BoJack Horseman y sus lecciones sobre cómo contar una historia

Estos días me he vuelto a ver la quinta temporada de BoJack Horseman (Netflix, 2014), una sitcom de animación —a partir de aquí, todo es posible— sobre un actor de televisión que vive en Hollywoo(d). Él es un caballo; su mánager, una gata persa de color rosa; su álter-ego, un perro labrador, que también es actor. Por ahí está Todd, que es humano, pero el menos normal de todos ellos, y Diane, que es una escritora-redactora creativa de ascendencia vietnamita. ¿Y cómo es esto posible? En este mundo, conviven personas y animales antropomorfos, pero eso es lo más sencillo que su creador, Raphael Bob-Waksberg, nos tira a la cara para que digiramos o nos atragantemos: a menudo, parece que se la suda (y hace bien).

En BoJack Horseman los personajes evolucionan a través de la trama: algo a lo que no estamos acostumbrados en las series de animación. Tampoco es habitual que este tipo de series oscilen entre el drama y la comedia (o la tragicomedia), ni se atrevan a tratar temas tan profundos como el éxito y el fracaso, la necesidad de ser amado, las carencias afectivas de las personas, la búsqueda de atención constante. Todas estas cuestiones dan una profundidad a la serie que hace que valga la pena verla, pero, en realidad, yo he descubierto algo mucho más importante para aquellas personas que queremos aprender a contar una historia: ahí metidos hay verdaderos maestros de la narración, y voy a hablaros de algunos capítulos que lo demuestran, ¿vale? Por supuesto, hay mucho escrito sobre la serie, pero si queréis un texto que os convenza de que tenéis que ver este pelotazo de Netflix, leed este artículo de Ana Pacheco: Regodearse en la miseria, como BoJack Horseman. Por mi parte, yo os voy a hablar un rato sobre literatura…

BoJack… ¿qué?

Las dos primeras temporadas de Bojack son una especie de Charlie Harper viviendo la vida de Charlie Sheen (Dos hombres y medio, Chuck Lorre, Lee Aronsohn, 2003-2015). Bojack es una ex estrella de televisión; alcohólico, drogadicto, disfuncional. Gracias al éxito de su antigua serie, Horsin’ Around, Bojack puede mantener un buen nivel de vida mientras sigue sin reconocer sus problemas, su frustración, resentimiento y odio por sí mismo. Hasta aquí, todo es bastante más negro de lo que uno imaginaría para una serie de animación, ¿verdad? Bueno, esa parece ser la clave de su éxito. En cualquier caso, sobre las virtudes de la serie que te hable otro (u otra), para mí ya estás tardando en tragártela a palo seco, y con ansia, y ahora voy a hablar de los capítulos que me han dado una buena hostia en la cara (con [algunos] spoilers [pequeñitos], luego no llores: aunque intentaré no destripar más que lo estrictamente necesario) y me han enseñado cuatro cosas más sobre cómo contar una historia. ¿Te apuntas?

BoJack Horseman es una de las primeras series de animación en Estados Unidos con un hilo narrativo serializado, donde los sentimientos de los protagonistas evolucionan conforme avanza la trama. Will Arnett, actor de voz de BoJack, la ha definido de la siguiente forma: «La paradoja es que los animales protagonizan una comedia cruda sobre la condición humana y sobre una persona que no sabe avanzar (…) Parodiamos lo absurdo de este mundo interesado en las bajezas de los famosos. Es lo más dramático que he hecho. Raphael Bob-Waksberg y yo salimos de la grabación hechos polvo».​

He recopilado diez capítulos que narran una historia (o parte de esta) de formas muy distintas entre sí. ¿Por qué diez episodios? Por nada en especial, porque son diez los episodios que más me han llamado la atención y más difíciles me parecen de construir y mover conforme a sus respectivas tramas. ¿Son mis capítulos favoritos? Algunos sí y otros no. Como pez fuera del agua, por ejemplo, ni tan siquiera me gustó demasiado, pero el final te da un buen meneo a la cabeza y, de paso, explica todo lo que ha ocurrido durante, y hay que reconocerlo: eso no es fácil de hacer.

Final infeliz (Bojack Horseman, 1×11)

Sinopsis del capítulo: BoJack, aún molesto por el libro que escribió Diane, le pide al señor Pinky Pingüino que le dé una semana para escribir una versión mejor. Al no poderse concentrar para escribir, pide ayuda al doctor Hu, quien le ofrece drogas para dejar fluir su creatividad. Sara Lynn y Todd deciden ayudar a BoJack, pero este termina en un «viaje» alucinógeno. 

El cambio de narrativa en ese capítulo es uno de los primeros ejemplos para acercarnos a un Bojack sin filtros. Algo que apenas conseguimos como espectadores en la primera temporada debido al carácter del personaje (en BoJack odia a los soldados, BoJack Horseman, 1×02, somos testigos de la mala relación con su padre en un flashback), pero no es hasta esta experiencia a lo gonzo cuando podemos observar muchos de sus traumas: infancia, amigos dejados a un lado, sentimientos contradictorios hacia el señor Peanutbutter, el cacao mental entre lo que se ve de cualquier famoso y lo que queda detrás y, por descontado, guiños a un montón de cosas, desde los Peanuts hasta Dr. Who que nos recuerdan todo el tiempo que Bojack sigue siendo un dibujo animado: le quitan la línea de contorno, lo borran… En las pesadillas psicotrópicas, parece que todo vale, incluso jugar con la cuarta pared. Sobre el uso de la animación a favor de la narrativa, en Hablemos de BoJack Horseman: La autodestrucción y el miedo a la infelicidad (de la cuenta de YouTube Un Mapache A Prueba de Todo) se listan varios ejemplos de los que hablo.

Diane y el señor Peanutbutter caracterizados como dos personajes de Peanuts en el viaje alucinógeno de BoJack…

Tras la fiesta (Bojack Horseman, 2×04)

Sinopsis del capítulo: La historia se divide en tres partes que se enfocan en distintas visiones sobre la fiesta sorpresa de cumpleaños de Diane. Al largarse de la fiesta, Princess Carolyn intenta descubrir qué oculta su nuevo novio, Vincent; mientras tanto, el sistema operativo de teléfono de Todd se enamora del sistema operativo del teléfono de Princess Carolyn por un fallo en el software. BoJack y Wanda golpean a un venado mientras Wanda se dirige al bosque para ver si está bien y Diane y el Señor Peanutbutter discuten sobre si Tony Curtis está muerto o no y por qué demonios eso importa.

Este episodio se divide en tres historias distintas que nacen de un punto de partida que comparten todos los personajes, algo que no es una gran novedad (por ejemplo, Trilogía del error en Los Simpson, 12×18), pero que no deja de ser bastante difícil de articular y que quede como dios manda en la narración. Aun así, de las tres historias, lo más interesante es el uso de un recurso bastante complejo en forma de chiste que le cuenta Wanda a Bojack. El chiste en sí parece no tener sentido hasta que lo conecta con la segunda parte de otra historia que, a su vez, no parecía tener ninguna relación con la primera historia que le ha explicado un buen rato antes. Además, resulta un guiño hacia el espectador y hacia el personaje de BoJack (a veces las cosas buenas necesitan de tiempo, le dice).

El «chiste» de Wanda y el jardinero que siempre acertaba con la cantidad de abono.

Mi hogar es el mar (Bojack Horseman, 2×12)

Sinopsis del capítulo: Al volver a Hollywoo, BoJack se entera por parte de Princess Carolyn que la filmación de Secretariat terminó sin él cuando Lenny Turtletaub reemplaza al verdadero Bojack con una versión CGI. El caballo consigue dinero para el establecimiento del «Orfanato BoJack Horseman» como parte de una promesa que hizo en el funeral de Herb Kazzaz. Princess Carolyn y Rutabaga Rabbitowitz están cerca de abrir su propia agencia. Todd abandona la casa de BoJack para trabajar en el crucero propiedad del grupo de comedia de improvisación, donde al final termina descubriendo que se trata de una secta y es rescatado por su mejor amigo.

El equipo creativo sigue probando cosas nuevas en Mi hogar es el mar con un capítulo que empieza mostrando, en paralelo (pantalla partida en el episodio), el día a día de Diane y el señor Peanutbutter que están afrontando una crisis de pareja: Peanutbutter cree que su mujer está fuera del país y Diane se niega a admitir que ha fracasado otra vez. La construcción de esta escena inicial nos permite asistir a una narración no lineal mientras seguimos, a la par, las acciones de estos dos personajes. Sin embargo, la parte más divertida del episodio es aquella en la que Todd se une a un grupo de improvisación y, para escapar del crucero, debe vencer a sus antiguos amigos mediante la improvisación, una narrativa en la que BoJack participa a regañadientes para poder recuperar a su amigo. A ver si me explico, en este caso, BoJack no cree que lo que las acciones de Todd y los marineros improvisadores tengan sentido ni relevancia, pero les sigue el rollo aceptando ese «nivel ontológico de realidad» para poder largarse del barco con su colega y, a la vez, todo lo anterior se hace necesario para nosotros como espectadores para que avance la trama. Rebuscadillo, ¿eh?

Todd Chávez: «Tú no lo entiendes, si mueres en teatro improvisado, ¡MUERES en la vida real!»
BoJack: «Este barco está lleno de imbéciles.»

Por descontado, pueden haber muchas otras muestras en las dos primeras temporadas que me he saltado o he obviado, pero se trata siempre de pinceladas o de pequeños ejemplos: del narrador protagonista al monólogo interior, de recursos como la elipsis, la paraelipsis, la anticipación, el suspense, el macguffin… Sin embargo, a partir de la tercera temporada, BoJack Horseman empieza a tener capítulos que consiguen cosas que series de televisión con muchísima más trascendencia (y no estoy hablando solo de series de animación) ni se han atrevido a soñar. Estoy hablando de episodios como Como pez fuera del agua, Estúpido desgraciado, La flecha del tiempo o Las novias del señor Peanutbutter. Junto a los tres anteriores, he escogido otros siete episodios que cree que enseñan más que cientos de horas de lectura y cine.

En fin, sigo.

Como pez fuera del agua (Bojack Horseman, 3×04)

Sinopsis del capítulo: BoJack llega al Festival de Cine del Océano Pacífico, en donde se está presentando «Secretariat». En el lugar trata de encontrarse con Kelsey para disculparse por haber provocado su despido. Al mismo tiempo, BoJack trata de devolver a un caballito de mar bebé a su familia.

¿Qué ocurre si a una serie cuya principal fortaleza son los diálogos se los arrancamos de cuajo y sin previo aviso? Este parece el planteamiento que se hicieron para este episodio. Como pez fuera del agua tiene como característica principal la ausencia total de diálogos tras la introducción del episodio, donde BoJack y Ana Spanakopita hablan sobre por qué el actor tiene que asistir a la presentación de su nueva película en el Festival de Cine del Oceáno Pacífico (FCOP). A partir de aquí, la mímica y la gestualidad de los personajes, la belleza de las animaciones y la música acogen una importancia enorme como recursos que nos ayudan a sumergirnos en la trama. Confieso que no es de mis episodios favoritos, ni mucho menos, pero igual que a muchos escritores no les encantan las larguísimas descripciones estilo Tolkien, entienden su por qué dentro de la narración, ¿verdad? Aquí, igual.

(Imagina el sonido de cientos de sardinas en el autobús…)

Estúpido desgraciado (Bojack Horseman, 4×06)

Sinopsis del capítulo: En su monólogo interno, BoJack se come el coco después de que su madre y su enfermera se mudan con él. Para salvar la película fallida, Princess Carolyn decide avanzar la falsa relación de Courtney y Todd con un matrimonio simulado con la ayuda de Rutabaga. Todd está en conflicto sobre esto, sobre todo porque se está sintiendo más cómodo identificándose como asexual.

Aunque se ha visto anteriormente, este capítulo explota los sentimientos y pensamientos de BoJack a través de una narrativa interna a la que el espectador puede asistir en paralelo al desarrollo de las distintas escenas que se suceden. La composición del monólogo interior del protagonista es muy distinto al estilo general de la serie para ayudarnos a diferenciar rápido lo que BoJack dice de lo que BoJack piensa: dibujo, sonido y animaciones que nada tienen que ver con el estilo habitual en el que se presenta la serie son recursos que completan todo esto.

La flecha del tiempo (Bojack Horseman, 4×11)

Sinopsis del capítulo: A través de los borrosos recuerdos de Beatrice, se revela cómo en 1963 su padre la empujó hacia un matrimonio concertado. Ella rechazó a su pretendiente y se enamoró de un apuesto aspirante a escritor, Butterscotch Horseman. Más tarde, viviendo en pareja en San Francisco, su matrimonio vacila; no son felices, no han alcanzado nada de lo que se proponían de jóvenes: ambos beben mucho y pagan sus frustraciones con su hijo, BoJack. Años después, cuando BoJack ya es un adulto, Butterscotch tiene una aventura con una doncella llamada Henrietta, una aspirante a enfermera. Beatrice convence a Henrietta para que entregue al bebé en adopción para que pueda continuar en la escuela de enfermería.

El viaje en coche a una residencia donde BoJack planea ingresar a su madre se difumina entre los recuerdos de Beatrice, quien ya no distingue la realidad. Esto nos permite asistir a un capítulo en el que la información se nos ofrece de forma parcial debido al alzheimer o la demencia senil. Para ejemplificar esto, los rostros de muchos de los personajes que Beatrice no recuerda aparecen tachados o difuminados (a menudo, solo son siluetas) y lo mismo ocurre con los escenarios, vacíos de objetos y detalles.

La flecha del tiempo es uno de esos capítulos que no solo son importantísimos para la serie (explican al espectador por qué Beatrice es como es, quién es, en realidad, Hollyhock, qué ocurrió en la infancia y juventud de BoJack, Butterscotch, Beatrice, etc.), sino porque presenta una narrativa segmentada e incompleta que el espectador puede entender mejor así, y con más profundidad, que si se le diese de golpe toda la información que nos faltaba al inicio. La forma en la que se reserva con cuentagotas la información que nos llega como espectadores (lo que los personajes dicen, lo que vemos y lo que no…) lo convierte en un capítulo asombroso y, sobre todo, muy humano: se hace difícil pensar en otros ejemplos que hablen de la vejez con la misma emotividad.

Free churro (Bojack Horseman, 5×06)

Sinopsis del capítulo: BoJack recita su elegía en el funeral de su madre delante de un público al que no vemos y al más puro estilo del comediante americano de clubs nocturnos.

Free Churro es una puñetera locura que empieza con un flashback muy agrio que recupera al padre de BoJack y la relación de desatención que mantuvo con su hijo durante toda su vida. En muchos sentidos es un episodio muy arriesgado que se apoya, a la fuerza, en un texto trabajadísimo para funcionar, ya que solo vamos a ver a BoJack y un ataúd cerrado a lo largo de 25 minutos en los que pretende hablar sobre su madre (aunque habla sobre muchas más cosas).

La elegía se convertirá casi desde el primer momento en un monólogo en el que se entremezcla comedia y tragedia: sin duda, pongo la mano en el fuego en que este es el capítulo más triste de toda la serie hasta la fecha. A nivel narrativo, los guionistas optaron por un modelo muy cercano a la stand-up comedy y un humor negrísimo que llega a picar, y juegan magistralmente con lo que se ve y lo que no se ve en pantalla (el tío del órgano, los recuerdos superpuestos como imágenes de la madre de BoJack bailando en las fiestas que hacía en casa, la sorpresa final…) para aliviar un poco la tensión y descargar la catarata de emociones que se nos viene encima.

Free Churro es como si Richard Pryor, Jerry Seinfeld o Woody Allen sacasen sus demonios en un show de comedia en vivo en un funeral. Algo que, de algún modo, emula una de las grandes revelaciones de 2018-2019 con El método Kominsky (Chuck Lorre, 2018). ¿Y sabes qué? El funeral que vamos a ver en la primera temporada con Michael Douglas y Alan Larkin no le llega ni a la suela de los zapatos a este episodio, que no solo lleva a BoJack a ver lo vacía que estuvo hasta el final la relación con su madre (I see you: ya lo pillaréis), sino que se atreve a demostrar cómo su padre solo quería lo que tiene su hijo (fama, atención, saber si aquel tarado de Montana había leído su novela…), pero su hijo no puede disfrutar de lo que, de un modo u otro, ha conseguido por culpa de lo que sus padres le hicieron vivir de niño.

Tras el flashback inicial, Free Churro se desarrolla durante la casi media hora de capítulo con BoJack hablando a una audiencia de la que no sabemos nada.

No estoy muy de acuerdo con el análisis del episodio Free Churro de Cinema Ivis, pero es interesante. ¡Echadle un ojo!

Interior Sub (Bojack Horseman, 5×07)

Sinopsis del capítulo: La narrativa se vuelve un poco loca cuando una psicóloga le cuenta a su esposa la historia de BoBo, la cebra angustiada; mientras tanto, la esposa de la psicóloga, que es mediadora profesional, le explica el último caso en el que ha tenido que mediar, la grave disputa entre el Rey Caramano y Bruma de cacao mental anhelante con forma de mujer por la desaparición de un trozo de queso.

Este es uno de los capítulos más cojonudos que existen de esta serie y de cualquier serie. Una pareja de mujeres afroamericanas de mediana edad quedan a comer en un restaurante italiano y la historia se divide en dos tramas y se plantea a través de dos narradores testigo: una de ellas es psicóloga y está tratando a una paciente (Dian… Diana, princesa de… ¡Gallos! [Diane, Princess of Whales]) debido a su insana relación con BoJa…  ¡BoBo, la cebra angustiada! que intenta superar la muerte de su madre; la otra es mediadora profesional y no sabe si podrá resolver, sin llegar al arbitraje, el caso del… Rey Caramano (Emperador Finger-Face) y Bruma de cacao mental anhelante con forma de mujer [Tangled Fog of Pulsating Yearning in the shape of a woman] que han discutido por quién se comió el último queso hilado (string cheese) del apartamento que comparten. El capítulo oculta a los personajes que conocemos: BoJack, Todd, Princess Carolyn, Diane… y los caracteriza (con el secreto profesional de esa pareja como excusa) en un juego con el espectador en el que, poco a poco, las dos narradores que creen contar dos historias diferentes se dan cuenta de que los protagonistas de ambas están conectados entre sí.

El Rey Caramano y Bruma de cacao
El Rey Caramano y Bruma de cacao anhelante con forma de mujer en una sesión de mediación.

Las novias del señor Peanutbutter (BoJack Horseman, 5×08)

Sinopsis del capítulo: Durante la fiesta número 25 de Halloween de BoJack nos adentramos en las relaciones de pareja del Sr. Peanutbutter a través de cuatro mujeres que han compartido parte de su vida con el labrador: su actual novia, Pickles the Pug, y sus tres ex mujeres: Katrina, Jessica Biel y Diane.

En 1993, el señor Peanutbutter inicia una extraña tradición, llevar sus fiestas de Halloween a casa de su amigo BoJack. Para ello, la narración nos presenta cuatro saltos temporales para situarnos en poco más de tres minutos y los interrelaciona entre ellos. El episodio está repleto de guiños y licencias narrativas que funcionan a las mil maravillas, por ejemplo: para que el espectador no se pierda, los personajes se toman la libertad de decir en qué año están, se hacen guiños constantes del pasado hacia el futuro (como el famoso, wait for it… de Cómo conocí a vuestra madre) o se conectan de forma directa situaciones que han ocurrido en esos veinticinco años (siendo esto posible porque nos han realizado una presentación de todas las reglas del juego que el capítulo utilizará desde el inicio: conexión entre personajes, saltos temporales, uso de elementos presentes en el pasado y viceversa, etc.). En cualquier caso, el capítulo utiliza los eventos anteriores para explicar el presente del señor Peanutbutter (y, en parte, también de otros personajes, como BoJack, Todd o Princess Carolyn), pero sobre todo nos ayuda a entender mejor por qué ese labrador bobalicón es como es y cómo los errores que ha cometido en el pasado le ayudarán a crecer como… ¿persona? Bueno, sí, persona… supongo.

La serie se va a la ruina (Bojack Horseman, 5×11)

Sinopsis del capítulo: Cuando la adicción a las drogas de BoJack llega tan lejos que no logra distinguir la realidad con su programa de televisión, su actual novia, Gina, lo enfrenta a su problema.

Quizá este es uno de los episodios más magistrales de la serie (y creo que mi favorito de las cinco temporadas: o este, o Interior Sub). No es casual que el opening con el que empieza el capítulo sea el de Philbert —la serie que está grabando Bojack con Gina como coprotagonista— y no el de Bojack Horseman; a partir de aquí, las escenas se confunden, la voz del narrador de Philbert, que es Bojack interpretando al detective Philbert, se diluye con el monólogo interior del propio Bojack; cuesta saber cuándo Bojack está grabando y cuándo está viviendo en su paranoia, hay guiños constantes entre los distintos niveles de realidad y el argumento está planteado para seguir llevando al protagonista a una situación límite hasta que, totalmente desubicados y dudando como espectadores de si tenemos delante a un narrador fiable (es evidente que no, al menos en este episodio) todo explota en el plató.

Como ves, en BoJack Horseman se han inventado un mundo de mierda para hablar sin tapujos de nuestro mundo de mierda. Con temas recurrentes como el éxito y el fracaso, el aborto, el feminismo, la cultura de la violación, la caricaturización de uno mismo, lo que exige la fama y el éxito, la necesidad de ser amado, las personas con enormes carencias siendo admiradas y replicadas como modelo… Y todo esto, además, evoluciona, así que a saber dónde nos llevarán las siguientes temporadas y, sobre todo, cómo lo harán, que es una de las grandes fortalezas de esta serie. Leí por ahí que, en otras series de animación, como Los Simpson, la realidad flexible llevada al límite hace que todo quepa ahí, pero, en en BoJack Horseman parece que el verdadero secreto es que sus creadores no tienen miedo a nada. En definitiva, habrá que seguir en la brecha. Si habéis visto la serie, ya sabes que la solución la tenemos desde la segunda temporada, cuando el papión le dice: ‘Se vuelve más fácil, cada día se hace un poco más fácil; la parte mala es que tienes que hacerlo cada día, pero se vuelve más fácil’.

Ahora veamos si BoJack lo consigue…


Enlaces relacionados:

La narrativa de Black Sails

Contiene spoilers del último capítulo de la serie y referencias a capítulos anteriores.

El domingo pasado, 2 de abril, terminaba una de las series más cautivadoras de los últimos años: Black Sails. Un relato previo a la historia que, de niños, y no tan niños, pudimos leer en La isla del tesoro de R. L. Stevenson y que nos volvía a transportar a la libertad soñada de algunos hombres frente a los grandes imperios de ultramar.

¿Realista? Bueno, quién sabe. Hoy, la historia y la ficción se recrean más allá de los vencedores, de los que impusieron su verdad; por lo menos, en lo que respecta al pasado, tenemos esta certeza, y a lo largo de este artículo aprenderemos que la verdad tiene muy poco peso cuando se mide con la historia que los hombres quieren creer frente a una jarra de apestoso grog.

La narrativa de Long John Silver

Ahora, no tendría sentido reseguir la trama íntegra que nos trae hasta el final. Basta decir que existe una evolución repleta de referencias a la vida pirata: desde el destino del cocinero de a bordo cuando se unen los caminos por vez primera entre John Silver y el capitán Flint hasta esa Mary Read que escucha ensimismada el final de una época narrada por Jack Rackahm, el verdadero vencedor de nuestra historia.

Long John Silver es el Big Whoop, es quien concentra la épica de todo el relato, el héroe último que le da forma, y también el antihéroe; él es todas las caras de la piratería en un único personaje: el espadachín, el tullido, el hablador, el aventurero, el adalid de la causa y el perdedor.

Black Sails. Detalle del rostro de Luke Arnold que interpreta a John Silver.

Pero Black Sails es un producto audiovisual completo por otra razón. Lejos de la ficción presente en la trama, la serie muestra la piratería como una historia real, de vidas reales, de hombres embarcados en un mundo de grises; de un mundo, distinto, que huía del adoctrinamiento del Imperio británico, y de igual modo del español, y que atisbó a ver en las Antillas una vida que elegir y construir lejos del yugo del Leviatán de Hobbes y los despotismos ilustrados que mentirían arengando a sus ciudadanos, de corrido, con aquella socorrida frase del tout pour le peuple, rien par le peuple.

A partir de aquí, si abrimos nuestra mente a esta nueva historia, podemos entender la amistad imposible de John Silver y Flint; la relación que le convirtió en leyenda y le permitió sobrevivir a esa oscura maldición que sufría todo aquel que se volvía cercano al que fue capitán del Walrus y, después, del Spanish Man O’War.

Hay, sin embargo, dos grandes detalles a rescatar de este último capítulo: el primero, es la visión de las grietas de un hombre que parece haber antepuesto a su mujer por encima de todo —algo que el capitán Flint puede entender—, y que se descubre, no obstante, como el salvador de todos, deshilachando la narrativa de su viejo capitán y enviando fuera de los límites de la historia a sus hombres (¡hasta ahí llega el poder de Long John Silver!)  para conseguir lo imposible: matar y no matar a Flint; traicionando la confianza de Madi con la invasión española a las puertas de Nueva Providencia y creyendo en el fin de una guerra que solo empezaba en el Caribe.

Silver apuntando al capitán Flint en La Isla del Esqueleto.

El segundo, de una vida y una muerte pese a la historia, que Jack Rackham resolverá de un modo completamente distinto, pero que muestra las dimensiones que alcanza la leyenda frente a los grandes hombres que solo sueñan con ella; ¿quién podría probar que Long John Silver no mató a su amigo? ¿Acaso lo hizo? ¿Encontró un modo para alcanzar una muerte alegórica o se convenció de ella y esperó el perdón durante días, semanas, meses y años? Hay detalles que parecen hacer malabares entre los niveles ontológicos de realidad, como si la historia dentro de la historia, nos amenazase en este mito de la piratería hasta el final, como un Hamlet tostado al sol de Tortuga y las Bahamas. ¿Pero quién se atrevería a no creer en un final feliz?

La narrativa que devoró al capitán Flint

¿Pero no fue acaso el viejo Flint nuestro protagonista durante todo el desarrollo de Black Sails? ¿Acaso Charles Vane, Eleanor Guthrie o Barbanegra fueron víctimas y verdugos de esta epopeya? Puede ser. Pero con el cierre de este último capítulo se nos permite una lectura más: ¿o no murieron acaso por el bien de una leyenda compartida entre dos hombres que no aceptaba un mártir más? John Silver y Flint mantienen tal fuerza que ni el triunvirato con Jack Rackham es posible durante mucho tiempo: como bien diría Israel Hands, esas son cosas que no funcionaron en la época de la Nassau de Barbanegra, y tampoco lo harían entonces; uno de los dos tenía que morir.

El capitán Flint poco antes de su muerte.

Para dar muerte al capitán Flint, Long John Silver no hace uso de la espada ni de la pistola, sino de la propia historia que lo creó, que le arrancó de la marina y cercenó su antigua vida. John Silver es aquel personaje que entiende cómo el capitán Flint, el arquetipo de villano cuya leyenda sobrevive en la Edad Dorada de la piratería, surgió de la nada, y no surgió de la nada, y, así, puede dar fin a la pesadilla.

James Flint se encuentra atrapado en su propia venganza, en su personaje, en la máscara que empezó a cubrir su rostro tras la muerte de Thomas Hamilton. Por ello, de un modo u otro, el capitán Flint debe morir para abrirse a ese mundo atemporal e ignoto que se adentra en el terreno donde nace el mito.

Jack Rackham y la construcción propia de un narrador

Sin embargo, me sinceraré con cualquiera que lea estas líneas: Jack Rackham es mi debilidad: el personaje más humano de todos cuantos aparecen en los treinta y ocho capítulos de la serie y el único cuyo objetivo inicial cumple. Porque existe una gran diferencia entre hacer la historia y crear la historia… pero con la ayuda de Max y la civilización que divisa en Boston, Jack termina por comprenderlo todo.

Black Sails. Jack Rackham hablando con Mark Read (Mary Read) en Nassau.

Jack Rackham consigue dar corporeidad al final de Woodes Roogers: una derrota que graba a fuego en la crónica de la historia como el castigo más cruel que puede imaginar. Esa es la venganza que el capitán del Colonial Dawn y el Lion se cobra por su antiguo líder, por Barbanegra, por todos los cadáveres de hombres libres que el Imperio ha devorado y, a la vez, entiende, por fin, que la civilización es demasiado poderosa para ser vencida, pero que está en su mano ayudar a construir la luz que proyecta la vieja Europa en las Antillas y vivir en la sombra de una Nassau que los comerciantes agradecían y cuyos piratas, corsarios y filibusteros tendrían que parlamentar en las cubiertas y, a partir de entonces, en algún que otro salón.

La taberna como espacio narrativo

Esta es esa otra magia que el capitán Jack Rackham consigue: en la luz, un mando tranquilo para Nueva Providencia de la mano del gobernador Featherstone, su antiguo contramaestre, e Idelle, y una aprendiz que tiempo atrás había superado a su maestra en la sombra. Lo hace a través de una escena que aúna el principio de esta gran historia que empieza en 1715 y termina con la muerte del capitán Flint y la desaparición de Long John Silver, que engrandece más aún su leyenda; una historia que se bebe de largos tragos y que representa a la perfección el linde entre la realidad y la fábula, entre lo que ocurrió y no ocurrió; y todavía más importante: lo absolutamente irrisorio de ello, pues como construcción cultural, un buen narrador sabe que las grandes historias siempre se suceden en el teatro de la propia mente.

Long John Silver y Madi frente al mar.

De ahí el final del viejo capitán Flint, que nunca es visto, sino narrado por su verdugo o su amigo; del mito que vivió y murió con John Silver, y que la trama corta sin saber jamás si Madi consiguió perdonar a su amado o vivió atormentada frente a la duda de quién era, en realidad, aquel hombre que lo arriesgó todo y después esperó, con paciencia, una vida entera por ella; y, sobre todo, del otro «Silver», aquel que naufragó por segunda vez, lejos de cualquier hombre, y cayó en las garras de la locura en La Isla del Esqueleto; uniendo esta historia con la literatura que nos mostró, de niños, máscaras, dudas y leyendas, pero nunca certezas. Porque ya sabes lo que suele decirse: las buenas historias no tienen fin.


P.S.: Aquí tenéis la traducción al español de La isla del tesoro (Robert Louis Stevenson, 1883) para aquellos (y aquellas) locos sanguinarios que osaron no leer el libro en su niñez. Arr!

La última escena de Billy Bones da para otro artículo sobre la serie y, si bien no he podido evitar citarlo, pido disculpas por volver un poco más caótico de la cuenta el último párrafo de esta entrada. ¡No he podido evitarlo! Es quizá el detalle más espectacular y metacinematográfico de Black Sails, ¿o no?

Otros artículos sobre narrativa son La narrativa en los videojuegos y La narrativa en Bojack Horseman.

Narcos y el juicio de los ganadores

Hace unos días, apareció ante mí un tipo; de nombre Juan Sebastián y, de apellidos, Marroquin y Santos. Surgió una tarde cualquiera en mi jardín, allí donde las tablas de madera todavía esperan una segunda mano de barniz, y lo hizo gracias al poder que tiene Internet para conectar a personas con personas de un modo cada vez más natural.

Si me preguntan qué ocurrió, no habría respuesta. Lo hizo. Lo hizo gracias a Netflix, supongo. Gracias a esa empresa estadounidense que se ha lanzado a través de una espiral creativa de material audiovisual y nos ha ofrecido joyas como House of Cards, Stranger Things, Bojack Horseman, y sí, Narcos; bueno, por ahora, Pablo Escobar.

Le dije:

—Tú me suenas, Juan. ¿Eres argentino?

—No —contestó con un marcado acento que le delataba—, yo soy colombiano en el exilio, como lo fue mi padre, Pablo Emilio Escobar Gaviria, jefe del cartel de Medellín.

Arrugué una ceja. Pensé: ¿debe ser seguro decir algo así?

—No se preocupe —aclaró, conciliador—, hace años que decidimos abandonar el anonimato, con la presentación del documental Pecados de mi padre, ¿lo sabe usted?

—Supongo que había oído algo—respondí.

Le ofrecí una cerveza. Él aceptó. Entonces, comencé a explicarle que había leído aquel texto explicativo sobre las actividades y acciones de su padre, pero que tampoco entendía qué le molestaba de una ficción que omitía, intencionadamente, unas partes y ficcionalizaba otras.

—Con Pablo Escobar, nada es casual —respondió, repitiendo una y una las palabras que ya había escrito varias veces en redes. —La gente no siempre comprende que no se trata de lo que se dice y no se dice de Escobar, sino de lo que se esconde tras su figura, y los gringos saben mucho de eso.

Pablo Escobar y su hijo frente a la Casa Blanca
Pablo Escobar y Juan Pablo Escobar (hijo) delante de la Casa Blanca, en Washington D.C.

Se refería a cómo la ficción moldea el imaginario popular, a cómo la DEA nunca fue tan incorruptible, a cómo a menudo los grises ocupan la pantalla mientras se emite Homeland, o The Wire, Los Soprano, o Narcos. No importa que sea Virginia, o Baltimore, o Nueva Jersey, o Medellín. Su padre era un cabronazo. Pero también hubo yanquis y colombianos igual de cabronazos.

De acuerdo. Quizá no tanto: narcoterrorismo, Avianca, Centro 93… Podría decirse que la droga destruyó Colombia durante más de una década, no solo Escobar. Pero Escobar ayudó; mucho.

Marroquin interrumpió mis divagaciones:

—¿Dónde estamos? —preguntó.

—En mi casa. A pocos kilómetros de Barcelona.

Me miró, desconcertado.

—Usted ha visto Narcos. Si lo prefiere podemos estar en un parque cualquiera de Medellín, comiendo una fresita, como su padre y su tío Gustavo. Déjeme mirar Google Maps, eso sí, porque nunca fui a Colombia.

—No hay necesidad.

—Claro, eso tampoco ocurrió nunca.

Asintió, visiblemente molesto.

Imité el gesto, conciliador.

Nunca fui un gran fan del realismo mágico, ni de Gabriel García Márquez, pero tenían sus momentos. Así que seguimos en mi jardín, a miles y miles de kilómetros de Latinoamérica, sentados en un par de sillas de multinacional sueca. Después tendría que bajar madera antes de que la humedad empezase a calar; se lo comenté a Juan y recordamos juntos esa escena en la que Escobar quemaba fajos, y fajos, de billetes manchados de sangre. Más tarde quizá se arrepintiese, pero solo vivimos un presente.

Narcos (primera-temporada=
Escena de la primera temporada de Narcos con los actores Wagner Moura, Juan Pablo Raba y Luis Gnecco.

Sebastián Marroquin tenía una constitución similar a la de su padre; tenía un cierto sobrepeso incluso; pero observaba su alrededor con los ojos repletos de intensidad, con la seguridad que ofrece el haber visto lo mejor y lo peor de un país, y con paz; todo ello le confería un aura de fortaleza difícil de transmitir en palabras.

Di un sorbo a la cerveza.

—¿De verdad importa? Si se desea una lectura más concreta, ahí está el verdadero documental, el que se estrenó en 2009, o su libro, el cual en cierto modo se ha beneficiado mucho de la ficción, ¿no cree? Además, cuando su padre muere, o se suicida, usted tiene dieciséis años. ¿Tanto puedes recordar de todo aquello?

Pero dieciséis años son dieciséis años: Juan Pablo ya no era un niño; a esa edad, y mucho antes, cientos de jóvenes colombianos ya habían empuñado, encañonado y asesinado a paisas y no paisas por todo el país.

—Sí, no solo tenía edad de recordar, sino que tuvimos que enfrentarnos a todo tipo de situaciones muy duras. Eso no se olvida. No se puede. No son las balaceras: solo fuimos testigos de una, sino todo lo que se mueve a su alrededor.

La muerte de Pablo Escobar
La muerte de Pablo Escobar, de Fernando Botero (Medellín, 1932).

Me incorporé. Los perros también se desperezaron dispuestos a levantarse, y yo me estiré el pantalón tejano hacia arriba; quedé pensativo un instante. Quizá sí es cierto que somos mucho más influenciables de lo que creemos…

—De cualquier modo, toda la información que se aporte es útil. En esta época, tampoco se hacen lecturas simples sobre héroes y villanos; ya no existen; si ve series de televisión, sabrá que eso es gracias a un mafioso italiano y a un profesor que fabrica metamfetamina. Con el cartel de Medellín, Netflix lo volvió a hacer.

—Eso me pareció un acierto. La captura de pantalla de los buenos hablando sobre los malos y la idea que subyace de esa escena tiene mucha fuerza.

—Y no deja de ser una declaración de intenciones.

—Pero las intenciones deben tener un fin —contestó Juan—, no puedes quedarte con una sarta de mentiras que no deseaban mentir tanto. Al fin y al cabo, es justo lo que hicieron.

Frente a mi tenía a un hombre que amenazó a todo un país tras la muerte de su padre. Pero, inmediatamente, tomó el buen camino. Conoció lo mejor y lo peor de algunos de los peores criminales de Colombia y del mundo entero desde una posición de privilegio y de castigo. Se comprometió con una idea, y, hoy, sigue luchando por ella.

Nadie debería cargar con los pecados de un padre. Pero él lo hizo. Se convirtió en la imagen pública del Patrón cuando Colombia festejaba la muerte del narcoterrorista que anhelaba haber sido un verdadero hombre de estado.  Un Robin Hood que se había perdido entre demasiados rastros de sangre y de muerte. Un hombre, un hombre más, uno con tanto poder que pudo destruir una nación entera.

—Creo que le entiendo. Las veintiocho respuestas solo son una nota más en la historia, una invitación a mirar la otra cara que tiene cualquier moneda. También hay un libro y un documental, pero hay que asumir que, en comparación, estos recorrerán la historia de puntillas.

—Lo que yo quiero es la paz y la verdad. Narcos solo trae una que podemos dar cien por cien por cierta: ser narco trae la extradición, la cárcel o la muerte; todo lo demás, es una interpretación que se autoproclama como veraz, y no lo es.

—Entiendo que el aviso inicial no es suficiente para usted, pero lo es para la ley, y, al final, su padre perdió, y ya sabe qué dicen de los ganadores.

—Tengo mucho que decir sobre eso —replicó—, y también sobre ese fingido acento que no debe usted saber ni cómo suena, más allá del paisita, la fresita y el verraquito que ha escuchado por ahí.

En esto, tenía razón. Tengo amigos argentinos, venezolanos y mexicanos, pero no colombianos, que yo sepa.

Pablo Escobar (ficha policial)
Ficha policial de Pablo Escobar.

—Me imagino. Desafortunadamente, este es mi texto —le dije, y lo fundí en negro.

Quedé solo en casa. Los perros también habían marchado, ajenos a la escena cotidiana que había absorbido y expulsado a Juan Pablo Escobar. No lo imaginé tan elegante como la partida mágica de Gustavo Gaviria, pero tampoco le di importancia: solo era un subconsciente de charla consigo mismo.

En este escenario onírico de blancos y negros, preferí seguir surcando el gris hasta que el resto de colores se decidiesen a volver, recordando cuánto me había sorprendido que Juan no hubiese reparado en quién había escrito la historia, y qué nos decía eso.

Imaginé lo que decía ese niño interior que vivía en un colombiano de cuarentena años. Solo se le oía decir: solo quedaba el recuerdo, y hasta eso me arrebataron. Pese a todo lo ocurrido, respeté eso. Yo también echo de menos a mi papá.


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Fallout y la filosofía de Vault-Tec Industries (III)

Te adelanto que esto es un artículo que surge por mera pasión. Puede que esa sea una declaración demasiado fuerte para ti, que no creas que un videojuego pueda transmitir las mismas sensaciones que un libro, una película o una canción y, en tal caso, lo mejor será que esperes a la siguiente entrada del blog.

Los universos postapocalíptico siempre me han apasionado. Quizá como dijo Murakami en algún punto de 1Q84 que ni recuerdo ni he conseguido encontrar: Todo hombre anhela en el fondo de su corazón poder contemplar el fin del mundo. Probablemente la frase no sea exactamente así, pero traslada bien esa parte de egoísmo de la que ninguno de nosotros puede desprenderse.

Uno de los puntos fundamentales de toda la saga y, en especial, tras la construcción de ese mundo mucho más completo que se nos ofrece a partir de Fallout 3, han sido los refugios de Vault-Tec —sobre los que hablé anteriormente en el blog, aquí aquí—.

Vault-Tec Industries (Industrias Vault-Tec) fue una misteriosa empresa norteamericana que fabricó espacios subterráneos a salvo de la radiación y los peligros de una era nuclear con un terrible propósito oculto: para los habituales de este macrocosmos, algunos ejemplos que conocerán son Virus de Evolución Forzada (y la comunicación permanente del Refugio 87 con la Base Militar Mariposa), las prácticas de supervisión autoritaria del Refugio 101, el uso de drogas y el estudio del síndrome de abstinencia así como todo tipo de experimentos morales, sociales, y muchos más.

Explosión nuclear en Boston (Massachussets) durante la Gran Guerra de 2077 (Fallout 4)

Gran parte del atractivo de los refugios, pues, se lo confiere esa «doble moral» de la empresa que quiere aprovechar el Holocausto para experimentar con los refugiados a modo de conejillas de indias. Por ello, mi decepción fue enorme al ver que en Boston (en realidad, en toda la Mancomunidad de Massachussets) solo había cuatro refugios y que ninguna mantenía una historia excesivamente interesante.

En busca del Macguffin del Refugio 111

Todos los títulos de Fallout empiezan con un habitante de refugio que debe abandonar su zona de confort para enfrentarse a un mundo posapocalíptico. Esto también ocurre en Fallout 4, donde un militar joven con mujer y un hijo recién nacido que vive cerca de Concord, consigue acceso al Refugio 111 poco antes de que estallen las bombas en la Costa Este en 2077 (por si no lo sabes, en este mundo la Guerra Fría se extiende y recrudece a partir de 1960, donde el mundo opta por fisionar y fusionar átomos para estructurar la creación de energía durante el siglo XX y la mayor parte del XXI).

Sin embargo, el Refugio 111 también tenía una misión —no tan secreta— para los ocupantes del mismo: observar cómo afectaba la congelación criogénica en sujetos vivos por largos periodos de tiempo (que puestos a contar algún spoiler que otro, no acaba bien, todo sea dicho). El Único Superviviente (Sole Survivor, en el original) debe descubrir qué ha ocurrido con su hijo, congelado junto a su difunta mujer, y robado tras haber sido descongelados en algún momento entre 2077 y 2287.

Criogénesis en el Refugio 111

Más allá de todo esto, el verdadero Macguffin de la historia, deja rápidamente atrás el por qué estaban estudiando la criogénesis de larga duración, y el mismo refugio, donde la falta de «secretismo» de las actividades y la ausencia de una verdadera necesidad del recurso (en realidad, poco importa que les engañen para congelarlos o que se hubiesen caído en una nevera portátil) hacen que este sea uno de los refugios menos interesantes de Vault-Tec.

Genoma y Refugio 75

Repleto de mercenarios que se han atrincherado allí para sacar partido a las instalaciones, el Refugio 75 tiene una de las historias más interesantes de Fallout 4 donde durante décadas se buscó una mejora del genoma humano a través de la «cría» selectiva, los tratamientos hormonales y un ciclo de reproducción acelerado con un límite en los 18 años.

Gran parte del atractivo de esta microhistoria se encuentra en la posibilidad de extrapolar muchas de estas ideas a filosofías del pensamiento que se iniciaron a finales del siglo XIX en Europa y durante gran parte del siglo XX por el mundo entero.

El ejemplo más conocido es la eugenesia estatal de la mano de los nazis en Alemania, así como la búsqueda de una raza aria pura, donde el máximo exponente fue Himmler con su Lebensborn Eingetragener Verein. Pero por desgracia no fue un caso único; en EEUU, por ejemplo, se realizaron esterilizaciones forzosas a partir de 1897, igual que a inicios de la era Shōwa japonesa (1926-1989), o la castración de más de 60.000 personas suecas (y la lobotomización de 4.500 más) que eran en su mayoría de etnia gitana.

Servoarmadura (Hermandad del Acero, Fallout 3)

Asimismo, todos los datos que podemos encontrarnos por el juego, relacionan esa mejora genética con ciertos informes, que no es posible corroborar, donde el ejército estadounidense había encargado a Vault-Tec adiestrar a niños para convertirlos en supersoldados. Una idea que ya ha aparecido incluso en la prensa en relación a las nuevas tendencias militares que se están imponiendo en Europa y EEUU gracias a la biotecnología. Algunos ejemplos son el programa DARPA o la armadura TALOS, que tiene un gran parecido a cierta servoarmadura de cierta Hermandad del Acero, ¿verdad?

De algún modo, visto lo visto, resulta irónico que el refugio se encontrase bajo una escuela de educación primaria ocupada por una organización paramilitar posterior a la Gran Guerra, ¿verdad?

Un Refugio… muy poco santo

Por otra parte, el Refugio 114 fue ocupado alrededor de 2287 por la banda de Flaco Malone durante la trama principal de Fallout 4. Anteriormente, se construyó para ser el hogar de celebridades locales, gente de negocios y sus familias, según los terminales de datos que podemos consultar.

El protagonista lo visita sí o sí durante la trama de la misión Un Valentín muy poco santodescubriendo que las condiciones de lujo fueron exageradas para que Vault-Tec pudiese estudiar las reacciones de individuos comunes junto a las de otros que lo tenían todo antes de la guerra con el mínimo de facilidades posibles.

Además, hay varias holocintas (cintas de audio que funcionan en el PipBoy y en otros dispositivos electrónicos en el juego) en las que se deja entrever que la elección del Supervisor se hizo siguiendo criterios concretos con los que hallar a una figura que no tuviese problemas en dañar física o psicológicamente a los habitantes del refugio si creía que podían socavar su posición de superioridad. Una mezcla que, con toda seguridad, no iba a funcionar bien.

Desde fuera, lo más lógico es que un búnker antinuclear como este fuese el escenario perfecto para estudiar cómo actúan varios individuos acostumbrados a una posición de superioridad en una situación adversa donde no pueden contar con sus habilidades o estatus social usual y cómo reaccionan el resto de sujetos de pruebas, acostumbrados a esa situación. Finalmente, el experimento no se llevó a cabo, pero algunos indicios parecen señalar que la intención era demostrar si el Supervisor se rendiría al principal grupo de presión y qué harían el resto de habitantes en una posición de inferioridad.

Nick Valentine en el Refugio 114

Aquí hay muchas influencias a tener en cuenta, aunque quizá el concepto lucha de clases de Karl Marx y Friedrich Engels sea el que mejor funcione para analizar una situación como esta.  Un entorno reducido que, probablemente, el filósofo Karl Popper vería más sencillo de analizar a través del concepto en sí,  a diferencia del uso de la lucha de clases para explicar una historiografía completa de los acontecimientos, al estilo de la dialéctica histórica hegeliana.

Cabe reseñar también la posibilidad de una lectura menos profunda, pero igualmente interesante a través del realismo político de Maquiavelo o Hobbes que veían cómo la propia naturaleza humana era aquella que conducía hacia las leyes aplicadas a la sociedad y la política.

El relativo éxito del Refugio 81

Por último, nos queda comentar los pocos datos con los que contamos del Refugio 81, todavía en funcionamiento en 2287, cuando el protagonista del videojuego despierta.

Activo durante más de 200 años, podríamos afirmar que se ha mantenido como uno de los pocos refugios que ha alcanzado un éxito inesperado. No obstante, el aislamiento prolongado los ha vuelto recelosos frente al exterior, y también xenófobos, algo común en individuos con poco contacto con otros grupos de población; en un escenario posapocalíptico como la Commonwealth de Massachussets esta hostilidad está parcialmente justificada, pero el miedo por los extranjeros también los separa de hacer crecer su comunidad o recibir ayuda del exterior[1].

En casos extremos, la psicología ha conseguido probar una variación en las capacidades perceptivas de los seres humanos que harían que sobrevalorasen su cultura o tradiciones por encima del resto; por lo que los niveles de empatía y otros sentimientos de familiaridad y afecto funcionarían a unos niveles muy inferiores fuera de ese “círculo de seguridad”.

Goodneighbor, en Fallout 4 por la noche

De cualquier modo, hay que tener presente que la organización tribal y la prevención frente a lo desconocido, dos grandes evolutivos arcaicos de los grupos de homínidos y primeros humanos, son valores que en cualquier yermo volverían a tomar una preponderancia lógica: ya lo vimos con la Legión de César en el Desierto del Mojave (Fallout: New Vegas, Obsidian Entertainment, 2010), por ejemplo.

Vault-Tec desarrolló el Refugio 81 con la misión de obtener una cura única y universal para todas las enfermedades que puedan sufrir la población, usando a los residentes como sujetos de pruebas. Sin embargo, antes de que pudieran comenzar las pruebas con seres humanos, el supervisor del refugio, el Dr. Olivette, sufrió una crisis ética: su conciencia no le permitió algo así, y desactivó el sistema de distribución de enfermedades del refugio, sellando la salida del Refugio Secreto desde el que se controlaba a la población y asegurando la seguridad de los residentes.

Dejando al margen el desenlace de lo que ocurre en este “doble Refugio” (puedes consultarlo aquí), la realidad es que una política social de estas características podría extrapolarse a sucesos como los del doctor Josef Menguele en Auschwitz y, salvando las diferencias, experimentos como los de Pavlov, o Skinner, así como muchos otros conflictos a los que, hoy día, se enfrenta la bioética a través de sus cuatro principales fundamentos: autonomía, beneficencia, maleficencia y justicia.

Final de Fallout 4

Por desgracia, en Fallout 4 estos son los cuatro únicos refugios nucleares que podemos encontrar, con el problema añadido de que no tienen una gran relevancia en la trama principal; pero como has podido comprobar, cada uno de ellos abre un gran número de incógnitas difícilmente delimitables en una única idea.

Pero bueno, como seguro que has escuchado muchas veces: I don’t want to set the world on fire, I just want to start a flame in your heart…


[1] El protagonista (El Único Superviviente) puede cambiar la mentalidad de los habitantes del 81 con sus acciones.

Sons of Anarchy: el ocaso de SAMCRO

Notas sobre la séptima temporada de Sons of Anarchy

El cuervo vuela al fin. Jackson «Jax» Teller tuvo una de las mejores muertes que yo he visto en la historia de la televisión. Mejor que Walter White; mejor que Jack o Charlie (Perdidos), mejor que Ned Stark (Juego de Tronos), que Lorie Grimes (The Walking Dead); Jimmy Darmody (Boardwalk Empire), Christopher Moltisanti (Los Soprano), y tantos otros. Y si en posteriores visionados detenemos la escena en el plano en que el cuervo vuela, mejor que mejor: soy de la opinión de que el espectador tiene un trabajo, y muchos no lo queremos todo masticado. Una muerte menos creíble que muchas, pero más elegida, y libre, y autoconclusiva.

Jackson Teller (Charlie Hunnam) y Bobby Elvis (Mark Boone Junior) en la carretera.

Inexplicamente, la séptima temporada de SoA no aparece en ningún ranking, y cierra un ciclo mucho más profundo que el que se abrió con la sucesión de Jax como presidente, los problemas con las bandas chicanas, las bandas de negros y la ley. Cierra un ciclo de sangre; y quizá abre otro. Pero cierra un ciclo que durante treinta años ha estado abierto en el pasado y el presente de esta historia de ficción.

¿Por qué ha sido terriblemente infravalorada? Pues no lo sé. Quizá tales niveles de acción no pueden calar al mismo nivel que lo ha hecho este año Fargo o True Detective, o The Honorauble Woman, o incluso historias menos conocidos como el remake de House of Cards que protagoniza Kevin Spacey en la BBC. Sin embargo, es indudable el éxito de la serie (primera razón para no perdérsela) y la conexión entre Sons of Anarchy y la obra de Shakespeare (segunda). En mi clasificación personal está mucho más arriba, y si bien hay muchísimos aspectos que no me gustan en absoluto, considero que, habiendo envejecido bien, ha tenido mala suerte.

La venganza como arco narrativo

Quien estudia la venganza mantiene abiertas sus propias heridas.

Francis Bacon

La última temporada de Sons of Anarchy ha mantenido una idea muy simple en primera línea: Tara Knowles fue brutalmente asesinada por la madre de su marido, Juice encubre ese asesinato con otra muerte (Eli Roosevelt), y ahora todo eso cae por su propio peso. La rueda empieza a girar, y durante seis o siete episodios se culpa a los chinos, tensando las relaciones entre el club y sus socios asiáticos y negros.

Podríamos creer, erróneamente, que es la cólera y la venganza de Jax quien guía sus pasos, pero indirectamente comprobamos que es su propia madre. Gemma solo gana tiempo desde el primer minuto de la séptima temporada, comprendiendo que no existe un camino sencillo: no confía en Juice, no puede dejar de mentir, no puede obviar lo ocurrido… y todo ello ocurre mientras se van sucediendo cosas que ella solo intuye: Gemma es la madre del club; forma parte, pero queda al margen; mantiene cierto radio de acción e influencia pero, como todas las mujeres de la serie (un dato importante sobre el que no he leído nada), queda fuera.

Por ello mueren decenas de personas; no importa el color ni sus creencias aquí. Pueden ser miembros de las triadas a inicio de temporada, neonazis o rednecks, policías, niners (la banda de negros de Stockton) e incluso figuras clave de SAMCRO. La venganza es el arco argumental que hace avanzar toda la séptima temporada y que, poco a poco, destruye las relaciones que Jackson y el club han tardado décadas en construir, tanto con otros grupos, como internas (hasta el punto en el que Jax asesina a sangre fría al presidente de otra sección por desconfianza).

No soy una buena persona

I’m not a good father. I’m a good man with my kids. I’m very generous with them. I’m very kind to then, but I am not a good father.

Mike Thyson

Si la venganza es el punto básico que mueve la trama, el descubrimiento del antihéroe como tal es quizá la conclusión más esperada y lógica. El capítulo final mantiene un pronunciado símil con el final de Breaking Bad, donde Walter White asegura el futuro de los suyos como un modo de resarcirse de todo lo que ha hecho.

Todo ello, requiere reconocer en uno mismo la maldad y aceptarla en un primer momento. Entonces, el camino de Jax Teller es tan nítido que la única brizna de libertad que queda en el aire es quemar rueda hacia delante. Es una actitud radicalmente opuesta a la que escoge Gemma en un primer momento, y asombrosamente cercana tras despedirse de su padre y de todo aquello que sentía debía ver por última vez.

Nero entiende todo esto, y por ello deja marchar a Gemma. Pero como bien dice en la serie, no lo hace para salvar a Gemma, sino a su amigo; sabe que en un extremo (el perdón) está la salvación de Jax —que, como buena tragedia, es impensable, pues ha sido educado desde niño para todo lo contrario; o bien nació predispuesto a ello, como Gemma apunta en reiteradas ocasiones sobre su hijo y también sobre su nieto mayor—, en el otro, la condena. Cuando Jax asesina a Unser y camina con su madre al jardín de las rosas blancas, sabe perfectamente lo que tiene que hacer. Choca, no obstante, que sea su propia madre quien le ayude —figuradamente— a accionar el gatillo: «Somos lo que somos«, le dice. Porque SAMCRO es violencia, maldad y caos; y siempre lo fue.

Muerte de Tara Knowles: escena final de la sexta temporada.

Es algo tan obvio que el telespectador decide ignorarlo intencionadamente durante las siete temporadas. SAMCRO no son buenas personas, no se rodean de buenas personas, y no viven como buenas personas. Sin embargo, la televisión permite ese artificio, permite convertir el mal en épica, en leyenda y en libertad. No quiere decir que no haya bien en Tigger, en Chibs, en Rat, en Happy, en Bobby o en Jax, entre otros; se trata de acercarse a pequeños Don Draper, Tony Soprano o Walter White vestidos de moteros: tenemos suficiente información y acción para empatizar, pero llega el momento donde el giro argumental coge fuerza para caer por última vez frente a nosotros. En palabras de Jax: «A good father and a good outlaw can’t settle inside the same man.«

Redimirse llegados a un punto no es posible, por eso el antihéroe clásico casi siempre (Tony Soprano, por ejemplo, rompe este esquema) elige un camino distinto. Elige el bien haciendo el mal; o dicho de otro modo, elige eliminar a aquellos como él para hacer del mundo un lugar mejor; a su modo.

Patterson: Jackson, what happens at the end of the day?
Jax: The bad guys lose.

La arrogancia del presente

La mayoría de nosotros miramos el cementerio con desprecio o inconsciencia, la arrogancia del presente frente al pasado; de los vivos contra los muertos. Durante la última década, la televisión ha despertado conciencias más que normalizado el proceso. Las series miran a la muerte de mil formas, pero ya no es un tema que se obvie, sino que se profundiza en él de muy distintas formas. Evidentemente, el asesinato de Opie, de Clay o de Juice en Sons of Anarchy no tiene el mismo peso (empático) que el de Henry Lin u otros personajes todavía más secundarios, y una serie de acción tiene que saber crear diferentes entornos para los diferentes procesos que quiere transmitir al espectador (¿por qué nos penetra la mirada de decepción de Juice?, ¿la resignación de Gemma?, ¿la tristeza de Nero o de Jax, o de ambos llorando en el tejado?).

Escena final de la séptima temporada de Sons of Anarchy.

En Sons of Anachy, la muerte se descubre finalmente como reveladora para la mayoría de sus personajes. Juice, Gemma y Jax, por ejemplo, son la una última pincelada de este ciclo de sangre que no empezó con la muerte de Tara, sino muchos años atrás. Sin embargo, quedan cartas en el aire. La arrogancia del presente empaña un poco la visión final: Jackson no ha hecho más ni menos de lo que hizo su padre; está en paz con su destino, y se ha encaminado hacia su final. Algunos cuervos vuelan libres, otros todavía están creciendo. Y quizá sea cierto que no es lo que hacemos, es lo que somos.

Jax Teller dice a Nero: «When the time comes she needs to tell my sons who I really am. I’m not a good man. I’m a criminal and a killer. I need my sons to grow up hating the thought of me.» A diferencia de su propia historia, quien creció admirando a J.T., su padre, Jackson quiere que sus hijos se alejen del club. Jax cree que somos lo que hacemos, mientras que su madre, quien vio crecer a su hijo, veía en Abel —incluso en la elección del nombre encontramos lo que hacemos y lo que somos— un sino igual que el de su padre y el de su abuelo (somos lo que somos).

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