Taurinos y antitaurinos: piedras y palabras

Habrá quien piense que no es causa para tales consecuencias; también quien en la vida de un toro reconozca la suya propia.

Las cosas se solucionan hablando, nos decían nuestros padres. La mayor mentira jamás contada. Históricamente, las cosas se solucionan a hostias, a guerras, a espadazos, a tiros y, alguna que otra vez, a través del diálogo. Excepto esto último, todo lo anterior está mal, pero mal de fatal, claro que sí, pero ya somos gente adulta y no gusta que nos endulcen la verdad.

Ayer se empezó a compartir un vídeo sobre una agresión a dos activistas antitaurinas durante los correbous. Los correbous son una tradición basada en el maltrato animal que se mantiene en Cataluña; si nunca los has visto, se trata de encierros de toros, vacas y vaquillas a los que se patea, apalea, veja, con ayuda de todo tipo de plataformas y útiles en una plaza de toros.

El más famoso de todos ellos es el bou embolatEmbolat en catalán viene de bolas, como las dos que se le atan a los cuernos una vez se le ha inmovilizado en el suelo y que se prenden para que se queme los ojos mientras corre asustado por el municipio; también hay quien arrastra al toro por la calle, como la fiesta del capllançat de Les Cases d’Alcanar. Todos son correbous, y los correbous, al igual que la mayoría de espectáculos de tauromaquia o maltrato animal, son Bien de Interés Cultural o Patrimonio Cultural Inmaterial para España y para sus comunidades autónomas.

Puedes firmar aquí contra los correbous.

Como consuelo, nos dejan a un animal torturado, pero no asesinado como en cientos de plazas de toros de toda la península, o en Tordesillas. Y a razón de esta agresión y del próximo septiembre en el municipio vallisoletano, un grupo de aficionados al boxeo de Sant Adrià del Besós conocidos como Chatarra’s Palace ha explotado: «El Toro de la Vega no está solo este año.» Y no solo prometen moverse, sino defender al toro y defenderse a sí mismos de cualquier tipo de agresión. Buscando la participación activa, por supuesto.

Habrá quien piense que no es causa para tales consecuencias; también quien en la vida de un toro reconozca la suya propia, y termine por cornear en alguna dirección. En los comentarios que han aparecido por todas partes desde ayer, se leen opiniones contrapuestas. Hay quien apoya ir un paso más allá, y hay quien lo considera ponerse al nivel del agresor.

Bou embolat - Toro embolado en una "fiesta"

Probablemente, la pregunta sea otra. Quizá la pregunta sea: ¿quieren los taurinos dialogar acaso?, ¿y el gobierno?, ¿es posible un cambio por la vía política o social tras tanta cultura desangrándose en la arena de una plaza? Mahatma Ghandi, arquetipo de la resistencia a través de la no violencia, dijo: «Cuando una ley es injusta, lo correcto es desobedecer.»

http://www.youtube.com/watch?v=fahHi6zhk2M

¿Qué debemos hacer? ¿Esperar al siguiente Rompesuelas? ¿Seguir poniendo la otra mejilla? ¿Plantarnos año tras año en un escenario que agrede ante las palabras y la no-acción? ¿Continuar suplicando ayuda a unos políticos sordos que siguen sin tener presente la opinión de una mayoría contraria a la tauromaquia y al maltrato animal?

Para terminar este batiburrillo de ideas, he recordado un consejo horrible que alguien me dio, hace muchos años, parafraseando al filósofo Anaxágoras:

—Si te engañan una vez, no es tu culpa; si te engañan dos, sí —dijo.

—¿Y si alguien alguien me pega? —le pregunté.

—Más o menos lo mismo —contestó. Si te pegan una vez, ya sabes, no es tu culpa.

—¿Y si me pegan más veces? —le pregunté.

Prueba con una patada en los cojones —respondió.

Así funciona el mundo de hoy, entre sutilezas que pasan inadvertidas para la mayoría hasta que ya es demasiado tarde.

‘Sigo a tu lado’, dijo él

No importa dónde ocurran las historias de perros. A diferencia de las nuestras, la mayoría se vuelven universales; o quizá ya nacen así. ¿Qué son, acaso, sino instantes libres de prejuicios?; situaciones donde una mala experiencia siempre alcanza una lección, una sonrisa o una mirada de complicidad.

La última nos llegaba hace unos días de EE. UU. Allí, en Vashon, un setter irlandés salvó con su lealtad a su compañera, una basset hound llamada Phoebe. Es una de esas noticias que nos habla de aquello de en las buenas y en las malas, de aprender un poco a ser más animales (en el buen sentido), de preocuparse por las cosas que realmente importan.

Tillie y Phoene, los dos perros protagonistas en Vashon (Washington, EE.UU)

De vez en cuando, también traspasan noticias de sabor agridulce: está la de aquella animalista que se suicidó con sus perros por convicción (equivocada), y también las miles y miles de granjas, mataderos y otros centros que, como si de una extensa frontera se tratase, dividen las opiniones de animalistas y no animalistas.

En esta otra franja de tierra, quedan los febreros que temen los galgos, las rehalas de los podencos, las constantes carreras apresados por un coche o una moto… A diez mil pies de altura, un hombre cambia el rumbo de un avión para salvar a un único perro aterrado en la bodega; a 500 kilómetros de Damasco, un adolescente de 17 años junto a su perro hacia Turquía con la intención de alcanzar a pie la isla de Lesbos; en ese mismo instante, miles y miles de animales sueñan con que alguien los recuerde siquiera.

El burro Capitán, ya recuperado, en Almería

Mueren asfixiados por no encontrar alguien que dé sentido a su vida —aunque quizá ellos quisieran seguir buscándolo, ¿no?—; por nuestra incompetencia, por ignorancia también; guillotinados por no ver más allá de nosotros, por tradición, y a veces hasta por maldad. Movidos por el rencor, o por la desconocida condena hacia uno mismo a través de los actos, como es el caso de Rompesuelas, pero también del burro Capitán y del león Cecil y de tantos millones de seres a los que todavía no hemos bautizado más que con sufrimiento.

Quizá esas historias universales nos susurran que luchemos por una ley real contra el maltrato; quizá sea eso con lo que sueñan miles y miles de animales que no tienen más que el soñar para vivir.

Quizá es bueno y redentor compartir algunos sueños…

Enlaces relacionados:

Tillie y Phoebe en Vashon (Washington, EE. UU.)

Simba, el bulldog francés del vuelo de Air Canada

Aslan y Rose, a pie desde Damasco

El burro Capitán