Populi barbari novarum terrarum cupiditate in Italiam descendebant.
(Los pueblos bárbaros, por deseo de nuevas tierras, cayeron en Italia.)
La imagen es desgarradora. Un animal, como tú y como yo, que se negaba a morir, lanceado, y atravesado con una espada en el lomo, saltó la barrera, muerto de miedo, hacia los tendidos. Nadie allí se volvió humano, ni por un instante, y siguieron hiriéndole y vejándole sin piedad hasta que no pudo sentir más nada.
Ocurrió una de las tardes de los sanfermines. En la plaza, no en las calles; donde el asedio termina junto con la vida de todos los morlacos que pisan Pamplona, en la arena de ese escenario sangriento, que, al final, es solo uno.

Hoy, estoy cansado. Miro hacia fuera por la ventana del despacho, y no puedo resistir la tentación de sentarme al sol con el portátil; se acercan pájaros de rato en rato, y los gatos los persiguen sin maldad, los perros duermen al sol, sabiendo que todavía es pronto para ponerse a correr de arriba para abajo, y el rastro de los jabalíes, que nos visitaron ayer noche para roer las raíces de los pinos, sigue fresco junto a la puerta.
Me siento bien entre el verde, más humano, más vivo aún; no es que quiera imponer una imagen, ni venderos un sentimiento que, quizá, no sea universal, pero me enorgullezco de ser parte de algo sencillo, respetuoso, y bueno.
Por eso cierro el vídeo con un nudo en la garganta, y tengo que hacer algo con las manos: salir, correr, gritar, cavar un hoyo; algo. Porque no comprendo qué se mueve en las mentes de aquellos que solo tienen la palabra tradición en la boca, que crían en pos de la tortura y el asesinato, sin ningún fin (su muerte no vale ni tan siquiera como alimento), que beben el dolor de un animal manso que solo lucha por sobrevivir, por seguir respirando, mientras ensartan su lomo, y lo marean, y ciegan, y atacan, entre varios.
No existe necesidad, ni ilusión de necesidad siquiera; solo es poder, e imposición. Mato, porque puedo; torturo, porque la tradición me ampara; hiero, daño, desangro, ataco, porque he evolucionado lo suficiente para sobreponerme por encima del resto de vosotros.
Cuando de repente, vi al toro. Y en sus ojos, la inocencia que todos los animales tienen, y me rogó. Fue como un llanto de injusticia en mi corazón, es inexplicable: fue como un rezo al verdugo para que terminara con su ejecución. Me sentí como la peor mierda del mundo.
Antonio Gala, El País, 30 de julio de 1995
Un toro es todo los animales, y todos los animales son un toro. Si alguien viese el dolor en los ojos de un perro, de un gato, de un lobo, o un toro, comprendería que las diferencias que los embellecen resultan mínimas frente a todo lo que nos une.

Si alguien acercase sus ojos y se preocupase por entender la naturaleza de cada ser, no tendría nada que temer, ni nada que dañar sin necesidad. ¿Pero quién lo hará o sabrá verlo mientras sigan bañándose en la sangre de sus iguales?
En España, solo es tradición y cultura para unos pocos; y entre ellos, no es difícil desentrañar tampoco para cuántos resulta un problema ético oculto entre montañas de simple dinero; dinero que ampara el sufrimiento, la muerte y el sinsentido, pero dinero al fin y al cabo.
Para la amplia mayoría, no es nada de lo anterior; solo un rescoldo que se niega a expirar en el pasado, y que se mantiene vivo, incluso fuera de las brasas que lo acompañan, por la inacción del resto de nosotros: la tauromaquia es un problema, y su propio nombre, imbuido de un respeto etimológico que no merece, lo indica; ¿y nuestro gran enemigo? Nosotros, de nuevo; nosotros, que no salimos de delante del ordenador, de la crítica apagada, de la falta de unión; unión que debe viajar a las plazas, a los pueblos, a las (supuestas) fiestas y a todos esos lugares donde solo unos pocos se mueven para concienciar, pero no para impedir.
Si un país entero está en contra, unos pocos no pueden marcar su ley; ni tan siquiera amparados en una tradición sangrienta o una cultura que se revuelve tras cada estocada, tras cada estoque, tras cada banderilla, y cada muerte; este país solo se salva si terminamos con la tauromaquia; este país solo se salva si nos salvamos a nosotros mismos.
Viejo amigo, ojalá fuera tan fácil cambiar las cosas. La «tradición» morirá algún día, seguro, pero tendremos que esperar muchos años, con suerte lo verás junto a tus nietecitos.
No sé cuántos, pero a mí ya se me está haciendo demasiado largo… Una de las cosas más tristes es que no te extrañe que la presión «externa» sea un punto de inflexión (de otros países, me refiero), lo cual es todavía más deplorable, pues solo sigue denotando interés, y ni pizca de ética.
Si lo viese con «mis hijos» (¡o mis perros!) creo que sería suficiente para mí (aunque ojalá mañana mismo terminara).
PD: ¡Y dejad de decirme todos cosas de hijos, que soy un tipo joven, y hace un tiempo que todo el mundo me habla de niños!
Reblogueó esto en solo reblogueoy comentado:
Qué más se puede decir aparte de lo que ya se ha dicho… Malditas tradiciones salvajes, que solo los salvajes las defienden. Y quien se sienta ofendido por llamarle salvaje, por mí ya le pueden estar dando.
La tradición …. Muy cómoda para justificar cualquier barbarie . Toros, perros, patos, delfines, conejos…… En España, Francia, Inglatera , …. Donde sea . En circos, laboratorios, perreras , mataderos, zoos, cazas….. Pero si lo miramos bien, no se trata de tradición , sino de ausencia de evolución . Las cosas no cambian , o muy poco, y demasiado lentamente . Son muchos los chicos que no acuden a la escuela, los que crecen con la guerra y la locura , los que piensan que la tradición es el futuro, … Como hace 100 años . O más. Que crecen en un mundo cruel y duro . Y que un día se vuelven adultos.
Un mundo cada día más consumista que utiliza los animales para ropa, comida, » ocio» , medicina, «decoración», tráficos, …. En fin , para el dinero …..
La falta de educación, de marcas , de ganas, de sensibilidad, de empatía, de lógica… La tradición es para los que temen el futuro , lo desconocido , el cambio, la evolución. Los que se agarran a lo «conocido».
¿Cómo enseñarles a nuestros hijos el privilegio que es acariciar un gato confiente, compartir una mirada con su perro, mirar a las aves migratorias pasando por el cielo , pasear por el campo con un caballo, admirar un zorro en el bosque, soñar con el canto de las ballenas, descubrir el mundo apasionante de las abejas, …? Momentos inestimables que no se pueden comprar. Intercambios y comunicación entre especies que comparten el mismo planeta .
Tras leer tu artículo, tanto este como el de «La mierda de la Tauroética», he recordado a su vez un artículo de Jesús Mosterín, publicado en el 2010. Y cito:
«Los españoles no tenemos un gen de la crueldad del que carezcan los ingleses; la diferencia es cultural. En España siguen celebrándose encierros y corridas de toros, pero no en Inglaterra (donde hace dos siglos eran frecuentes), pues los ingleses pasaron por el proceso de racionalización de las ideas y suavización de las costumbres conocido como la Ilustración.
Aquí apenas hubo Ilustración ni pensamiento científico, ético y político modernos. Muchos de nuestros actuales déficits culturales proceden de esa carencia.»
Honestamente, creo que es una de las observaciones más lúcidas sobre el retraso en este país sobre el respeto a los animales en general. Ya no solo a los toros. España es un país estancado en sus miserias y usa el lenguaje según le apetezca y para justificar según qué cosas.
Saludos y gracias por tu lucidez.
¡Hola, Carmen!
Me ha encantado tu comentario y estoy 100 % de acuerdo. Personalmente, varias veces he discutido con amigos(as) sobre este tema, y una de las cosas que siempre les recuerdo es que España ha sido un país analfabeto hasta no hace tanto. No solo no hemos tenido una Ilustración propia, sino que las dos grandes momentos en los que pudo darse (tras la Generación del 98 y previamente a la Guerra civil española) esto no ocurrió por distintas razones (Guerra de Cuba, caída de la idea de ese Imperio español que ya no existía desde hacía tiempo más allá de la imaginación de unos pocos, franquismo, etcétera).
Uno de los grandes problemas relacionados con esto, sin embargo, es que no solo estamos ciegos (muchos, al menos), sino que nos empeñamos en repetirnos que vemos de puta madre y que estamos al nivel de las grandes potencias mundiales, algo que afecta a todos los niveles y, por supuesto, también a la ética.
Gracias por leerme y por tomarte el tiempo de comentar y enriquecer este modesto blog. 😉
Siento la tardanza en contestar: primer fin de semana de vacaciones, y ya se sabe…
¡Un abrazo!