorado no tenía sentido en el siglo veintiuno —aunque no retiró la figura de acción hasta este año pasado—, y, del mismo modo, se lo hizo saber Carrie a Daisy Ridley, nueva heroína de la saga, a quien le advirtió que pelease con uñas y dientes por su vestuario.

Sin embargo, para algunos de nosotros, Santiago Segura erró por duplicado al hacer desaparecer la fotografía del bikini dorado. Para no enfrentar la ira de un feminismo mal entendido, quien le acusaba de compartir una imagen sexualizante, sexista y denigrante: afirmaciones con las que la propia princesa estaba en desacuerdo.

Lo que no entienden parte de opiniones contrarias a Segura, ni el mismo Santiago por lo que parece, es que la Leia del bikini dorado está en nuestra memoria, en Internet, y, por supuesto, también en El retorno del Jedi de 1983, y que, para bien o para mal, es una Leia más: junto a la Leia-princesa, la Leia-primera heroína del cine de acción y la mujer brillante dentro y fuera de la pantalla. Por ello, no tiene ningún sentido imponer opiniones y dictar juicios y sentencias sobre los sentimientos que enfrentó el director madrileño tras la muerte de la actriz, ni sobre lo que recordaba el niño de Carabanchel que soñaba con ewoks, X-Wings y estrellas de la muerte.

Carrie Fisher (DEP, homenaje)

Si exigimos respeto, libertad de opinión y autonomía para la mujer, también debemos predicar con el ejemplo, y permitir que el prójimo la cague, rectifique, y, sobre todo, ofrezca su propio punto de vista, sea políticamente correcto o no; mientras tanto, podremos seguir tratando de segmentar aquello que creemos que está bien y que está mal de nuestra historia temprana y de nuestra actualidad. Y, no obstante, comprendo que estas imágenes por sí solas hacen bien poco para ayudar a prevenir casos de cosificación y de machismo, y ahí es donde debe entrar el discurso, la crítica, el diálogo razonado, el equilibrio de la Fuerza, que aquí nos llega que ni pintado.

Para mí, la Leia del bikini dorado podía ser una Leia sometida por Jabba el Hutt, esclavizada, sexualizada, reducida, pero también una Leia que nunca se quebró, que aguardó su momento y se cobró su venganza; una Leia que supo reírse de sí misma en Rolling Stones y una Leia más a recordar: porque en España somos mucho de guardar bajo la alfombra, ¡y qué coño!, ahí no cabe todo.

Cada cual debería homenajear, y enfrentar la vida y la muerte como mejor sepa, y no siempre se antoja fácil cuando una verdadera defensora de la galaxia escapa hacia las estrellas…

Descansa en paz, Carrie.

Carrie Fisher (homenaje, 2)


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La importancia de hacerse cargo

Medio en broma, medio en serio, mi padre siempre tuvo miedo de que yo fuera gay. No sé si fue por el colegio de curas, una infancia extraña o las cábalas que se hacía sentado en el gres del comedor de madrugada, pero nunca entendí tanta preocupación. Durante más de veinte años, tampoco pisamos demasiado la cocina, ni él, ni yo, ni mis hermanos, ni se nos exigió ir a la compra, o limpiar lo que ensuciábamos, o… qué sé yo, hacer una sopa.

Como siempre, aquí también hay una historia detrás. En lo que respecta a mi viejo, estuvieron los orfanatos y el romperse las pelotas para llevar dinero a su madre y a sus dos hermanas desde su adolescencia en el Turó de la Peira. ¿Y de dónde surgía esa complicidad materna? Qué sé yo (de nuevo); de la propaganda franquista, de los abuelos, de la aldea en Orense, de lo que suponían que tenía que ser.

Machismo (viñeta)

Ayer, me reencontré con Hernán Casciari a través del ordenador. Reconozco en mí un gran fan de sus cuentitos y de sus historias, y me avergüenza no haber comprado nunca ni uno de sus libros. Una de las razones puede ser que me imagino sus textos repletos de anécdotas futbolísticas (¿qué les pasa a todos los argentinos con el fútbol y con Messi?) y, de vez en cuando, temo, o temía, toparme con un bombazo machista que me agriase el resto de la lectura. Hoy, quizá los compre: tras poco más de veinte líneas que actualizó en el Facebook, me sentí aliviado. Por título, Me hago cargo, sin redundar; sin sentimentalismos; sin darle vueltas al mismo tema, ni buscar un modo más bello de soltarlo.

También debatí sin argumento en sobremesas acaloradas y salieron de mi boca dos frases infames: «No todos los varones somos así» y «Estoy en contra de todo tipo de violencia».

«Sin saberlo, yo era un machista más, era parte del problema, y voy a cambiar.» No se me ocurre nada más bonito que ver cómo las cosas empiezan a mejorar. Sobre todo esta semana. Sobre todo por Lucía Pérez, esa niña de dieciséis años que fue violada, y empalada, y asesinada en Mar de Plata. Sobre todo hoy, cuando Lucía solo es un número más, otra mujer que exige justicia tardía, un recordatorio de que vamos tarde, de que no podemos permitirnos no ser feministas, no luchar por una igualdad real, porque cualquiera pueda vivir y moverse sin miedo a ser incomodada, violada, maltratada o asesinada.

Casciari hablaba sobre el movimiento Vivas Nos Queremos, cuyo principal eslogan es #NiUnaMenos. Al final del mismo, el subconsciente le traicionaba una vez más, y les decía a todas esas minas, como diría él y cualquier otro argentino de a pie, que nuestros nietos estarán muy orgullosos de ellas.

Hank Scorpio - Los Simpson

Y es que el futuro es de todos. La lucha contra el machismo y la violencia de género debe ser de todos, y, sobre todo, debe ser inclusiva, tanto en lo que se refiere a sus protagonistas, como a las pequeñas cosas que amenazan con mantener un sistema desigual y los horrores que en él se siguen gestando. Porque son estas pequeñas cosas las que terminan por joderlo todo.

Ya lo decía aquel villano que parodiaba a Richard Branson y contrató a Homer Simpson para ofrecerle una vida idílica junto a su familia en Cypress Creek: «No hay nada que hacer. Las pequeñas cosas son las que hacen la vida.»

Pero al contrario. Hay mucho que hacer todavía.