Un robot con renta básica

Al principio de su campaña, Podemos defendió la renta básica universal. Pero la formación morada no tardó en dejar esta idea en standby y centrarse en otras promesas electorales. Ocurrió en la misma medida que el rechazo a la tauromaquia, que se tradujo en la ofrenda de un tijeretazo a sus subvenciones: algo que PACMA consideró insuficiente para ofrecerles su apoyo.

En España, un país que tiene un sueldo mínimo de 655 € al mes y un paro juvenil superior al 46 %, defender la renta básica universal es una quimera. Para nuestra tranquilidad, por ahora, lo es también en Europa —en esto, sí somos europeos—, si bien probablemente sería una buena forma de establecer políticas novedosas con las que nadie se atreve, ¿no? Al fin y al cabo, si podemos ser el conejillo de indias del Bundesbank para ver cuánta mierda puede tragar el ciudadano medio, también podrían tirarnos un hueso de vez en cuando.

Unidos Podemos (Garzón, Colau, Oltra, etc.)
Cartel promocional de Unidos Podemos para las Elecciones Generales de junio de 2016.

La argumentación de Iglesias, por aquel entonces, era dramáticamente lúcida: si los jóvenes tienen que trabajar por cuatro duros, por consiguiente, no podemos generar empleo de calidad; «si no tienen que coger el primer trabajo que les salga, la competitividad de las empresas, aumentará». Por descontado, también resultaba terriblemente obtusa: ¿si no lo habían visto los alemanes en la zona industrial del Rin?, ¿si la gran Europa no veía que había zonas enteras que no resultaban competitivas en un país y tenían que depender de terceras, cómo iba a percibirlo la pequeña España desde su burbuja? ¿O si se veía? Quizá detrás del discurso del «vivir del cuento», «de no mantener a los vagos» y de «dónde saldrá el dinero para ese sueldo Nescafé», existe un problema gravísimo de desempleo regional que se materializa en las Canarias, en Ceuta, Extremadura o Castilla-La Mancha, y también en Grecia, en Portugal, en Francia, y en toda Europa.

[…] ¿si la gran Europa no veía que había zonas enteras que no resultaban competitivas en un país y tenían que depender de terceras, cómo iba a percibirlo la pequeña España desde su burbuja?

The New Yorker (portada, 2011)Por supuesto, los detractores de la renta básica universal (RBU) han buscado argumentos con los que convencer al electorado: está la premisa de la gran putada que eso supone para una debilitada clase media europea (¿qué clase media?); tampoco se olvidan de que la heterogeneidad es un hándicap notable, y ponen de ejemplo a los EE UU, donde los blancos protestantes no ven bien eso de las ayudas a las «minorías» de clase baja; y, por supuesto, crea vagos. No te lo dicen así, pero esta no es una política que siga el modelo de competitividad capitalista, así que… ¿si te dan algo gratis, por qué vas a trabajar?

Evidentemente, si lo analizamos punto por punto, esto es un despropósito. Primero, porque no hay razones de peso para cargar ese gasto a la clase media: si el capitalismo nos lleva a incrementar las diferencias entre clases altas y bajas, que sean las primeras quienes se ocupen del mayor agravio comparativo, y no una clase media que se está extinguiendo debido a esas mismas políticas económicas. Segundo, porque comparar EE UU y Europa no siempre es pulpo como animal de compañía, porque hay una cosa que se llama neoliberalismo y estado del bienestar, y otra cosa que se llama liberalismo y no intervencionismo. Y, tercero y último, porque por mucho que te digan que con una renta básica uno va a ser feliz: la mayoría de los seres humanos no aspiramos a comer todos los días macarrones y nada más que macarrones, y ni estudiar, ni comprarnos la PlayStation, ni salir por ahí de viaje, o de fiesta, o con la parienta.

Estamos entre la espada y la pared, entre la dictadura del proletariado de Marx y los temores más oscuros de desempleo que enarbolaban los luditas.

Más que vagos, lo que parece crear esta RBU es un arma contra las humillaciones, contra los sueldos que nunca abandonan las tres cifras, y contra las grandes empresas y los poderes fácticos. Pero no funcionó. Iglesias y los suyos dejaron esta idea atrás más pronto que tarde, y centraron su campaña en temas sociales y de mejora económica que no se desviaban tanto de los caudales tradicionales.

¿Pero por qué es una quimera? ¿A qué viene esa marcha atrás en plena campaña? A nada más y nada menos que a las actuales economías low-cost, donde todo tiene que ser cada vez más barato, donde no se prioriza la inversión en Investigación y Desarrollo y te miran raro cuando mencionas el coste agregado de la digitalización.

Robots industriales (fábrica de coches)
Robots industriales en una fábrica de automóviles.

Estamos entre la espada y la pared, entre la dictadura del proletariado de Marx y los temores más oscuros de desempleo que enarbolaban los luditas; lo que está claro es que la cúpula de Podemos debió mirar un poco más a fondo en los presupuestos generales, y darse cuenta de que España es un país mucho más atrasado de lo que ellos mismos esperaban, que está terminando de desangrar a ese pollo sin cabeza llamado estado del bienestar, pero que no tiene recursos para alcanzar la renta básica, ¿y como colofón? Bueno, falta por explicar a los ciudadanos que no van a ser los vagos quienes se carguen la economía de la nación, sino los robots; pero, como bien decía Daniel Raventós en una entrevista de Federico Florio para La Vanguardia: «falta voluntad política, pero sobre todo, que los políticos se enteren a tiempo de las cosas», y tengan el interés de informarse, podríamos agregar.


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