Viajar al interior

A veces, leo un blog de viajes. Lo leo desde hace seis o siete años, pero solo a veces. No envidio exactamente lo que hacen sus protagonistas; porque viajar por todo el mundo no es uno de mis anhelos, porque hace mucho que sé que no tengo tiempo para conocer a todo aquel que cruza sus pasos conmigo, ni todos esos lugares casi mágicos que emanan un aura de paz, de humanidad, de sobriedad o de divinidad.

Mi mujer siempre me dice: «No me arrastres a más ciudades: las ciudades son todas iguales.» Y cuando viajas a París, a Londres, a Roma, a Nueva York, a Chicago, a Frankfurt, a Berlín, a Los Ángeles, a Tokyo, entiendes qué quiere decir. Entiendes por qué terminas siempre en la carretera buscando un nuevo destino, por qué campo a ciudad, por qué desvelar pequeños secretos en vez de fotografiar panorámicas y por qué un viaje, siempre es un viaje al interior.

Castres - Francia (rio Agout)
Rio Agout a su paso por Castres. Invierno de 2015.

Así titularon el libro que Laura compró a esta pareja para que yo lo leyese, para que me convenciese de conocer el sudeste asiático haciendo autoestop, o de comprar una camioneta donde viajar con los perros; para vivir, ¿y quién sabe? Quizá vuelva a él después de este año de cambios. Por ahora, ya sabéis que he terminado con mi antiguo trabajo, o casi, he recorrido decenas de miles de kilómetros, he publicado un libro y he vuelto al verde, aunque las noches no sean tan estrelladas ni oscuras como soñaba tumbado junto a Caos en la terraza del Ensanche.

Pero quizá lo más importante de todo es que a diferencia de lo que decían esa pareja de argentinos que siguen ayudando a miles de personas a iniciar su propio viaje, yo no creo que un viaje siempre empiece en el interior, sino que, además, termina guiándonos hacia ese objetivo por el que conectamos palabras, pasos y países, y que nunca tuvo mayor recorrido que aquel que hicimos dentro de nosotros mismos.

Caos (carboncillo; acuarela)
Un regalo (en carboncillo y acuarela) que da la bienvenida en nuestro hogar. El texto de la acuarela dice: Caos, corazón de familia, amor incondicional.

Gracias por leerme. Por estar aquí. Por ser parte de esto. Delante, ya puedo ver muchos más caminos que esperan, pero, hoy, cierro uno, junto a vosotros, agradecido por haberme ayudado a convertir este pequeño espacio de opinión en un refugio al que llamar hogar.

Felices fiestas.

Nos vemos en unos días.

8 comentarios sobre “Viajar al interior

  1. A mí me gusta viajar. Mucho. Y, al revés que a tu mujer, me encanta ver ciudades. Las veo a todas diferentes (lo que sí suscribo es lo que dice mi esposa: «Vista una iglesia, vistas todas», aunque con matices)
    Pero sí que es cierto que volver al hogar (el físico, a fin de cuentas, una extensión espacial del interior que mencionas) es una maravilla. Aunque implique retornar a la rutina.

    1. Para nosotros, uno de los problemas de las ciudades —por ahí suelen ir los tiros— es que se han homogeneizado demasiado.
      Yo tampoco estoy muy de acuerdo con ella en eso: creo que los cascos antiguos y la ciudad que se abre al «caminante» son incentivos suficientes, pero también veo ese cambio que, de algún modo, rehuye la diferencia y se acerca a esa urbe más única que puedes ver en la plaza Cataluña de Barcelona, en Times Square o en la avenida de los Campos Elíseos, claro que también está el Barrio Gótico, Greenwich Village o… ¡no sé! Montmartre, que fue de lo que más me gustó. 😉

    1. Opino como tú, Judith. ¡Pero qué poca gente lo hace! Por suerte, cada vez más…

      Yo hace unas semanas me pegué (y obligué a mis acompañantes) a caminar casi 100 kilómetros por París en 4 o 5 días. ¡Quizá me paso y todo! No sé. 🙂

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