Yo el Instagram no lo uso bien. A menudo, cuando colocas un artículo delante tú mismo te delatas: la lavadora… ¡vaya trasto!, por no asumir que eres un puto inútil de las tareas domésticas; menudo pieza, el Dieguito… En cambio, si te fijas, Diego (sin el artículo) es un estudiante que te cagas. Con (el) Instagram, tres cuartos de lo mismo. Por eso, hace unos meses, cuando me dio por hacer grullas de origami, varias personas me dijeron que no lo había pillado, que ahí se iba a poner fotos de tu comida, de tus pies o de tus perros.
A fuerza de golpes, no obstante, conseguí colar en la red social mis grullas de papel gracias a la historieta del Senbanzuru, una grulla legendaria que los japoneses dicen que aparece si haces mil figurinas y las atas con un cordel. Ni tengo tantas hojas de papel, ni tengo tanta paciencia, pero más de uno y de una se creyó que iba a cumplir con mi palabra (debo tener fama de tío serio y no lo sé).
Más tarde, algunas personas me han preguntado: ¿ya no haces grullas?, ¿no vas a hacer las mil grullas que habías dicho que ibas a hacer? Aunque no recuerdo que dijese eso, la verdad, pero no pongo la mano en el fuego, que mi memoria no es mi mayor virtud.
En cualquier caso, aunque yo he contestado lo mismo a todo quisqui, no todo el mundo lo entiende. Y es que yo puedo hacer mil grullas, pero eso no hará que Senbanzuru —el tío Camuñas buenrollero este de las grullas— se aparezca y me conceda un deseo. Por mucho que lo diga la leyenda: por algo es una leyenda.
Puedo hacer grullas, cuando me apetezca, y, a lo mejor, un día llego a tener mil grullas por casa, pero también es posible que, un día, la grulla se aparezca y me conceda el deseo sin necesidad de haber hecho las mil grullas. De algún modo, ya no considero que hacer las mil grullas (aunque nunca lo he considerado, en realidad) sea condición sine qua non de «invocar» a ese animal, sino que, en esencia, creo que hacer mil grullas de papel es un buen modo de llamar la atención de una grulla de leyenda.
Cuando explico esto, la mayoría me dice que de qué pollas les estoy hablando. Normal. O también: ¿seguro que estamos hablando de grullas? Y no, evidentemente no estoy hablando de grullas, pero esto también es parte del aprendizaje.
Esta entrada fue publicada, originalmente, en Metepatas el 15 de junio de 2020, blog que reabsorbió un celoso Doblando tentáculos en 2021.