No sabía cómo presentar este artículo, menos aún qué título darle. ¿Santuario Gaia y el jabalí doméstico? ¿Los peligros más allá de la caza? Ni idea. Así que no seáis muy duros conmigo: ha salido lo que ha salido.
De los santuarios, lo que más me ha llamado siempre la atención es el interminable trabajo en pos de un bien común y el optimismo para afrontar una de las caras más negras del mundo; también dos de las burbujas en las que viven muchos de sus miembros y voluntarios: en especial, la moral y la emocional.
En lo que se refiere a la moral, la burbuja explotó, de nuevo, cuando el Movimiento Antitaurino de Lucha a favor de (algunos) animales quiso hacer una donación, a la que numerosos santuarios se negaron por varias razones (apoyo a la mal llamada «carne ecológica», por ejemplo, pero también homofobia y racismo por parte del colectivo), sin terminar de ver el doble rasero de aceptar apoyos económicos, anónimos y privados, e incluso no económicos, de personas que trabajan en Burger King, apoyan distintos grados de especismo (en realidad, todos lo hacemos) y, sobre todo, comen animales. Pero, al fin y al cabo, esta burbuja solo nos muestra las múltiples capas de nuestro mundo, e incluso la fragilidad de traicionar nuestras creencias sin darnos cuenta.
En ‘Vivir en la utopía’ explico mi punto de vista sobre por qué son necesarios los santuarios de animales y qué error de concepto veo en algunos de ellos. Sin desmerecer (creo), en ningún momento, su asombrosa labor y todo el bien que aportan.
Fuera de esta burbuja, también existe naturaleza: donde se enmarca el tema principal del que hoy quiero hablar. Porque lejos de la interacción humana, de la buena y de la mala, la naturaleza también es. La naturaleza es cuando una manada de lobos atrapa a un jabalí, y cuando la madre de ese jabalí protege ferozmente a sus jabatos. También cuando un puma se come a un mono, y protege a la cría del mismo y, ¿por qué no?, es el interés mutuo que saben forjar animales domésticos —domesticados—, como el perro, el caballo, el gato o el conejo. Pero en la burbuja, el pensamiento, a veces, olvida esta naturaleza, y la naturaleza imbuida de un sentimiento romántico, a falta de una palabra mejor, que nos presenta animales que tienen que ser cuidados durante veinticuatro horas al día, vacas totalmente dependientes de su cuidador, patos que no podrán volar; y también cerdos, y vacas, y pollos que tienen demasiadas ganas de vivir.

Yo apoyo la mayoría de estos casos. Como animalista, lo entiendo y lo respeto. Incluso aquellos que cuentan con una verdad demasiado romántica para mí: animales con patologías crónicas, en concreto. Cada vaca, cada gallina, pollo, cerdo, oveja, son un recordatorio de que los animales no están a nuestro servicio, de que tenemos que seguir preguntándonos por todo lo que se hace mal, y cambiar el modelo, y, en mi fuero interno, ayudar a que otros vean que no hay necesidad de comer animales ni de esclavizarlos.
Sin embargo, el romanticismo no puede opacarlo todo. Así como no puedes llamarte «animalista» y seguir creando cursos que desvirtúan el trabajo de los centros de recuperación mientras ofreces formación en adiestramiento de especies salvajes: una cuestión que traté hace meses en relación a la escuela Bocalán, y cuyos responsables se amparan en que esos circos, esos espectáculos y esos zoológicos no van a desaparecer, para seguir haciendo dinero y perpetuando el modelo; tampoco podemos dirigirnos hacia el extremo contrario.
El caso contrario es Sonia: un bebé jabalí: una jabata. Una cría que fue atropellada escapando de unos cazadores que habían matado a su madre y que ahora está en el Santuario Gaia. Sonia tiene miedo, y no confía en las personas; en palabras de los responsables: «Quizás ella nunca vuelva a confiar en los humanos, y no podamos disfrutar al acariciarla, pero aquí no estamos para eso, sino para darles una vida digna.»

Este es el límite. Mi límite. Aquí, paso palabra. Si alguien se ofende, lo siento mucho. Sonia es un jabalí, no un animal doméstico: Sonia no es un cerdo, es un jabalí; un animal silvestre, que no tiene que confiar en los humanos, que no tiene que ser acariciada por los humanos, y que no necesita del contacto con humanos para tener una vida digna (o feliz). Sonia es un animal que no debería estar en un santuario, sino en un centro de recuperación de vida salvaje, que debería ser reintroducida en su hábitat a la máxima brevedad, y sí, también quedar expuesta a la mano de un sanguinario cazador: «profesión» que desprecio, aunque no tanto como la del matarife.
Hay que cambiar miles de cosas a nuestro alrededor: ser más sostenibles, menos sanguinarios, menos crueles con la vida animal, pero no deberíamos intentar cambiar la naturaleza. Quizá llegue el día en el que tengamos que preocuparnos sobre cómo cambiar gran parte de la actividad del sector primario, y nuestra vida en común con especies caninas y felinas, y la moda, el ocio, la mal llamada cultura que tortura y asesina… y tantas otras cosas. Pero los jabalís seguirán siendo jabalís, y los lobos, lobos; y un animal silvestre, por mucho que podamos sociabilizarlo, seguirá contando con instintos salvajes durante miles de años (¿por qué querríamos domesticar a un jabalí? ya se hizo, y solo ha traído sufrimiento a los cerdos).
Por todo esto, es irresponsable contar con una cría de jabalí en un santuario de animales: para los habitantes, y, sobre todo, para el jabato, y un ejemplo más de que la historia de Christian, el León, se sigue repitiendo en el siglo XXI por culpa de un error similar: amar demasiado a los animales, y, a veces, amarlos como no deberíamos. Amarlos hasta el punto de traicionar, sin darnos cuenta, nuestra propia filosofía, que, en este caso, dice: «ofrecemos una segunda oportunidad a los animales considerados de granja que rescatamos de la explotación, abandono o maltrato.»
Actualización #1:
Informándome sobre este caso concreto, he podido leer en esta noticia del santuario que el brazo de Sonia quedó inutilizado, lo que, con toda seguridad, provocaba su difícil reintroducción en la vida silvestre. Sin embargo, no cambia la mayoría del resto de temas que toca el artículo, si bien considero que es un dato suficientemente ilustrativo para agregarlo a la entrada.
Enlaces relacionados:
Gracias por compartir tus palabras, impresiones y emociones con todos los que te seguimos. Obviamente, no puedo estar más de acuerdo contigo. Lo mejor para Sonia debería de ser estar en otro lugar.
Hola, Miquel:
¡Gracias a ti por comentar!
Unos amigos tenían en el pueblo una jabata, en un corralón al aire libre. Era increíble como el animal se dejaba acariciar y venía cuando la llamabas. Cuando creció, la dejaron en libertad, claro
¡Muy buenas! El problema de eso es que, con interacción humana, o, mejor dicho, sin interacción de su especie, ese animal no podrá hacer vida normal si no ha tenido una impronta adecuada (https://es.wikipedia.org/wiki/Impronta_gen%C3%A9tica).
Al final, el ejemplo de Christian, el León que pongo en el artículo es real, igual que Fauna y Acción o los cursos de «adiestramiento multiespecie». ¿El problema? Que la mayoría de esos animales se vuelven dependientes del ser humano sin necesidad. 😉
¡Un saludote!
Reblogueó esto en rererebloguer.
Gracias por animalizar la causa animalista. Es cierto que con especies silvestres cada caso es diferente pero siempre le devuelve el lado animal a situaciones que sin querer antropomorfizamos demasiado.
¡Muy buenas!
Primero, gracias por entenderlo.
Segundo, a mí me encantaría hacer todo lo posible por cualquier animal, y siempre que me es posible: lo hago. Admiro profundamente el trabajo de los santuarios, pero desprecio con todo mi ser el síndrome de Walt Disney. Aquel que cuando vemos a un animal intentando montar a otro que ha muerto creemos que lo está intentando revivir con RCP o similares.
La mejor forma de ayudar a los animales es comprender la naturaleza e intentar hacer todo lo posible por preservarla y mantenerla. Para mí, eso también significa no comer animales, porque no existe necesidad —puede que para otros, significa otra cosa—, pero de lo que sí estoy seguro es de que si nos dejamos guiar por romanticismos lo que conseguimos a menudo es una legión de gente que sufre por Sonia, la jabata, pero que no entiende que no le están haciendo ningún favor.
Por supuesto, a mis dudas no me ha respondido ni Santuario Gaia —a quien, al igual que al resto de santuarios que cuidan animales explotados, sigo admirando— ni ninguna de las personas que me contestó que Sonia no podía vivir en libertad.
Sin ánimo de ofender, veo normal que el Santuario Gaia no te conteste. Puede que ellos tengan información sobre Sonia que nosotros no o simplemente ya tienen suficiente trabajo como para dar explicaciones individualizadas. Sé lo que es formar parte de una asociación que rescata gatos y perros y sé lo que es buscar casa para un animal que has encontrado y la gente siempre tendrá algo que decir sobre lo mal que lo haces. Aunque tu comentario es constructivo, reciben a diario muchísimos que no lo son.
Por otra parte, yo también estoy de acuerdo en dejar ser salvaje lo salvaje siempre que sea posible y en minimizar todo lo posible el sufrimiento animal por eso dejé de comer, vestir y utilizar animales en mi vida.
Como ya te dije por Twitter, aunque no siempre comparta tu opinión al 100%, siempre es muy interesante leerte.
Un abrazo.
¡Para nada ofendes!
Quizá me explique medio mal. A mí una cosa del Santuario Gaia que me parece regular es que no tienen a nadie encargado de responder en redes ni similares. Me imagino que, en este caso, y a diferencia de otros santuarios, tienen a un encargado para publicar cosas, pero no entran a contestar ningún tipo de comentarios o similar como si hace, por ejemplo, El Hogar ProVegan. También es verdad que Gaia es de los más grandes que hay.
En este caso, más que una respuesta individualizada, y tras seguir las conversaciones que se han generado ahí, yo (opinión personal, y nada más) soy más de la opinión de una actuación similar a las que suelen hacer Let’s Adopt España, que pese a su CURRAZO, en mayúsculas, reciben también mogollón de críticas.
¡Un abrazote!
devuelves* (ahora que lo releeo faltaba una letra) 😉