El fantástico Bob

Bob se desperezó en lo alto de la cama. Allí esperó un rato, pero Javier olvidó moverlo esa mañana —él no podía— y no tardó en escuchar la puerta varias veces. Primero, imaginó cómo salían a pasear a los perros, y el gato se acercó ronroneando con parsimonia para darle los buenos días; como contrapartida, él le obsequió con una gran sonrisa.

Después, le pareció que volvían a entrar, y seguidamente pudo oír cómo dejaban las correas en el recibidor y tomaban un café rápido entre prisas.

Luego, más tarde, quiso avisarles de que todavía seguía en la habitación, y no en el estudio, donde solía matar el tiempo de las mañanas; acogiendo, poco a poco, el hábito; sentado en una silla, en silencio, esperando a que apareciesen los primeros rayos del sol de invierno.

Uno de los tres podría ser Bob... ¡Vale, de acuerdo! No tiene relación. Pero me pareció muy maja...
Anverso de dos cajas de cerillas checoslovacas con un mono, una cabra y un cerdo. (Fuente original.)

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