WTF?! «¿Qué es esto?» ¡Vuelve a la entrada principal, muggle!
Aviso: la historia que sigue puede ofender a la gente que odie los mensajes off-topic, a los divorciados, a aquellos preocupados por el modelo GNS (1), a la gente a la que les gustan las historias coherentes, y a los entusiastas del fisting.
Esta semana me siento sentimental, así que en esta ocasión os contaré la historia de mi viaje hacia la paternidad.

Una y otra vez los médicos nos habían dicho, a mi mujer y a mí, que las posibilidades de que algún día tuviésemos un hijo eran escasas o nulas. Esto era un buen palo para mi mujer, por supuesto, ya que amaba los niños, y también era un palo para mí. Ya véis, desde que cumplí los dieciocho he soñado con ser padre.
Yo: «Anoche tuve un sueño rarísimo.»
Kid Snotrocket: «¿Era ese en el que salía Phoebe Cates?»
Yo: «No, soñé que tenía un bebé.»
Kid Snotrocket: «¿Soñaste que te quedabas preñado?»
Yo: «¡No! Soñé que tenía una niña pequeña.»
Kid Snotrocket: «Joder, tío, estás enfermo…»
Yo: «¡No, no me refiero a eso! Jesús…» (2)
Lo cual era extraño, porque la paternidad siempre me había parecido que era una de esas cosas que le ocurren a los demás. De día, si me hubieses preguntado qué quería, te habría dicho que quería ser escritor; todo lo demás era secundario. Pero de noche, en sueños, la cosa cambiaba.
En mis sueños tenía una niña de ojos oscuros, melena espesa, y siempre sonriente. En mis sueños, una manita pequeña iba cogida de la mía por donde quisiera que fuese. Y luego despertaba y me encontraba poseído por una especie de melancolía, un sentimiento de que me faltaba algo, o de que había perdido alguna cosa.
Y entonces, en 1999, recibí una llamada de mi mujer.
El Napoleón de las Ventas: «Ab3, eres un vago inútil, y alguien te llama por teléfono. ¡Date prisa!»

Yo: «Dime, ¿qué se siente cuando eres capaz de follarte un caramelo Chimos sin romperlo?»
El Napoleón de las Ventas: «¡Te convendría no meterte con el poder ilimitado del Ayudante del Jefe!»
Yo: «¿Ayudante del Jefe? ¿Eso no es encargarse de la caja, pero teniendo además una copia de las llaves de la tienda?»
El Napoleón de las Ventas: «¡Ve a atender tu llamada y luego ponte los guantes de goma para fregar el retrete, tío listo!»
(cogí el teléfono)
Yo: «¿Diga?»
Señora de Ab3: «Acabo de volver del médico y adivina qué me ha dicho… papá.»
Yo: «¿Papá?»
Quizá los médicos habían estado equivocados, quizá era un milagro, o quizá se debía a que acabábamos de visitar el Reino Mágico de Disney. No lo sé. Todo lo que sé es que, contra todo pronóstico, mi mujer estaba embarazada.
Las cosas empezaron a pasar muy deprisa a partir de ese momento. Habíamos estado viviendo en Florida, pero decidimos mudarnos de nuevo a Nueva York por razones que eran tanto familiares como financieras. El viaje de vuelta fue una pesadilla. No tuvimos tiempo de empaquetar todo, ni decir de verdad adiós a nuestros amigos. Mi mejor recuerdo es mi última y ruidosa velada con mi antiguo grupo de juego, viendo Le Llamaban Trinidad y contando historias de nuestras partidas. (3)
Bomba de Relojería: «Sí, eso sí que fue un corte.»
Imán para Mujeres: «Pero también fue divertido.»
Yo: «¿Sabéis? Eso podría convertirse en una historia graciosa. Otras personas deberían escucharlo.»
Imán para Mujeres: «No serías capaz de contar estas historias.»
Yo: «Claro que lo sería. Sólo tendría que cambiar los nombres.»

Bomba de Relojería: «No estaría bien.»
Yo: «Oh, venga, podría limitarme a postearlas en alguna BBS desconocida que sólo leyeran jugadores de rol, aficionados a las teorías conspiratorias y pervertidos sexuales.»
Imán para Mujeres: «No. Si hicieras eso, tendríamos que buscarte y matarte.»
Bomba de Relojería: «Matarte muy, pero que muy lentamente.»
Finiquitamos nuestro contrato de arrendamiento y dejamos nuestros trabajos. Como creíamos que no íbamos a tener hijos, para compensar habíamos decidido tener animales. Montones de animales. Teníamos dos gatos, un periquito albino, dos cacatúas y un loro sociópata. Demasiados animales, ahora que un bebé estaba en camino; así que decidimos quedarnos con los gatos, e intentamos encontrar buenos hogares para los pájaros. Colocamos fácilmente a las cacatúas y al periquito, porque eran animales muy dulces, y les echo de menos. El loro era harina de otro costal…
Propietario de Pájaro Potencial: «Qué pajarito más bonito.»
Yo: «Sí, su nombre es Bernice. Si se la queda le regalamos la jaula.»
Propietario de Pájaro Potencial: «Déjeme ver si quiere agarrarse con las patas a mi dedo.»
Yo: «No estoy seguro de que tengamos tiempo para… ¡Cuidado!»
Propietario de Pájaro Potencial: «¡MI PEZÓN! ¡IEEEEEEEEEEEEEEEEE!»
En otras palabras, aún conservamos al puto pájaro.
Justo antes de dejar Florida nos hicimos una ecografía o dos, y nos encontramos que el bebé estaba más desarrollado de lo que sospechábamos al principio. También descubrimos que iba a ser una niña. Yo estaba embriagado por la emoción y contentísimo a la vez.
Alquilamos un camión de mudanzas, cargamos todas nuestras pertenencias (ocho cajas de ropa, y cuarenta de juegos de rol y libros) y abandonamos Florida. El viaje duró un día y medio más de lo que debía, principalmente porque el camión nos dejaba tirados cada doce horas, más o menos. Dos de mis viejos amigos, Chevy Cordova y El Salvaje, nos acompañaron durante el viaje para ayudar. Tres de nosotros íbamos en el Brunomóvil, y mi mujer conducía el camión. Para cuando Albany estuvo a la vista, estábamos a punto de matarnos los unos a los otros.
Chevy Cordova: «Por favor, Jesús bendito, que esas luces de ahí delante sean las de Albany.»
Yo: «¡Ahora me toca a mí elegir el CD!»
El Salvaje: «¡Hey! ¡El gato se ha zampado todos los petardos que compramos en Carolina del Sur!»
Chevy Cordova: «Ab3, por favor, no pongas otro CD de Tom Waits en ese reproductor de CDs.»
Yo: «Oye, fuiste tú el que nos hizo escuchar dos veces el de Lo Mejor de Lynard Skynard.»
Chevy Cordova: «Lynard Skynard es rock clásico, Tom Waits no es más que otra de tus maneras de dar la espalda al mundo.»
El Salvaje: «Hey, ¿dónde está la vaina de carreras que venía con mi Happy Meal?» (4)
Yo: «No nos dieron un Happy Meal. La chica del autoservicio se cabreó porque le hiciste el pedido especial ese.»
El Salvaje: «Mira, si te dan gelatina con el desayuno, deberían poder darte gelatina con un Big Mac.»
Chevy Cordoba: «Además, la vaina de carreras se cayó dentro de mi paquete de patatas fritas, es mía por derecho.»
Yo: «Ya vale, par de cabezones. Yo pagué la comida, vosotros os la comisteis y la desparramasteis por mi coche. Esa vaina de carreras me pertenece.»
El Salvaje: «¡Es mía!»
Yo: «¡Mía! ¡Dámela!»

Chevy Cordova: «¡No codiciéis la vaina de carreras, oh, futuro calvo!»
El Salvaje: «Ey, quizá deberíamos calmarnos un poco. Estamos cansados, y estresados, y…»
Yo: «Oooh, ahora el niño se ha enfadado…»
El Salvaje: «A tomar por culo.»
(Comienzan los guantazos)
Hace que te preguntes por qué mi mujer prefería ir sola en el camión.
Finalmente conseguimos llegar a Albany. El bebé estaba a cinco meses de distancia, y vivíamos en la casa de mis suegros mientras buscábamos trabajos y un apartamento. El mes siguiente fue un mareante remolino de duchas para bebés, entrevistas de trabajo y reuniones incómodas. Imaginaos mi sorpresa cuando descubrí que El Pervertido y El Disgusto vivían juntos en un apartamento…
Yo: «Bueno, he vuelto. Ey, chicos, tenéis un buen sitio aquí.»
El Pervertido: «Sí, es todo lo que me queda desde que esa puta de mujer que tenía me dejó limpio.»
Yo: «No sabía que te habías casado.»
El Pervertido: «Ya no lo estoy.»
El Capullo: «Bienvenido de nuevo, Ab3.»
Bastardo Tramposo: «He aquí una cara que nunca pensé que volvería a ver.»
Yo: «Es bueno volver a veros, chicos.»
El Capullo: «¿Cuánto tiempo ha pasado?»
Yo: «Casi tres años. ¿Qué habéis hecho en este tiempo?»
Bastardo Tramposo: «¿Has aceptado a Cristo como tu salvador personal, Ab3?»
Yo: «¿Tú no solías robar tiendas?»
Bastardo Tramposo: «Sí, robo tiendas, pero Jesús me perdona.»
Yo: «Me alegro mucho por tí.»

El Capullo: «Mira esto, nos robó una copia de Candyland. Este juego es la hostia.» (5)
Biff Bam: «A mí me pareHEce que CaHEndiland es un poco jueguista para mis preferencias.»
El Capullo: «¿Estás loco? ¡Candyland es puro narrativismo! ¿A quién le tocará ir al iceberg de la Reina Frostine, con todas sus implicaciones freudianas? ¿Y no son las pruebas a las que se enfrentarán los jugadores en el Pantano de Melaza similares a las de Luke Skywalker en aquella cueva de Dagobah?»
Bastardo Tramposo: «Importantes preguntas, todas ellas, pero aún más importante: Ab3, ¿has aceptado a Jesucristo como tu salvador? Recuerda que no hay tirada de salvación contra la condena eterna.»
Yo: «¿He mencionado que voy a ser padre? Mi mujer va a dar a luz a una niña.»
El Pervertido: «¡Bebés! No son más que otro malvado plan de las mujeres para chupar el dinero de los hombres.»
El Capullo: «Uno de mis personajes tuvo un bebé una vez. Recordarlo me hace temblar.»
Biff Bam: «¿Fue un parto simulaLAcionista?»
Bastardo Tramposo: «¿Y qué hay de tu niña? ¿Le has hablado a tu hija de la gracia y el amor de Jesucristo?»
Yo: «No… aún no ha nacido.»
Bastardo Tramposo: «Eso no es excusa. Si ese bebé no acepta la gracia y el amor de Jesucristo, será condenada al infierno para arder en los fuegos purgadores para toda la eternidad.»
Yo: «¿Sabes? Me gustabas más cuando idolatrabas a c.s. McCracken» (6)
El Pervertido: «¿El infierno? No me hables del infierno… yo estuve casado con Satán.»

Yo: «Je… ¿y dónde está El Disgusto?»
El Capullo: «Está ahí, en esa esquina.»
Yo: «¿Ese es El Disgusto? Creí que era una réplica a escala natural de Stephen Hawking.»
Bastardo Tramposo: «Todos se lo dicen.»
Yo: «¿Por qué tiene la intravenosa y el suero? ¿Está enfermo?»
El Pervertido: «No, pero después de que sus padres y su perro murieran en ese extraño accidente en la casa hinchable heredó un buen montón de dinero.»
Yo: «¿Casa hinchable? ¿Qué tiene eso que ver con su estado?»
El Pervertido: «Una vez que pudo cobrar los cheques se compró un enorme PC, un módem cable, una cuenta de Everquest y una enfermera para cambiarle las bolsas de suero.»
El Capullo: «Ha abandonado su vida en el mundo real para dedicarse a la virtual.»
Biff Bam: «Es más feliz de esa maHAnera.»
El Disgusto: «…Everquest… bueno…»
El Capullo: «Otro jugador perdido por culpa de la gratificación simulacionista de Everquest.»
Biff Bam: «Yo veo Everquest más como un entorno estrictamente jueguista.»
El Disgusto: «…inmersión… narrativista…»
Yo: «¿No podríamos hablar mejor sobre Jesús?»
El Pervertido: «Bueno, dejemos ya el tema de cómo una mujer resentida ha arruinado mi vida y mi economía. ¡He escuchado que te han publicado algo!»
Yo: «Sí, así es. Tengo una serie de historias cortas de zombies aparecidas en el juego de rol All Flesh Must be Eaten.»
Biff Bam: «¿Creía que habías dicho que habías publicado algo?»
Yo: «Y así fue, en el juego de rol.»
El Disgusto: «…las historias… de ambientación… en los juegos… no cuentan… no cuentan…»
Yo: «Sí, sí cuentan. Se publicaron. En una imprenta.»
El Pervertido: «Nadie lee las historias de ambientación en los juegos. Todos se las saltan, como los diálogos de una película porno.»
El Capullo: «¿Las películas porno tienen diálogo?»
Biff Bam: «Todo el mundo saBEbe que las historias de ambientación de los juegos son malísimas. La primera novela de Torg me produjo ceguera histeHÉrica.»
El Pervertido: «Estoy muy decepcionado contigo, Ab3.»
Bastardo Tramposo: «Bueno, no te sientas tan mal. Al menos tú no vendiste tu obra a Eden Studios.»
Biff Bam: «Sí, si TARbajaras para esos crápulas no tendríamos otra opción más que maHAtarte. Matarte muy, PREro que muy lentamente.»
El Disgusto: «…matarte… muy… pero que muy… lentamente…»
Y luego dicen que no puedes volver a sentirte como en casa otra vez.

Mi señora y yo encontramos un apartamento que era lo mejor que podíamos permitirnos, dadas nuestras pulverizadas finanzas. Acabamos en un vecindario donde cada noche parecía haber un ensayo con vestuario incluido de Cops. (7) Nuestro casero era o bien el más vago, o el más tonto, o el más malvado ser humano que jamás haya conocido, pero me mantenía alejado de él porque tenía exactamente el mismo nombre que uno de mis viejos personajes de D&D, y eso me asustaba.
Recuerdo el día después de terminar de preparar la habitación del bebé, cuando aguas residuales comenzaron a caer desde el techo. Aparentemente, nuestro casero/encargado del mantenimiento se había largado en medio de la reparación de un retrete con pérdidas.
A pesar de todo salimos adelante, y convertimos un piso asqueroso en uno bastante majo. Bueno, en realidad fue mi mujer la que hizo toda la decoración. Mis contribuciones se limitaron a cosas como esta:
Señora de Ab3: «¿Qué color para la pintura te gusta más? ¿Beige o rojizo?»
Yo: «Me da igual.»
Señora de Ab3: «¿Te importaría ayudarme a tomar la decisión?»
Yo: «Cariño, realmente me da igual. Tú tienes mejores gustos que yo con los colores.»
Señora de Ab3: «Cielo, yo valoro tu opinión. Tenemos que tomar estas decisiones juntos, porque si no, ¿qué sentido tendría?»
Yo: «Oh, de acuerdo. Hmmmmm… creo que prefiero el beige.»
Señora de Ab3: «Oh, no, el beige no pegaría para nada con las cortinas. Creo que el color rojizo es mucho mejor.»
Yo: «Mi trabajo aquí ha terminado.»
Mi mujer se puso de parto el día en que iba a ir al hospital para que se lo provocaran. Tras una noche de parto y cuatro horas empujando, aún no teníamos bebé. La gente entraba y salía continuamente. Había docenas de personas mirando las partes pudendas de mi mujer; yo empezaba a entender cómo se debía haber sentido Tommy Lee Jones. Los médicos y las enfermeras empezaban a mostrar más y más preocupación, y yo empecé a preocuparme más y más a medida que las contracciones continuaban pero el bebé no salía.
Finalmente, decidieron que iban a hacer una cesárea. Todo parecía estar ocurriendo demasiado rápido, y, al mismo tiempo, en cámara lenta. La trasladaron a la sala de operaciones y me hicieron esperar fuera junto a un camillero con pintas extrañas. Se suponía que estaba ahí para distraerme y calmarme mientras preparaban a mi mujer, pero acabó poniéndome más histérico de lo que él podía imaginar.
Camillero: «Usted asegúrese de permanecer calmado cuando le manden ahí dentro. Su mujer va a necesitar que esté calmado por ella.»
Yo: «De acuerdo… de acuerdo…»
Camillero: «Yo aprendí a mantener la calma en la marina. Serví en un submarino nuclear.»
Yo: «¿Qué?»
Camillero: «Sí, permanecíamos sumergidos durante meses en cada salida. Le sorprendería saber cuántas cosas teníamos almacenadas ahí abajo.»
Yo: «Usted no será un ninja, ¿verdad?»
Finalmente me dejaron entrar en la habitación. Mi mujer estaba tumbada sobre una mesa, con un biombo impidiéndome ver lo que los médicos le estaban haciendo. El aire estaba saturado con el olor de las medicinas y alcohol de esterilizar, pero por debajo de eso se notaba el olor agudo y carnoso de la sangre.
Los anestésicos que habían usado en mi mujer la habían dejado temblando incontroladamente. Le cogí la mano y le dije lo mucho que la amaba y cuán valiente era. Miré hacia arriba en un momento, sólo para darme cuenta de que podía ver el interior del cuerpo de mi mujer reflejado en las gafas del médico.
Las cosas empezaron a alargarse tanto que los anestésicos de mi mujer empezaron a perder efecto. Finalmente no pude aguantar más y llamé la atención de una enfermera.
Yo: «¿Qué coño está pasando? ¿Por qué está tardando tanto? Está teniendo un bebé, no jugando una partida de Champions.»
Enfermera: «¿Qué?»
Yo: «Eh… ¿Qué está pasando?»
Enfermera: «Bueno, el bebé se ha quedado atascado en el canal de parto, y el médico parece que no es capaz de sacarlo, así que ahora hay una enfermera empujando por el otro lado para intentar desatascarlo.»
Yo: «Así que en medio de una operación quirúrgica una enfermera está practicando el fisting con mi esposa.»
Enfermera: «Por decirlo así.»
Yo: «¿Cubre esto mi seguro?»
Algunos minutos después, un médico me empujó y pasó a mi lado llevando una reluciente cosita rosada con un mechón de pelo negro. En las películas, el bebé se menea y llora cuando nace.
Mi hija no estaba haciendo ninguna de las dos cosas.
Y los médicos seguían dando vueltas alrededor de mi mujer, volviendo a anestesiarla y llamando a otros doctores.

Les observé asaltar a mi hija con intravenosas en sus venitas y un tubo a lo largo de su garganta para eliminar el meconio que la estaba axfisiando. Eso hizo que mi pequeña comenzara a chillar. (8)
La realidad de lo que estaba ocurriendo me estaba mareando. Me sentí como si quisiera reir, llorar y vomitar, todo a la vez. Muchas mujeres han dicho que han sentido lo mismo al verme desnudo.
El deseo de aferrarme a mi sueño y verlo hecho realidad era increible, pero antes de que pudiera hacer nada la pusieron en una camilla y se la llevaron fuera de la habitación. Por supuesto, mi mujer se estaba poniendo frenética, queriendo saber por qué no la dejaban ver a su bebé. Intenté calmarla, pero cuando otro médico apareció yo también empecé a sentir la histeria. Cuando le hablé comencé a darme cuenta de lo que estaba pasando.
Yo: «¿Qué quiere decir con que no encuentran el riñón de mi mujer?»
Médico: «No es que lo hayamos perdido, puede haber sido cortado durante la cesárea, o quizá simplemente se desplazó por ahí durante el parto. Quizás su mujer sea una de esas personas poco comunes que han nacido sólo con un riñón.»
Yo: «Sí, es una entre un millón. ¿Y ahora qué?»
Médico: «Ahora vamos a cerrarla y a bajarla para que le hagan un TAC. Con eso deberíamos ser capaces de tener una perspectiva mejor de lo que pasa y decidir cuál es el siguiente paso.»
Yo: «No me lo puedo creer.»
Médico: «Mientras nos ocupamos de ella, ¿por qué no va a ver a su hija?»
Yo: «¿Dónde está?»
Médico: «Como medida de precaución la llevamos a la UCI prenatal.»
Yo: «Oh, Dios mío.»
Enfermera: «No se preocupe, esto lo cubre el seguro.»
Es extraño, pero en ese momento me acordé de un chiste que he estado contando durante años. Esto es un tío que va al hospital y se encuentra con que su hijo ha nacido deformado. Cuando se lo llevan, el tío ve que el bebé es sólo un globo ocular de metro y medio de largo, envuelto en pañales.
El tío grita: «¡Dios mío, esto no podría ser peor!»
Y el médico dice: «Es ciego».
Cuando entre en la UCI prenatal, el chiste perdió un poco de gracia. Encontré a mi hija en una esquina; aún estaban trabajando en ella, que estaba llorando a lágrima viva. Las enfermeras me dijeron que no podían creer lo alta que era, y que estaban seguras de que iba a estar perfectamente una vez que terminara el período de observación. Yo la miré, y fue la primera vez que la veía claramente, y… aún no tengo palabras para describir lo que sentí. Digamos simplemente que hay un montón de cosas que hasta entonces parecían jodidamente importantes, pero que para mí dejaron de tener sentido en ese momento.
Los padres de mi mujer aparecieron un poco después, y parecían tan abrumados como yo. Ninguno de nosotros, familiares o enfermera, éramos capaces de detener su llanto.
Hasta que apareció mi mujer, claro. La trajeron en una camilla; estaba exhausta y llorosa, y no estoy del todo seguro, pero creo que mi pequeña empezó a calmarse en cuanto escuchó el sonido de su voz.
Después se llevaron a mi mujer a su habitación y pusieron a mi hija en una cuna rodeada de monitores. Mis suegros me ayudaron a llegar al coche.
Suegro: «Bueno, al final todo salió bien.»
Suegra: «Es un bebé precioso. Vas a ser un padre maravilloso.»
Suegro: «Pero creo que un hijo es suficiente. Esto casi mató a tu mujer.»
Yo: «Bueno, no habíamos hecho ningún plan al respecto, y esto nos ha llegado de sorpresa…»
Suegra: «Mira. Si vuelves a hacer que mi hija sufra todo esto, te mataremos.»
Suegro: «Te mataremos muy, pero que muy…»
Yo: «¡Ya lo cojo, ya lo cojo!»
Regresé a un apartamento oscuro con gatos frenéticos. Alimenté a los gatos y me fijé en que el loro me estaba observando. Ni siquiera había notado que estaba llorando hasta ese momento.
Bernice: «¿PO-tuiiit?»
Yo: «Hey, ven aquí, pajarito. Ha sido un día increíble, ¿verdad? Sal por aquí. Agárrate a mi dedo como solías hacer.»
Bernice: «¿PO-tuiiit?»
Yo: «Sí, tuvo a la niña, y era exactamente como lo había imaginado, y también completamente diferente a lo que había imaginado. Mierda, nunca pensé que me casaría. Y ahora esta es la primera vez que mi mujer y yo estamos separados en muchos años. Ni siquiera sé si podré dormir.»
Bernice: «PO-tuiiit.»
Yo: «¿Sabes? Olvidé preguntar si encontraron el riñón de mi mujer. ¿Cuántas cosas más podrían estropearse hoy?»
Bernice: «PO-tuiiit.»
Yo: «Venga, ven aquí. Tú sabes que quieres.»
Bernice: «¡PO-tuiiit!»
Yo: «¡¡¡¡¡MI PEZÓN!!!!!»
En la próxima historia volveré con las andanzas roleras, de verdad. (9)
(1) El modelo GNS… a ver cómo explico esto. Empiezo por el principio: hay una página en Internet llamada The Forge que está dedicada a los juegos de rol publicados de manera independiente (juegos indie). El eje central de la página es un foro público que trata sobre la «teoría de los juegos de rol», en todos sus aspectos: desarrollo del escenario, de las mecánicas del juego, cálculo de probabilidades, definición de objetivos y procesos, creación del documento con el texto del juego, métodos de publicación, etc. Todo esto se complementa con una serie de artículos, más o menos, sesudos que intentan plasmar de manera lógica y «científica» esta forma de entretenimiento tan particular. Hay gente que considera The Forge una página excepcional, completa y muy útil, y que ya era hora de que alguien se tomase tan en serio el mundo del rol. Y hay gente que piensa que los que hacen The Forge deberían dejarse de pajas mentales, y dedicarse a jugar y pasar un buen rato sin darle tantas vueltas al tema, que (como diría el mago Tamariz) esto es pa’pasarlo bien. Y aunque parezca mentira, es el motivo de bastantes discusiones.
El caso es que en uno de los «artículos sesudos» de The Forge, Ron Edwards clasificó a los juegos de rol en tres categorías generales, según los objetivos que el autor tuviese en mente a la hora de diseñarlos: Gamist, Narrativist o Simulationist (por eso a esta clasificación se le llama «el modelo GNS«). Esta división se ha hecho muy popular, con tantos seguidores como detractores.
Más o menos funciona así: los juegos tipo Gamist (la traducción literal sería «jueguistas», que no tiene mucho sentido, pero no se me ocurre otra) son aquellos cuyas reglas recuerdan más a los típicos juegos de mesa tradicionales; fomentan la diversión, variedad y en cierta medida la competitividad entre los jugadores por encima de otras consideraciones como el realismo. Un buen caso sería Dungeons & Dragons: eso de que los personajes suban de golpe un «nivel» cuando han acumulado cierta experiencia no tiene contrapartida en el mundo real, pero ¿a quién le importa, mientras sea divertido? El segundo tipo lo forman los juegos de la clase Narrativist (narrativistas), cuyas reglas están orientadas a que los jugadores desarrollen una historia común, una especie de novela colaborativa. La atención al detalle se centra en el escenario y en las «actuaciones» y relaciones entre los personajes, antes que cualquier otro aspecto. Es lo que sucede con Amber o Nobilis, mismamente. El tercer tipo de juego es el formado por los Simulationist («simulacionistas»), que intentan representar cómo sería el día a día de los personajes en el mundo fantástico en el que viven. El énfasis está, pues, en el realismo (dentro de los parámetros del escenario en cuestión, claro) antes que en cualquier otra cosa. Por ejemplo, Rolemaster es un juego simulacionista, donde las reglas intentan cubrir casi cualquier eventualidad que los jugadores puedan encontrarse.
Como veis, es una clasificación curiosa. En cuanto a para qué sirve… a mí no me preguntéis. Y tampoco me preguntéis qué es eso del fisting, que yo soy muy tímido para esas cosas.
(9) En la nota original: «Para los interesados, si vais a la página web personal de Ab3 y pulsáis en «Who is the Al guy anwyay?», podréis ver una foto suya con su pequeñuela.» Hoy día, lo mejor es seguirle en su blog, donde podrás ver algunas fotos de él (y muchas de otras señoritas, por lo que parece), pero la foto original de la que hablaba el artículo se perdió en el Vacío.
La traducción corresponde al texto What Do You Mean You Lost My Wife’s Kidney? de Al Bruno III (AB3), realizada por Jorge Prieto (a.k.a. Reverendo) y recuperada de Archive.org.