El final de Seinfeld

Estas semanas he vuelto a ver Seinfeld. Creo que puse Netflix, me enganché unos días a los primeros episodios de Comedians in Cars Getting Coffee; me desenganché a media temporada, y volví a reencontrarme con la sitcom por antonomasia, again. Como no vengo a hablar de la serie en sí misma, solo mencionaré dos cosas igual de inquietantes, lo viejo que ha sido siempre Jason Alexander (o lo joven: no sé), y lo buena que es Julia Louis-Dreyfus como actriz.

La cosa es que, a golpe de repetición, como pasa con Los Simpson, hay capítulos que se te graban: el sopero nazi, el del bolígrafo de Jack Klompus, el del póster de George medio desnudo, el del detective de la biblioteca… Muchos. ¿Mi favorito? Creo que The Opposite, donde George hace todo lo contrario a lo que haría y las cosas le van a las mil maravillas (¡incluso le fichan los New York Yankees!), pero es que, si por mi fuera, Seinfeld sería más Constanza(s).

Seinfeld (actores, protagonistas)
Los protagonistas de la serie: Cosmo Kramer, George Costanza, Elaine Benes y Jerry Seinfeld.

Aun así, no me acordaba del final. Algo me sonaba, que la novena temporada pegaba bajón, pero no cómo terminaba. Y va un spoiler ahora. Arrestan a la cuadrilla, riéndose de un chico gordo  y son encarcelados y llevados a juicio con posible pena de prisión. La serie se saca de la manga la ley del buen ciudadano y, con esta excusa, se arma un juicio de tres pares que concentra en un pueblo —Latham, Albany— a los principales secundarios de la serie: las parejas, el sopero nazi, el abogado de Kramer, las familias, y… ¡Newman! El capítulo en sí mismo es un refrito con cierre, pero vamos a dejarlo pasar, porque lo que me sorprendió fue otra cosa.

Buenos chistes, malas personas

Jerry, George, Elaine y Kramer son malas personas. Los cuatro. Son muy malas personas, en realidad. No por haber dejado que robasen a un señor bien rollizo sin hacer nada, sino que le han grabado, se han reído de él e incluso se han sorprendido, porque tampoco son conscientes de que son malas personas. Esto… no gustó. Me imagino a la gente de los noventa, explotándoles la cabeza. Pensando: «Si son misóginos, homófobos, egoístas, vanidosos y rencorosos… ¿qué dice eso de mí como espectador?, ¿por qué les he estado riendo las gracias?»

El del restaurante chino (Episodio, Seinfeld)
Episodio 2×11: El restaurante chino

Si Elaine arruina al sopero nazi cuando este le regalaba un mueble a Kramer; si Jerry provoca que un inmigrante paquistaní tenga que volver a su país deportado, y se la suda; si Elaine va a comprobar si el posible rollo de Jerry tiene las tetas operadas… Y si has visto la serie, empiezas a caer en situaciones: las langostas de Kramer, todo quisqui hablando sin interesarse mínimamente por los demás, George alegrándose de la crisis nerviosa de Lloyd Braun, o totalmente indiferente ante la muerte de su prometida; en cada capítulo, hay media docena.

¿Es un buen final para Seinfeld?

En España, tenemos una palabra que les faltaba a los yanquis, porque los yanquis tuvieron muchas cosas, pero no a Valle-Inclán. Aquí nació el esperpento, porque solo un género literario como ese podía representar la realidad grotesca más castiza. Si los norteamericanos lo hubiesen sabido, no se habrían sentido tan mal. Seinfeld, como serie, es exactamente eso, y lo peor que se puede decir del final es que traiciona su propia esencia. Los cuatro eran malos, malos de pelotas, pero pasaban desapercibidos en un microcosmos con profesores de gimnasia sádicos, niños burbuja psicóticos o dentistas que se convierten al judaísmo para poder contar chistes de judíos.

The Strike (Festivus!)
Episodio 9×10: La huelga (Happy Festivus!)

Si nos ponemos moralistas, ¿qué sentido tiene castigar a esos cuatro? Parafraseando a Marge y al jefe Wiggum, se cumple lo del episodio de Marge, la Loca (Marge está loca, loca, loca, loca, BABF18). «¡Usted dijo que la justicia no podía ayudarme!», y contesta Wiggum: «Ayuda, no. ¡Pero sí castigo!»  Ellos, y las personas de su órbita más próxima (los Seinfeld, los Costanza, etc.), no ven más allá de ese pequeño mundo, y demuestran que, fuera de las pantallas, algo así nunca podría funcionar.

Por algún sitio leí algo de que era una metáfora relacionada con una obra de teatro…

En cualquier caso, aunque Seinfeld siempre fue el que menos me gustó, me quedo con el de la serie, que el de la vida real parece más idiota: ¡no quiso darle un abrazo a Ke$ha! Es broma, pero me da en la nariz que sí que arrastra alguna crisis de mal envejecer, porque necesita fardar de coches cada cinco minutos, ¿no?

Queda algo pendiente, algo muy inquietante a lo que no puedo dejar de darle vueltas.

¿El menos malo era Newman?

No jodas.

Manuales de escritura

Este año lo despido enfrascado en un curso de novela; lo despido, y así comenzaré el siguiente. Si no recuerdo mal, confesé que el salto entre el relato y la novela me había jugado una mala pasada, y, en mis jornadas de escritura, parece que lo estoy empezando a subsanar. Claro, uno no es objetivo, pero alrededor —en casa, amiguetes, colegas y en los talleres de escritura— lo confirman. Así, de golpe y porrazo, se me ocurren cuatro grandes razones:

  1. Ilusión/diversión, que parece una soberana tontería, pero es como la gasolina: te pegas un chispazo y, ¡cagüentó!, qué forma de pegar un buen esprint.
  2. Encontrar un espacio para la crítica; o llámalo evaluación y corrección, que no siempre se tiene a mano y, cuando se tiene, a unos les puede el ego y a los otros la moderación.
  3. Saber qué leer, y leerlo (y hacerlo bien), y seguir empapándote y descubriendo nuevos autores, estilos, historias… Y esto se resume en una cita brutal de Stephen King que dice así: «Si no tienes el tiempo para leer, no tienes el tiempo o las herramientas para escribir.»
  4. Descubrir los manuales de escritura, y… ¡Agh!, ¡ya vale! ¡Dejadme! ¡Que no, joé, que no me he vuelto loco!

Comprendo la aversión frente a los manuales de escritura: soy el primero que cree que a escribir se aprende escribiendo (y leyendo), pero, tras agenciarme tres o cuatro (y hojearme en profundidad otros diez o doce), me he dado cuenta de que muchos de los típicos errores de narración son mucho más fáciles de comprender y, por lo tanto, de corregir con un par de estos textos cerca. Dicho esto, cada cual sabrá si le motiva la idea, o le parece una pérdida de tiempo, pero ahí va esta entrada con recomendaciones por si algún (intento de) escritor o escritora como yo se anima a darles una oportunidad.

Hace un tiempo, encontré un artículo (Los mejores manuales de escritura) sobre este tema en el blog del escritor argentino Alejandro Soifer, por si os sirve, pero la mayoría de los mismos están en inglés, habiendo «bastante» buena bibliografía en castellano. Por mi parte, la mayoría de los títulos los he sacado de las clases que estoy cursando en el Laboratori de Lletres:

Manuales de escritura en español

#1. Escribir. Manual de técnicas narrativas (Enrique Páez, 2005)

Es un manual centrado en cuento y novela, pero vale la pena porque es justo lo que no te imaginas cuando piensas en un manual de escritura. En serio. Muy ameno de leer y de fácil relectura; tiene sugerencias y ejercicios prácticos a los que, personalmente, no les he hecho ni puñetero caso, pero, en la distancia, parecen bien pensados.

Cómo no escribir una novela (Paidós)
¿Qué clase de MONSTRUO ha diseñado esta portada?

#2. Cómo no escribir una novela. 200 errores clásicos y cómo evitarlo (H. Mittelmark, y S. Newman, 2010)

Vale, la portada de la edición de Seix Barral es de lo peorcito (¿¡por qué coj*** quieren matar a ese gatito?!). Dicho esto, me pareció una idea brutal recoger y explicar las típicas pifias al escribir una novela: tópicos, argumentos mal planteados, realismo frente a verosimilitud… ¿Lo mejor? Que te echas unas risas y lo asimilas el doble de rápido.

#3. Libros peligrosos (Juan Tallón, 2014)

Tallón mola. Cómprate el puñetero manual.

Vale, alguna razón objetiva. Vamos a ver… Primero, vuelve a ser humor (bueno, casi siempre ironía); segundo, se dedica a diseccionar obras de la literatura universal (si no crees que te las vayas a leer todas, quizá puedas aprovechar los análisis que él hace); tercero, encontrarás cientos de textos comentados/evaluados en menos de 300 páginas.

#4. Los mecanismos de la ficción (James Wood, 2016)

Un manual reciente que todavía no he leído, por lo que no puedo recomendarlo. Para quien no lo conozco, Wood es una eminencia en lo que se refiere a crítica literaria, pero en sus obras más teóricas se ha criticado, en numerosas ocasiones, su prosa vaga y metafórica (aquí un ejemplo). Ahí va la sinopsis: «Uno de los críticos más destacados y elegantes de nuestro tiempo analiza la maquinaria de contar historias para plantearse algunas preguntas fundamentales: ¿Qué queremos decir cuando decimos que «conocemos» a un personaje de ficción? ¿Qué detalles son reveladores? ¿Cuándo funciona una metáfora? ¿Es el realismo realista? ¿Por qué algunas convenciones literarias quedan obsoletas mientras que otras se mantienen frescas?»

#5. Mientras escribo (Stephen King, 2016)

Vaya por delante: ni este ni los otros dos títulos que citaré a continuación son, técnicamente, manuales (¿no tienes bastante con los cuatro anteriores para empezar?). En lo que se refiere al autor de It (1986), leí por ahí que él era muy consciente de que una obra así se vería como si la puta del pueblo quisiera enseñar modales a la gente decente. Bueno, seguro que esa señorita podría enseñar un par de cosas sobre la decencia a cualquier mujer, y en lo que se refiere a King, lo borda. Sin embargo, ha habido muchas críticas sobre este libro, que no pretende ser un manual, pero mucha gente así lo cree; en cualquier caso, no difiere de aquel segmento del público que cree que va a encontrar la fórmula mágica del escritor en un único texto.

#6. Cómo se cuenta un cuento (Gabriel García Márquez, 2003)

En la misma línea que King, aunque mejor considerado por ser quien es. Gabriel García Márquez habla sobre el oficio y sobre aquellas claves básicas en la construcción de una historia. Lo tengo a medias, y, por ahora, solo diré que las divagaciones sobre el proceso creativo no me han terminado de atrapar. ¿Vale la pena? Sí, pero, aquí, me quedo con King.

#7.  Clases de literatura (Julio Cortázar, 2016)

Se trata de una obra que recoge las transcripciones de algunas de las clases de literatura que el escritor dio en Berkeley (California, EEUU) en 1980. El texto trata cuestiones en las que Cortázar era experto (cuento realista y fantástico, fatalidad…), así como otras con las que suele ser difícil de trabajar: humor, erotismo o ritmo y musicalidad del texto.

Otros manuales de escritura en español

Hace poco me facilitaron una lista bastante más extensa, por lo que la comparto aquí algunos títulos más para todos aquellos a quienes les pueda interesar. Estos últimos también son manuales teóricos, existiendo otros cientos o miles, con una importantísima diferencia con los aquí señalados: estos están escritos por autores consagrados y que, en su mayoría, viven o han vivido de la escritura, lo cual no es decir poco.