No es cuánto, sino cómo

El otro día murió David Delfín. Tenía 47 años. Algo así como 17.155 días: 411.720 horas: 24.703.200 minutos… Ya os hacéis una idea.

Apenas conocía el trabajo de Delfín; tampoco el de Bimba, sobre quienes, en la distancia, solo puedo advertir que otros vieron algo especial, pero no yo. Exactamente lo mismo que me ocurre con algunas de las chicas que Almodóvar cree haber hecho suyas en muchos de sus filmes: necesitarías los ojos de otra persona.

David Delfín y Bimba Bosé
Fotografía del diseñador David Delfín junto a la modelo Bimba Bosé.

Por lo tanto, y como siempre, para lo que algunos allegados fue un mundo y un golpe durísimo, para el resto quedó grabado en un titular de hemeroteca. Eso es más de lo que deja atrás la mayoría, quienes se contentan con una esquela o un linaje de consanguinidad; pero tampoco engañaré a nadie si digo que, para muchos, también es un pensamiento recurrente.

Yo mismo, frente al ataúd de mi abuelo, pensaba: ¿Cómo un hombre tan bueno no ha conseguido llenar de asistentes el tanatorio entero? Más tarde comprendí que el padre de mi madre tenía otra virtud: no solo era bondadoso, sino que también fue siempre alguien sencillo. Con mi padre, ocurrió algo similar; pensaba: ¿Cómo alguien que no solo ha sido buena persona, sino que ha tenido un gran éxito en los negocios «solo» ha conseguido llenar un tanatorio hasta la bandera? Quizá tenga suerte, y, algún día, alguien piense sobre esto mirando el mío.

Lo cierto es que, aunque sabía de muchos aspectos de la vida de mi abuelo, o de mi padre, una amplia mayoría quedaron a oscuras y se perdieron bajo una tumba; en realidad, entre porcentajes, es difícil que conozcamos más allá de una escueta cifra a quienes conviven entre nosotros; en realidad, quizá conocemos un 1 % de la vida de nuestro artista favorito y un 3 % de la de nuestro padre. Difícilmente sabremos a cuántas chicas amó, o qué escondían sus silencios; jamás entenderemos cuántos miedos ocultó al mundo, ni el porqué, y eso es maravilloso, fascinante e irrepetible.

El hijo del hombre de René Magritte (1964).

Una vida es algo mágico, ¿y cuántas veces lo olvidamos? Sentimientos y emociones que quizá nadie más experimentó nunca; caminos que no volverán a recorrerse del mismo modo, personas que el azar unió una vez entre miles y miles de años, seres que el azar creó entre miles de millones de partículas… Confundimos la unicidad de cada una de nuestras existencias con la importancia que estas tienen en el universo. Puede que él, como diseñador de moda, nunca pensase en la importancia de cada uno de nosotros en el cosmos, ¿pero acaso habría escrito estas líneas si alguien a quien jamás conocí no hubiese muerto este mes?

David Delfín murió el día 3 de junio. Eso es hace 24 días: 576 horas: 34.560 minutos… Ya os hacéis una idea: desde entonces, ha transcurrido un 0,14 % del tiempo que él vivió, así que, quizá, y solo quizá, la clave no sea cuánto, sino cómo.