Hace poco, estuve a punto de conocer al famoso Rey Chatarrero. Al final, aquello no se materializó, y después ha debido cambiar de número de teléfono, porque ahora la compañera que contactó con él, no lo ha podido volver a localizar. ¡Qué sé yo!
Con tanto trabajo, esto me volvió ayer a la cabeza, y lo hizo de una forma «graciosa» que he creído que puede ser interesante comentar en el blog: a través de un artículo que, estos días, ha conseguido volar mediante las RRSS; su título: El circo mediático del animalismo; un texto que critica al (ya) famoso Chatarra’s y su nuevo programa en Cuatro: A cara de perro.
Un artículo, ante todo, interesante, que trata muchas cuestiones relevantes para el animalismo —maltrato y explotación animal, especismo, bienestarismo, veganismo, etcétera—, pero que cojea en la base. A grandes rasgos, el autor nos habla de por qué es erróneo emitir un programa como este, donde su protagonista se preocupa de los perros, pero no de los cerdos o de las gallinas; de por qué es erróneo escoger al Rey Chatarrero y no a una persona que aglutine los principios del movimiento de liberación animal; y, sobre todo, de por qué tenemos que luchar contra personas que perviertan el mensaje que él considera que defiende el animalismo.
En ‘El circo mediático del animalismo’, López comenta:
«Cuesta imaginar un mejor ejemplo para ejemplificar el grado de desconexión existente entre el mundillo académico que argumenta los Derechos Animales y la gente con su desconocimiento absoluto acerca de qué se postula.»
Parece evidente que ese error no es (únicamente) del público general, sino del mundo académico, que no ha sabido cómo llegar a este, y que, a falta de una crítica (tardía) de su propio discurso, se ha encontrado con un muro difícil de superar.
Pero, ¡sorpresa! El texto fracasa en la aceptación de la definición más simple y, a la vez, más compleja de todas las que allí aparecen: ¿qué significa ser animalista?; ¿qué es el animalismo? El animalismo es la lucha por los derechos de los animales —donde, por contexto, entendemos que se trata de animales no humanos—, un movimiento que, ni el veganismo, ni ninguna corriente de pensamiento puede apropiarse, porque pertenece a la esfera de la individualidad tanto como a la colectiva.
Cuando acogemos la teoría de este breve discurso y abstraemos el concepto «vegano» del concepto «animalismo», la rueda sigue girando. No chirría por ningún sitio: hay personas que se consideran animalistas y veganas, y hay personas que se consideran animalistas y no veganas. Otra discusión muy distinta serán los sesgos de pensamiento y las contradicciones que podemos hallar en los esquemas mentales de esas personas —spoiler: todos tenemos disonancias cognitivas—, pero, en ningún caso, una persona que sea animalista tiene, por definición, que ser vegana. La explicación es simple: animalista es una idea mucho más amplia que vegano, que se circunscribe a una moral mucho más estricta.
El animalismo es una representación tan amplia como carente de sentido a causa de la suma de definiciones colectivas, que nos sirve para definir al «amante de los perros y los gatos que come carne de otros animales» tanto como al bienestarista que no quiere ningún tipo de cambio más allá de una «cómoda explotación» y al partidario de la liberación animal. Y voy al principal tema que, para mí, rebate el artículo anterior; algo así: «Si quieres cambiar el mundo, sal al mundo.»
¿Y si lo que hacemos, de la forma en que lo hacemos, no funciona? Es muy tentador creer que un libro de Melanie Joy o una ponencia de Gary Francione son el único camino, pero no lo son, y no están funcionando. Puedo comprender las reticencias de pervertir el concepto de un mensaje para llegar a más gente, pero… en lenguas vernáculas: hay que tener unos «cojonazos» para decirle a la gente que ellos no son animalistas, y que tú, y los que piensan como tú, son los únicos animalistas que existen y que pueden llamarse animalistas.
El Rey Chatarrero y yo debemos tener una ética muy distinta, pero yo no puedo decirle a otra persona que pretende ayudar a los animales, que se equivoca, que no ayuda a los animales y que es un impostor (¡ni yo, ni nadie!). Porque no lo es; él es un animalista que lucha por algunos animales, y yo soy un animalista que lucha por todos los animales. Como activistas, es legítimo intentar convencer de nuestra forma de vida a un tercero, pero no podemos imponerla como verdad absoluta, y tampoco deberíamos creer que sería legítimo hacerlo aun con tal potestad.
Un gran grupo, a quien sólo le preocupan los «peluditos» o confían en las regulaciones legislativas por inculcación institucional, defiende todo esto apelando a que visibiliza la injusticia. Yo agregaría que tanto la hace más visible como la pervierte aún más. Transmite una ideología que no debieran ser el estándar de una sociedad civilizada.
Extracto del artículo «El circo del animalismo», de A. López
Blanca, una buena amiga que también practica kendo, trabaja desde la Universidad Autónoma de Barcelona en cuestiones de inclusión social desde un marco feminista y multicultural; y le jode mucho, pero mucho, que le digan que una chica musulmana que sigue el hiyab no puede ser feminista. Siempre dice: Nudity empowers some. Modesty empowers some. Different things empower different women and it’s not your place to tell her which one it is.
Y qué razón que tiene. Javier Roche boxeando y salvando la vida de cientos de perros llega a unos chavales; yo, escribiendo, llegaré a otros; quizá sea el rap, o el trabajo en una protectora, o una visita al matadero lo que consiga ese «clic» en terceros; quizá él tiene más éxito, quizá no. De lo que sí estoy seguro es que sea en el Palacio de la Chatarra, sea en A cara de perro, no está en manos de nadie decirle cómo debe definir su individualidad. Quizá Roche no sea el animalista que a nosotros nos gusta, pero hace falta valor para decirle a ese tío que no es animalista, porque uno puede diferir en el fin último, e intentar convencerle de nuestra verdad, pero no en el sentimiento que le mueve, y que brota bondad en todo lo que hace.
A veces, queremos luchar por un cambio, pero cuánto nos cuesta poner los pies en el ring o en el tatami. De eso, yo sé de lo que hablo, y el Rey Chatarrero también.
¿Cuál es el crimen aquí? ¿Enviar un mensaje segmentado a través de la televisión? ¿No es esto acaso una excusa para hacerlo mejor? Donde encontrar nuevas vías de comunicación, nuevos espacios donde debatir sobre el animalismo y luchar contra la invisibilización del modelo. ¿Acaso creemos que todo el mundo es consciente siquiera de lo que significa «especismo» o «bienestarismo»? Porque ya os adelanto que no, que fuera del ámbito académico, nadie sabe a qué aluden estos conceptos; ahí es donde tiene que saltar el mensaje: hacia los mercados, las calles, y el público general. A veces, queremos luchar por un cambio, pero cuánto nos cuesta poner los pies en el ring o en el tatami. De eso, yo sé de lo que hablo, y el Rey Chatarrero también.
Enlaces relacionados:
- Luchar contra los porcentajes: un 84 % de veganos reconvertidos, por Javier Ruiz en Doblando tentáculos
- El circo mediático del animalismo, por Adrián López Galera en El guardián de los cristales
Este es un texto original creado para Doblando tentáculos. Si te ha parecido interesante, quizá quieras adquirir en papel o en eBook De cómo los animales viven y mueren (Diversa Ediciones, 2016), mi primer libro de temática animalista que trata estos y otros muchos temas similares. ¡También está disponible en Amazon!
No puedo estar más de acuerdo con lo que dices. Mucha gente criticando desde la comodidad de las redes sociales antes que se haya emitido el programa y confundiendo quién es el enemigo. Hay que ser muy mediocre para, como escribes, «Decirle a otra persona que pretende ayudar a los animales, que se equivoca, que no ayuda a los animales y que es un impostor».
Tu escrito encierra básicamente una crítica a la crítica, que es uno ejercicios más absurdos concebibles, apenas superado por aquel otro de criticar desde las redes sociales las críticas desde las redes sociales. Acusas a Adrián López de “imponer” sus ideas, a pesar de que lo único que hace es expresarlas, y no desprendiendo sus palabras mayor “imposición” de la que puedan hacerlo las tuyas. Él no puede denunciar las acciones de los demás, pero tú sí puedes denunciar las suyas. Lo dicho: la crítica a la crítica; la denuncia de las denuncias; la necedad de las necedades, en definitiva.
Creo que con esta precisa síntesis puedo ahorrarle al usuario un tiempo demasiado valioso como para malgastarlo en tan falaz e insustancial lectura, fruto de una mente perezosa y sin espacio para una reflexión que permita algo más que sentarse a aporrear el teclado.
Por cierto, no veo que Adrián sugiera en ninguna parte que el tal Chatarrero no sea animalista, sentencia que en este texto se le atribuye repetidas veces. Es más, Adrián describe a Chatarrero explícitamente como “el molde del animalista medio”, además de hacer extensible su denuncia a determinadas corrientes animalistas. Naturalmente, esto me invita a preguntarme si acaso te habrás leído su artículo o si las citas son más bien el resultado de una selección aleatoria conferida para rellenar el vertido de una reivindicación preconcebida y autocomplaciente.
¡Hola, Igor! Gracias por comentar.
Como imaginarás, no estoy del todo de acuerdo con lo que dices. Una «crítica a la crítica» como tú la llamas no es uno de los ejercicio más absurdo concebibles, sino lo que conocemos como debate o refutación.
Dicho esto, yo no acuso a Adrián López de nada y coincido con muchas de las ideas que argumenta en ese texto como ya dije, pero sí creo que se atribuye una posición moral superior en el artículo que yo he citado para hablar de un tema más amplio (y no por hacer crítica de la crítica) en el que afirma cosas como:
«Una sociedad alelada responde mejor (o sea, se engaña con facilidad) si el programa de turno presenta a un sujeto que represente el arquetipo de su mentalidad, el molde del animalista medio.»
«En lo referido a esta abominación ingeniada por Cuatro, sólo un activista con las ideas claras y el carisma necesario podría contribuir a favor de los animales no humanos en lugar de contra éstos.»
Asimismo, siempre desde mi punto de vista, los dos últimos párrafos de ese artículo están repletos de ideas sin fundamentar y codependientes de los textos de enfoque abolicionista citados de Francione, que me parecen geniales por otra parte y de necesaria lectura/reflexión, ojo.
Pero sigo creyendo que Adrián López «enhebra» toda una argumentación veganista y comete una apropiación indebida del término «animalista» desde el momento en el que los otros son «malos animalistas», y nosotros —él, yo, mi primo, quien sea— somos «buenos animalistas», y de sus palabras parece desprenderse que lo hace porque el programa en cuestión no fue lo que podía haber sido.
En cualquier caso, este es un artículo que trata cuestiones similares al de Adrián desde otra óptica para mí —donde comparto con él la carencia de sentido del término animalista hoy, y el trabajo que hay por delante como activistas de dotarlo de este, algo difícil por razones que expuse aquí (https://doblandotentaculos.wordpress.com/2018/09/07/ecologismo-animalismo-y-antiespecismo/ por si tuvieras interés) o ampararse en «nuevos» términos, como antiespecismo, vegetarianismo o veganismo, cuya base semántica queda más limitada a lo que nos interesa a muchos/as. Y, en realidad, desde enfoques contrarios en este punto, creo que ambos textos dicen algo muy similar, y es que el animalismo es una representación tan amplia como carente de sentido a causa de la suma de definiciones colectivas. Y así estamos, ahora nos toca pensar qué hacemos para arreglarlo.
Sobre lo que decías aquí:
«Por cierto, no veo que Adrián sugiera en ninguna parte que el tal Chatarrero no sea animalista, sentencia que en este texto se le atribuye repetidas veces. Es más, Adrián describe a Chatarrero explícitamente como “el molde del animalista medio”, además de hacer extensible su denuncia a determinadas corrientes animalistas.»
A mí también me hace preguntarme si no habrás sido tú quien no se ha leído este artículo.
En cualquier caso, te reitero mi agradecimiento por leer y comentar y deseo que otros artículos que pululan por aquí te sean de mayor interés que este. Si no es el caso, no te preocupes, que hay más blogs que aguacates. 😉
Saludos,
Javier
Hay una pequeña pero importante diferencia, y es que las sospechas que yo transmito al final de mi comentario anterior están fundamentadas en la demostración de que las sentencias que atribuyes al texto de Adrián son falsas. A ti en cambio te queda por mostrar en qué parte concreta de su artículo se le niega a Chatarrero la condición de animalista. No debería resultarte difícil hacer una cosa tan sencilla, y sería mucho más útil que te dedicases a ello en lugar de seguir con tu afición de compartir extractos sin ton ni son.
En cualquier caso, y a la vista de tu respuesta, puedo admitir que tus abultados errores quizá se deban a una falta extraordinaria de comprensión lectora. Sólo así se explica tu incapacidad para distinguir la diferencia entre criticar *una* critica y criticar *la* crítica. Tu escrito no es una crítica desarrollada en torno a otra crítica; tu escrito es una crítica al hecho mismo de criticar. ¿Aprecias ahora la diferencia? ¿Y aprecias la ironía de llamar a eso “debate”?
¿Que no acusas a Adrián de nada? Ya sólo en este comentario le acusas de atribuirse una posición moral superior, de enhebrar toda argumentación veganista (?) o de apropiarse del término “animalista”. Y si echase mano del contenido del artículo podría tirarme toda la mañana. No sé si es que pretendes hacerte el tonto o si es que sufres de una confusión semántica de cotas notables. Sea como fuere, no hay nada de malo en el acto de acusar. El problema surge cuando las acusaciones no van a acompañadas de fundamento alguno, como es tú caso.
Adrián no habla de buenos y malos animalistas. Adrián lo que hace es denunciar unas determinadas corrientes dentro del animalismo a partir de la exposición de una serie de razones y argumentos. Tú por tu parte te limitas a decir que “no puede” hacer tal cosa, que no puede decirles a los demás que se equivocan. El porqué no habría de poder hacerlo es algo que dejas ya a cargo del imaginario de cada uno, según parece. Todo tu escrito en general representa una colección inagotable de afirmaciones carentes de sustento alguno. Sirviéndome de tus propias palabras, hay que tener unos buenos cojonazos para atreverse a llamar a esto “refutación”.
Saludos para ti también.
Hola, Igor:
Me parece que estamos de acuerdo en que no estamos de acuerdo.
¡Que vaya bien!
Saludos,
Javier