La escritura —el ensayo, en este caso— no estaba directamente relacionada con estos otros medios de divulgación y, a su vez, sí lo estaba. Confieso que, en los meses siguientes, lo he repetido las veces suficientes como para empezar a sentirme cómodo y, en una de estas, incluso me empecé a ilusionar un poco con el hecho de que una de mis ponencias apareciese en Vimeo y YouTube.
Finalmente, esto no se consiguió y, sin embargo, me dio la clave para darme cuenta de que no hay ningún tipo de material divulgativo sobre animalismo y ética animal en castellano, y lo poco que hay, no es suficiente. Por ello, este año todavía me quedan varias sorpresas que anunciar en el blog y a través de otros medios, pero la primera de todas ellas, quizá poca gente la esperaría: un canal de divulgación en YouTube para tratar cuestiones relacionadas con el animalismo y la ética animal.
Hoy, os presento mis dos primeros clips: una breve presentación del canal y un vídeo sobre las principales cuestiones de mi primer libro que llevaba tiempo en la recámara. Deseo que os gusten, espero vuestros comentarios y, por supuesto, sois tan bienvenidos y bienvenidas allí, como lo sois aquí.
P.S.: Adelanto que no iré publicando información sobre nuevos vídeos —que seguro que son mejores que estos dos iniciales, lo cual no es una promesa difícil de cumplir—, pero podéis encontrar un enlace al canal en las RR.SS. del menú.
Me informan desde la editorial que, durante los próximos días, el eBook de mi primer libro animalista —De cómo los animales viven y mueren— con el que ya he mareado bastante a los lectores y lectoras de este blog, estará de promoción en Amazon por 2,37 €.
¡Si todavía no lo has leído, y te llama la atención, quizá sea un buen momento para gastarte un par de euros en la versión digital! Recuerdo que también puedes comprar la versión en papel, tanto en Amazon como en otras plataformas y en mi propia página web.
¡Buen fin de semana!
Nota: ¡Esta es la última vez que os mareo con mi libro en el blog! 😉 Palabra.
Esta entrada será absurda, impopular y difícil de entender. Por todo eso, en mi mente, se plantea como un texto profundamente coherente, pero también una (posible) fábrica de palos. La razón fundamental de la misma es que, estos últimos meses, mucha gente me ha escrito para hablarme de cómo el libro o algunas entradas del blog le han hecho replantearse sus modos de vida e incluso sus más profundos valores morales, y también me han dicho: «¡Ya soy vegetariano como tú!», o «¡Me he vuelto vegana!», o «¡Apoyo al máximo el consumo de carne ecológica!» y cien respuestas distintas más.
De algún modo, me enorgullece ver que lo que empezó hace algo más de dos años con entradas sobre animalismo ha conseguido alcanzar tantas conciencias y de un modo tan distinto: desde el maltrato de animales domésticos hasta cambios en la alimentación de muchos de los lectores y lectoras del blog. Pero hay un malentendido que no me gustaría que se perpetuase, y es que yo no soy vegano (si me tengo que definir, supongo que soy vegetariano casi estricto); y no soy vegano por tres razones fundamentales: la primera, porque tengo perros y gatos en casa; la segunda, porque he trabajado y colaboro con asociaciones de perros de terapia; la última, y para mí la menos importante de todas ellas, porque, en algún momento, como huevos de gallinas de alimentación ecológica.
Ser vegano y sus matices
Asumimos de manera automática, sin pensarlo, sin cuestionarlo, que hay un criterio moral para el Homo sapiens y otro diferente para el resto de animales. Eso es el especismo.
Richard Dawkins (etólogo, zoólogo y biólogo evolutivo)
A menudo, algunas personas que adoptan una alimentación vegana consideran que el veganismo es una opción alimentaria libre de todo tipo de sufrimiento animal. Sin embargo, olvidan parte de la filosofía que existe tras la misma, en especial, respetar la vida y la individualidad de todo ser sintiente, rechazar toda forma de especismo y de uso (no solo abuso) de animales —no del conejo que no quiere participar en experimentación animal, sino también del caballo que no quiere ser montado, o el perro de terapia que no quiere trabajar, por ejemplo; también del mosquito que molesta por la habitación, la ciudadana de Sri Lanka que no quiere ser explotada en una fábrica textil o la contaminación de un arrecife de coral.
Yo no puedo ser vegano porque, hoy, y ahora, difiero en algunos de estos puntos básicos. El primero de todos ellos, es el especismo: desde mi óptica, todos somos especistas, y debemos luchar con uñas y dientes por no serlo, pero como bien explico en De cómo los animales viven y mueren(Diversa Ediciones, 2016), nuestra empatía depende de la cercanía con el animal —aquí hay un poso biológico, y también una gran carga cultural— y nuestras acciones están sujetas, en cierto nivel, a la estructura mercantil del mundo en el que vivimos: todos necesitamos un teléfono móvil, y vestirnos, y viajar.
Así, abrazar el veganismo no puede ser complementario a convivir con mascotas carnívoras, como el perro o el gato, y ni tan siquiera a tener mascotas en un entorno delimitado, sea urbano, periurbano o rural, puesto que se mantendría un implícito, por el cual tenemos un animal por el valor que aporta a nuestras vidas, obviando su individualidad y su propia autonomía(1).
Esta es una de las razones por las que no soy (filósoficamente) vegano , y es que me chirría esta definición. Porque, ¿podemos ser veganos? Me explico. Durante casi 30.000 años, los perros nos han acompañado en nuestra vida diaria, y durante unos cuantos miles menos, también los gatos; durante más de 10.000 años hemos domesticado especies y seleccionado rasgos para nuestro bienestar. Las gallinas que ponen un huevo diario (y no una veintena al año), las vacas que, preñadas, ofrecían más leche, los cerdos o los toros a los que se les ha robado su fiereza; todos ellos necesitan de nosotros. Por desconocimiento e interés, hemos creado un mundo de matices horribles, y la ganadería intensiva solo es un capítulo más de esta historia. Pero todo ello no cambiará de la noche a la mañana, ni se borrará en el momento en el que cerremos los ojos.
La extinción del modelo
Los bienestaristas afirman que los animales no tienen, en sí mismo, un interés en no ser esclavos; ellos solo tienen interés en ser esclavos «felices». Esa es la posición promovida por Peter Singer, cuya visión neo-bienestarista se deriva directamente de Bentham. Por lo tanto, no importa moralmente que nosotros utilicemos animales, sino únicamente cómo los utilizamos. El tema moral no es el uso, sino el tratamiento.
Gary Francione (profesor universitario y escritor)
Las alternativas del no-consumo son el mejor camino que cualquier persona concienciada puede escoger hoy, pero eso no cambiará el hecho de que haya una industria de consumo colosal que engaña, oculta y es apoyada aún por un alto porcentaje de la población. Tampoco que esos animales domésticos requieren leyes para su pervivencia fuera de esta maquinaría de muerte, pero no pueden vivir todos en santuarios. ¿Y qué hacemos además? ¿Dejamos vivir a los animales de granja y condenamos a las mascotas? ¿Pueden los animales domésticos volver a un estado salvaje? Evidentemente, no. ¿Y qué hacemos con todas esas especies de las que somos responsables de haber domesticado? Quizá este es el punto más peliagudo de todos, y, por supuesto, hay cientos de opciones (mejores que la actual) que podríamos llevar a cabo para minimizar o llevar a cero todo el sufrimiento derivado, pero la extinción completa del modelo, todavía no es una de ellas.
Pero no nos vayamos tan lejos, porque incluso con nuestros principales animales de compañía hay un grave problema. Todos esos pastores alemanes, border collie o labradores que tienen que recurrir a trabajo diario de obediencia (o agility, o mantrailling, o discdog…) por parte de dueños responsables, a largas caminatas y a un modelo de vida que consiga, de algún modo, paliar las actividades principales que llevan dentro de sí: pastoreo, vigilancia, cobro… Podemos cambiar el mundo, pero no el genoma de nuestros perros. Y preguntarse por qué deberíamos hacerlo o no hacerlo, no tiene sentido, porque no es algo que se pueda modificar en veinte años, sino que se requerirían otros miles.
Argos y yo en un curso de obediencia avanzada en 2015.
En esta misma línea, el trabajo de animales de asistencia o de terapia tiene para mí otras complicaciones éticas —la peor de todas, aquella que pone en peligro la vida del animal en misiones de los cuerpos de seguridad—, pero, excepto en algunas de estas misiones, en mi experiencia, ninguno me ha resultado dañino para este, y sí enriquecedor a muchos niveles (el perro «trabaja» y se divierte, aprende, consigue mejorar sus recursos cognitivos, ayudar a terceros…), si bien la filosofía vegana creo que nos diría que ese «uso» del animal constituye un «abuso» por nuestra parte. Yo no puedo estar de acuerdo. Desde la misma domesticación de los cánidos, el perro —y el gato— se acerca al ser humano en la misma medida en que el ser humano le necesita, y viceversa.
Junto a todo lo anterior, hay una serie de supuestos o etiquetas que también suelen ir unidas, y que, a menudo, me parece coherente que así sea. Por ejemplo, salud y una buena alimentación (y, hoy, se puede conseguir esa buena alimentación sin consumo de animales, pero no olvidemos que hace treinta o cuarenta años, probablemente no); también productos km. 0, ecología, consumo sostenible… Son todo tipo de causas que, normalmente, se relacionan con formas de vida veganas o vegetarianas, y todos aquellos que tratamos de mejorar el mundo, de un modo u otro, tenemos que revisar, constantemente, todas estas facetas que afectan a nuestras vidas, sin olvidar que, ni mi vida, ni tu vida, son una simple etiqueta.
Fotografía de un arrecife de coral.
Por eso, mi primer libro animalista está escrito como está escrito, y creo que esa es la bondad del mismo: que solo muestra, y nunca impone; porque no existe una verdad, sino cientos de miles (2), así como caminos para cambiar el terrible escenario en el que hemos convertido nuestro mundo. Quizá hay personas optimistas, que creen que el camino pasa por la inmediata liberación animal y otros que creemos ver que la historia, incluso hoy, niega la posibilidad de acoger un camino que no pase por una primera fase de bienestar.
Tenemos que ser lo suficiente maduros para querer cambiar el mundo y, a la vez, entender que nuestras acciones individuales suman muy poco en el conjunto: y este debe ser un contratiempo que lejos de restarnos fuerza, debería impulsarnos a buscar apoyos a nuestro alrededor. A encontrar la forma de ser parte de la solución, y no del problema; y de comprender que hay cuestiones intrínsecas en la estructura del mismo a desentrañar, y que tenemos la obligación de hallar la forma de lidiar con todo el horror que se genera a nuestro alrededor, de conseguir un cambio responsable, y de, un día cada vez más próximo, alcanzar la mayoría, puesto que en minoría no hay legitimación (social) posible.
(1) Otra cuestión importante es cuánta autonomía tiene ese animal una vez ha sido domesticado por el ser humano, puesto que los rasgos de muchas de estas especies han sido seleccionados para conseguir individuos menos agresivos, confiados y útiles en nuestras sociedades (sea, en su momento, para desplazarse, para alimentarse o como guardián), pero también restándoles independencia.
(2)Si bien, la mayoría empieza por minimizar o extinguir el sufrimiento animal, donde recordemos que el malestar humano está implícito, en especial, el de aquellas poblaciones desfavorecidas de las que nunca hablamos.
Nota:también creo firmemente en el problema que supone la industria alimentaria, la cosificación, producto del especismo, y el neoliberalismo económico: sobre todo en lo que se refiere a la aplicación, y las trabas, de una Ley de Protección Animal. Por el contrario, no considero que el consumo bajo o moderado de huevos sea aquí el principal problema —los lácteos son otro cantar, y, aun así, creo que sería necesario matizar la importancia que tiene el modelo industrial, que, en la mayoría de los casos no es más que un conglomerado que acoge la producción de carne, cuero y lácteos—, ya que es un derivado directo de la industria; sin embargo, para que esta afirmación no induzca a error, permitidme desarrollarlo durante el mes de febrero en un artículo complementario, puesto que no se trata de una visión simplista del tipo «comer esto está bien, porque el animal no muere» y, además, resulta una gran fuente para abrir debate y generar opiniones.
Este es un texto original creado para Doblando tentáculos. Si te ha parecido interesante, quizá quieras adquirir en papel o en eBook De cómo los animales viven y mueren (Diversa Ediciones, 2016), mi primer libro de temática animalista que trata estos y otros muchos temas similares. ¡También está disponible en Amazon!
Ayer, estuve hablando sobre De cómo los animales viven y mueren con el periodista Pedro Riba y su equipo de Barcelona en el programa Luces en la oscuridad. Aquí tenéis un enlace al podcastpor si queréis escucharla: charlamos, principalmente, de nuestra relación con el resto de animales y las consecuencias que esto tiene para el planeta y para nosotros mismos. ¡Espero vuestras opiniones tras mi primera experiencia radiofónica!
En resumidas cuentas, este es un artículo (entre largo y largo de cojones) en el que os explico por qué quiero distribuir gratis dos recopilaciones de relatos que he preferido que no pasen por editorial alguna. Si quieres descargar los libros directamente, puedes hacer clic aquí; si quieres saber qué otros rollos cuento, sigue leyendo.
Hace unos días unas semanas, me di de baja como trabajador autónomo. Llevaba seis años. Quizá sea uno de los saltos al vacío más grandes que he pegado nunca, y eso que, este año, nos tiramos por un barranco de cincuenta metros con el coche: imagínate.
¿Por qué? Buena pregunta. Supongo que tiene mucho que ver con que este blog cada vez tenga más lectores, y yo oportunidades dentro y fuera del mismo; también me ha crecido un poco el ego en los dos últimos años (no mucho), lo que siempre ayuda a hacer gilipolleces, y tengo por ahí a varias decenas de personas que me hablan de mis columnas de opinión, mis artículos sobre animalismo o alguno de mis relatos; lo que sea.
Todavía me queda para llegar hasta ahí.
En definitiva, que el otro día le regalé el 50 % de la empresa a mi socia, y seguí escribiendo. Claro que esto tiene truco, porque también es mi mujer, y, por ahora, le toca mantenerme o darme alguna migaja.
En confianza, se trata de aquello que llevaba años queriendo hacer, pero que uno no sabe por dónde tirar; ni cómo. De esas soluciones que no son soluciones en realidad, y de esos anhelos que todo dios te dice que están muy bien, que son muy nobles, pero que comas mierda para ingresar la nómina a final de mes.
Así que, una vez he conseguido publicar mi primer libro, y escribir el borrador de una novela corta que (creo que) a muchos de los lectores del blog os encantará, a tomar por saco la seguridad. Y no solo eso. Como ya estaba entrado en materia, también he decidido replantearme un par de cosas. La más importante tiene una relación directa con la escritura: con mi escritura, y se resume en que estoy aquí, y hago lo que hago, por los lectores y lectoras que me han acompañado en los últimos años. Y voy a seguir contando con vosotros (y vosotras; en realidad, las chicas sois mayoría, así que voy a empezar a cambiar ese plural genérico masculino…) para tirar adelante muchos de los proyectos a los que quiero dedicar los próximos meses; por ahora, os voy a regalar algunos de los que me ayudaron a llegar hasta aquí. Os los voy a regalar porque creo que es la única forma de que hoy la escritura, cualquier escritura, llegue a las personas.
No con eBooks, ni con obras a precio reducido, ni con artículos virales o publicidad en redes sociales; he aprendido que todo eso son medios cojonudos, pero solo son eso: medios; algunos medios. Le voy a dar la vuelta. Llámalo como quieras: estupidez, locura, desconocimiento, lo que quieras; voy a empezar por dar una parte de mi trabajo diario de los últimos años y poner la mano después. Si es posible, no solo un capítulo para que te hagas una idea sobre de qué iba esto, sino todo un libro, o más, o todo lo que pueda: quien quiera ayudarme a seguir adelante, que me compre un par de cervezas si se cruza conmigo, o apoye mi próximo proyecto comprando el libro en alguna librería, o en Amazon, o llevando un ejemplar a la biblioteca de su barrio.
Porque yo quiero ser escritor, siempre he querido; tú sé lo que quieras: lector, cómplice, crítico o mecenas.
He recibido muestras de interés editorial por Insolación, por lo que, por el momento, quedarán disponibles los dos primeros capítulos con la esperanza de una posible edición futura.
Insolación recoge hechos irreales, testimonios dantescos e historias esperpénticas. Como denominador común, la locura, los estados alterados, los delirios y el calor de un astro siempre presente que atrae aquello más trágico de la condición humana.
#1. Cosa Nostra
Dos mafiosos discuten sobre su modo de vida en un atasco; en el maletero, viaja un cadáver del que pretenden deshacerse a las afueras.
#2. Dobles parejas
Para entender la historia, la historia que debía haber sido aquí narrada desde el principio, hay que recordar que, por mucho que se empeñen Falcones, Marsé o Zafón, Barcelona es mucho más que La Ribera, el Carmelo o el Arc del Teatre.
#3. Eje 16
¿Qué hay detrás de este mundo de gris? Probablemente nada, ¿verdad?
#4. Full de Reyes
Los Merlo son una familia castrense venida a menos, que malvive en Villanueva del Rey, un municipio próximo a Écija; hoy, les visita un amigo del abuelo: un miembro de la guardia mora de Franco.
#5. Divina Comedia
La familia Merlo marcha de excursión desoyendo a las mujeres; el abuelo y su compañero de armas cargan dos escopetas al hombro y se disponen a viajar a Madrid, a reclamar una pensión digna para Abu Zakaria.
#6. Cotidianidad
En un bar del centro un loco se emborracha en su tragedia. A su lado, una niña, que no es suya, y un perro, al que rescató de las manos de un maltratador.
#7. Caminante, son tus huellas
Martín, un joven de trece años, tiene una curiosa forma de pasar el tiempo: espía a Áureo por el barrio, un jubilado gallego que gasta sus días entre el bar y el paseo marítimo de la ciudad.
NOTA INFORMATIVA:Oldies: Mucho por vivir es un eBook (libro en formato digital) donde la calidad fotográfica es parte fundamental del contenido; por temas de promoción, también lo encontraréis en formato Amazon Kindle, pero la versión de alta calidad a color que os adjunto es infinitamente mejor (¡y a color!). ¡Para cualquier duda, podéis contactar conmigo por e-mail o en los comentarios!
Portada de Oldies: Mucho por vivir
Entre septiembre y octubre de 2015, escribí las historias de nueve perros ancianos que habían revolucionado la vida de nueve familias catalanas en el marco del proyecto Conectadogs. Me obligo mi mujer. Lo hice en colaboración de Laura Palau, quien recogió toda la esencia de esos animales en un libro electrónico repleto de fotografías espectaculares.
Con el dinero que recaudamos, hicimos mensualmente una donación a diferentes protectoras: concretamente, a Héroes de 4 Patas, Abam i Apropa’t y Let’s Adopt España. Hoy, este libro tiene sentido por tres razones: para recordar aquellas historias que ya han concluido, para no olvidar todas las razones que nos impulsan a convivir con un perro anciano y para ayudarnos a estructurar un proyecto animalista y social que llevamos un año gestando entre animalistas, psicólogos, etólogos y adiestradores caninos: de esto, también os hablaré, antes o después, y os va a gustar.
¿Es posible deconstruir la vida de una persona como si de un discurso se tratase? ¿Puede la literatura domar el dolor de una pérdida? ¿Son los muertos más idiotas que los vivos? Siete historias de histeria son relatos de enfermedad, de odio y de incomprensión; una crónica de alguien con muy mala memoria que se interroga a sí mismo demasiado tarde.
Siete historias de histeria fueron los siete primeros relatos que escribí en una misma dirección. Se trata de textos repletos de ficción y autoficción sobre el cáncer terminal de mi padre, sobre la vida, y sobre la muerte; mi forma de despedirme, de echar cosas en cara, de agradecer, de confrontar, y, sobre todo, de seguir adelante.
#1. Boca-oreja
Un hombre entra en la consulta de un psiquiatra, y… Esto empieza como un chiste, y quizá lo sea, pero no por ello está ausente de bloqueos y traumas ocultos en la memoria.
#2. Tres prismas
¿Qué relación tiene un piloto de carreras, una actriz frustrada y una conversación de sofá? Bueno, acepto tu apuesta…
#3. Hipótesis
Una de las mayores pérdidas que ha sufrido el hombre ha sido su libertad para elegir dónde y cuándo morir.
#4. Antítesis
¿En serio crees que nos definimos por lo que somos o también por todo aquello que pudimos ser? La presencia solo es una milésima parte de toda tu ausencia.
#5. Air Force One
Enfrentarte a tus miedos es el único modo de seguir adelante. ¿La vida? La vida va de eso.
#6. Síntesis
Sobre la vida y la muerte. Pero sobre todo la muerte. Sobre el poder que tiene la muerte de cambiar las cosas por un único instante, y no más.
#7. Epílogo
No es más que una despedida. El problema es cuando se sobreponen: tu padre, la universidad, la primera juventud, y todo un mundo que cae para dar forma al siguiente.
Dicho esto, sigo adelante.
Con la novela empezaré a marearos a partir de enero…
Mañana tengo hora con el médico. Hace un par de días, fui al centro de asistencia primaria y me dijeron que yo no existía, así que tuvieron que abrirme un expediente y darme hora para este jueves.
Tengo un dedo y una articulación fastidiados desde mediados de noviembre, cuando vino un sensei japonés a visitarnos al dojo; por regla general, esas visitas funcionan así: viene un señor que lleva toda la vida haciendo artes marciales y nos dice cuán mal lo hacemos y qué deshonra suponemos el noventa por ciento de nosotros para la disciplina que él ama; el traductor suaviza el golpe, y el invitado coge fuerzas para volver a dejarse engañar al año siguiente.
Dicho esto, cabe aclarar que los nipones son máquinas de matar desde los tres años, y nosotros solemos llegar a estas curiosas aficiones (por lo menos, para nuestras madres) con una o dos décadas de retraso. ¿Pero por qué os cuento esto hoy? Porque ese día alguien me dio un mal golpe, o yo retorcí algo, o crují un no sé qué o fracturé un qué se yo, y, desde entonces, aquí estoy, escribiendo a lo taquígrafa de principios de siglo, quejándome mucho, empastillándome de vez en cuando y descansando la mano cuando no hay más remedio.
Evidentemente, esto no me evitó seguir entrenando como pude, ni viajar a París y pagar casi seis euros por un café (oh, mon dieu!), y tampoco terminar de corregir el primer borrador de la novela, y empezar a moverlo un poco con el fin de recopilar alguna que otra opinión. Una novela que me he planteado como el final de una etapa y el principio de otra; como un camino que quiero abrir, y que quizá, sin darme cuenta del todo, ya esté abierto, y una despedida acorde a cuatro años de caos, pero de muchas alegrías.
Caos descansando en una terraza (junio de 2012).
Y a medida que planteo y consolido proyectos, siento la necesidad de cerrar otros; por eso, antes de que termine este 2016, no quiero daros mucho más la lata con De cómo los animales viven y mueren en el blog, sino regalaros dos o tres cosas como agradecimiento por vuestra fidelidad como lectores y lectoras, y dar un par de sorpresas finales con las que encaminarnos al qué vendrá.
Sí, sé que no he desvelado mucho por ahora; pero es que, si lo hago, os fastidio uno de los dos próximos artículos por completo, y, además, por si no os habíais dado cuenta esto es, fundamentalmente, una entrada de blog donde vengo a llorar porque me duele la mano y mi mujer está hasta el… moño de oír cómo me quejo.
¡Muy buenas! Desde hoy y hasta el 29 de diciembre he puesto en marcha un «concurso navideño» (a través de Easypromos) para regalar cuatro ejemplares dedicados de mi primer libro:De cómo los animales viven y mueren(Diversa Ediciones, 2016).
Si queréis participar en el sorteo, pasaos por el Facebook y saludadme, mandadme una foto de vuestros amiguetes de cuatro patas, discutidme algo, o lo que os apetezca. ¡En este enlace tenéis toda la información!
Texto original en Facebook (actualizado 8/12/2016)
¡Voy a sortear CUATRO ejemplares dedicados de mi libro animalista!
Como he obligado a amigos, conocidos y familiares a comprarlo, todavía tengo unos cuantos para mandaros como regalo navideño.
Los enviaré con una dedicatoria personalizada a los cuatro ganadores o ganadoras que resulten premiados entre todos los usuarios que comenten esta publicación.
Podéis saludar, colgar fotos de vuestras mascotas, contarme un chiste o hablar de todo lo que veis bien y mal del libro. ¡Lo que queráis!
Tenéis tiempo hasta el viernes 29 de diciembre de 2016 a las 23:45 para participar.
Instrucciones paso a paso:
1. Escribe un comentario en este mismo post.
2. Puedes seguir mi página de Facebook si te gusta, ¡pero no es obligatorio!
3. Eso sí, estate atento (o atenta) a la página porque aquí publicaré a los ganadores/as del sorteo.
¡Y recuerda que puedes compartir el #sorteo de #DeCómoLosAnimalesVivenYMueren en tu biografía y mencionar a tus amigos en los comentarios para que también puedan participar!
Para un auténtico escritor, cada libro debería ser un nuevo comienzo en el que él intenta algo que está más allá de su alcance.
Ernest Hemingway (1899-1961)
Por ahora, he acabado. Mañana viajo a París, y quién recuerda cuántos días desaparezco. Yo no. Para esta semana, solo restaba un artículo, una última bala en la recámara, con aromas a literatura, y, por ende, no me preocupa, porque se mantendrá vigente a mi vuelta.
Fotograma de un episodio de la webserie Malviviendo.
Por ahora, terminé con las presentaciones del libro: una en Casa del Libro de Paseo de Gracia; otra en la feria de EcoReus (Tarragona). En la primera, no funcionó el sonido; en la segunda, tampoco la imagen. Ley de Murphy, supongo; algo tenía que pasar, y a mí me pasó casi todo. También estuve a punto de comerme a una decena de coches que habían perdido el control en la autopista por el granizo. Al final, el vehículo respondió, más o menos, y pude clavar el freno de mano antes de volver al taller por tercera vez este año: ¡mi suerte sigue intacta!
Ya en escena, me supo fatal por La Caja de Pandora(esta no; esta tampoco; sino esta), que no solo tuvo que lidiar con mi inexperiencia, sino con un discurso fragmentado por falta de medios del que, en esta segunda presentación, me recompuse como pude. Allí encontré un público entregado e informado, que tenía ganas de contrastar opiniones, de ofrecer su punto de vista y de generar un debate sano, y fueron ellos quienes, esta vez, me salvaron.
Ahora, queda descansar unos días; terminar de devorar el magnífico Homo Deusde Yuval Noah Harari, que, desde aquí os recomiendo, y también su primer libro, Sapiens, y un par de novelas que tengo pendientes —entre ellas, una de las últimas tramas del Wilt de Tom Sharpe—, decidir hacia dónde prosigo y cómo lo hago; recordarme, de nuevo, que es básico, que es necesario, pero que no quiero ser un capullo egocéntrico que no sabe hablar más que de su propio trabajo, y seguir contrastando esos argumentos que me han traído hasta aquí.
No puedo quitarme de la cabeza la sensación de que todo se ha acelerado, y eso que hace un buen rato que no tengo el pie en el pedal. Quizá, por eso, ahora sí que desaparezco unos días; para disfrutar realmente del viaje, y no, no hablo del viaje a Francia con el que comenzaba esta entrada tan breve como anómala.
Quiero tener el borrador de la novela terminado a final de año: solo me queda un mes. Vinculada a esta, os haré lo que yo considero un regalo, y, para mí, también una liberación; vosotros ya diréis sí es un detalle o una putada. De lo único que estoy seguro —eso que tengo verdaderamente claro— es que no quiero centrarme más de la cuenta en promociones, presentaciones ni todos estos rollos (que os agradezco hasta el infinito, y más allá): quiero seguir haciendo las cosas como me han funcionado, y escribir; seguir escribiendo; trabajando; creando mundos; jamás caer en el tópico de ese tipo que junta letras una vez y, tarde o temprano, se olvida de cómo lo hizo.
Para los lectores de De cómo los animales viven y mueren:
Ante todo, gracias. ¡Estos meses están siendo de locura, pero también de muchas alegrías por todo el apoyo!
En segundo lugar, siento ser un capullo egocéntrico, pero sería genial que pudieseis enviar una valoración o escribir una reseña en alguno de los principales portales de compra donde se puede conseguir el libro. Por orden de relevancia (que me saco yo de la patilla), serían:
Ayer, día 22 de noviembre, se mezclaron cientos de sentimientos y emociones: alegría, inquietud, espontaneidad, gratitud, familiaridad, deseo de cambio,… ¡quién sabe qué más!
Fue la primera de muchas, espero, y un punto de partida; uno más. Con muchos nervios al principio, y un alivio aderezado entre tacos a medida que los minutos pasaban (¡no os puedo engañar, soy muy mal hablado!).
Una hora en la que me había propuesto mostrar los problemas de sostenibilidad que nos afectan a todos, y cómo la ética de cada uno se compone de lo que sabemos; de la importancia de saber, y de seguir aprendiendo, y, sobre todo, de la firme creencia de que la imposición nunca será el mejor camino para llegar a quienes no piensan como tú.
Una presentación que, creo, que conseguí que se asemejara al libro: lleno de relatos que se resisten a salir a la luz, de historias tras los muros, del desconocimiento y del peligro que este supone en todo lo que vivimos; en todo lo que comemos, vestimos y en la forma en la que nos divertimos.
De cómo los animales viven y mueren ha sido desde el principio un alegato de cientos de preguntas que necesitan una respuesta, y de, por lo menos, una verdad: que los animales viven y los animales mueren, y que la mayoría de nosotros no sabemos cómo hacen ni una cosa ni la otra, y que para muchos esto no es ético, pero, sobre todo, que tiene una fecha de caducidad muy, muy breve.
Hoy, no tengo más palabras. Pero mañana seguro que volverán.